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En una mañana la luna se escondía y el rocío se deslizaba por el cuerpo de una  linda rosa roja, mientras el sol mostraba sus primeros rayos, desnudando consigo su poder y su calor. En el interior del jardín, el señor girasol escuchó que una chiquilla lloraba y su lamento daba cuenta del dolor y de la tristeza de su corazón. Al abrir sus pétalos notó que era ella, la hermosa Maggi, una pequeña mariposa amiga de los tulipanes, de los turpiales, de las orugas y de las azucenas; de cuerpo esbelto y bastante pretendida por los cazadores de mariposas que con frecuencia asediaban el lugar, de color azul metálico, que con su presencia teñía  aquel bosque  de alegría, magia e ilusión. El girasol al escuchar el triste lamento de la pequeña le preguntó con voz compasiva:

-      Oh pequeña, ¿que te pasa que mientras los turpiales, los sinsontes y los canarios en las riveras cantan, tu tiñes éste amanecer con tristeza?

Maggi, escuchó las palabras del sabio girasol y voló hasta una de sus hojas, dejándose abatir por el recuerdo, detalló el por qué de su dolor.

- Amigo girasol, debo contarte una historia 

- si te escucho

- Al igual que Azul, yo también estoy en espera de mi gran amor, ese amor del que habla mi madre y del que son fieles testigos las rosas de nuestro jardín; ese amor del que están llenos los libros de poesía de los humanos; ese amor del que tanto hablan pero que en realidad no sé si existe, pues funestamente veo como los hombres se destruyen entre ellos mismos, en un país tan bonito como éste. Pero bueno, te contare esa historia.

A lo que al colorido girasol asintió con su capitulo solitario.

- Ahí estaba ella, mi amiga Azul la guapa libélula, posada en el muelle de aquél viejo y desolado puerto; tan sonriente como aquél día cuando vio por vez primera sobre las aguas la silueta de un apuesto galán, que coreaba feliz y hacia piruetas, mostrando su majestuosidad en aquel infinito lugar, acompañado del viento y de la soledad. Un mar lleno de historias, de ilusiones marchitas, quizá de momentos olvidados, donde no existe y no existirá el tiempo. Sí, ahí estaba tan sigilosa y exuberante, olvidada de su historia, pues veía con emoción aquél encantador espectáculo propiciado por Jack, un hermoso Delfín rosado.

Un día el delfín notó que en las pálidas mañanas, dentro las puestas en escena de sus acrobacias, era observado por una pequeña libélula que agitaba sus alas desde ese muelle olvidado y con sus muestras de aprobación hacía de aquel lugar, un lugar encantado.

Uno de esos días, él se acercó a ella y con un sonido melodioso preguntó: - ¿Cómo te llamas?, ella con emoción, con pena y con voz temblorosa dijo: - Mi nombre es Azul.

Después de mucho hablar, ella ruborizada expresó:

-      Los amores imposibles son aquellos que inundan tu alma de sueños e ideales, son aquellos con los cuales tú vibras, pero también son aquellos que te hacen saber que realmente no todo es tan mágico, no todo es tan fantasioso y que la vida es solo eso vida; una vida que te permite ver más allá de tu ojos y te ubica en lo real; entender que lo imposible es sólo el punto de partida para una lucha incalculable.

Sin decir, nada Jack partió y Azul quedó macilenta al ver la reacción de su galán. Al siguiente día, y día tras día, Azul seguía frecuentando el lugar sin encontrar a quien buscaba; así pasó la época de invierno. Agotada e insistente, en una mañana de primavera, sus alas inmóviles e ilusiones derrumbadas, notó que estaba acompañada. Alzando la mirada, como el lobo dirige su lamento en la oscuridad en las noches de luna llena, no sabía que decir, pues Jack había regresado a decir que ese amor era el más bonito y transparente sentimiento, pero que no podía ser correspondido, ambos eran de mundos diferentes y lo único que podría brindarle sería una amistad cimentada en la verdad y en la comprensión, a lo que ella respondió:

-      Jack, mi alma en éste momento se torna gris y se desvanece en un profundo dolor y aunque tus palabras estén cubiertas de sinceridad no puedo entenderlo. Trató de gritarle que lo amaba, pero para que si su silencio ya tenía una respuesta.

-      Solo te digo que aquí estaré posada  esperándote.…

Y es por eso que estoy así, porque mi amiga Azul murió de amor. A Jack, el hermoso Delfín rosado, se le ve en las mañanas frente al alba, en la orilla de ese viejo muelle, con sus piruetas y desconsolador cántico, recuerda a la exuberante libélula plateada.

El señor Girasol con voz entre cortada dijo:

-      No llores Maggi que la vida es corta, y nunca te ilusiones que todo llega a su fin. ¿A caso no has notado que el jardín no es siempre el mismo?; pues unas flores mueren y anuncian el nacimiento de otras. Por ejemplo, yo muy pronto no existiré porque mis semillas llegaron a su punto, algunas darán origen a muchos otros girasoles y otras cuantas alimentaran los pequeños de la señora turpial.

-      ¿Fue la señora turpial la que hirió tu corazón?

- No, ella no puede herir mi corazón porque mi corazón le pertenece a otra dama, simplemente ella llegó desconsolada en una tarde a contarme sus penas, sus preocupaciones y lo único que pude ofrecer fue una parte de mi capítulo solitario a sus hambrientos hijos. 

-      Eres un ser maravilloso, y ten la seguridad que tus hijos serán tan dulces y especiales para nuestras vidas como tú.

-      Solo quiero Maggi que me prometas que acompañaras a mis pequeños girasoles

-      Sí,  lo haré. Pero ¿quien es ese amor que perdisteis? 

-      Ese dulce y fascinante amor es el de una Libélula plateada, que un día partió de mi lado para enamorarse de un delfín y que por cosas de la vida murió en espera de ese amor  contradictorio y nefasto.

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