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A partir de 1901 anualmente –excepto en 1914 y 1918 a causa de la Primera Guerra Mundial y de 1940 a 1943 debido a la Segunda Guerra Mundial- los premios Nobel de Literatura han sido entregados según la voluntad de Alfred Nobel “a la persona que haya producido en el campo de la literatura la obra más destacada en una dirección ideal”.

Para un escritor, recibir el Premio Nobel de Literatura implica una de las distinciones más importantes que pueda merecer un autor, aunque, a lo largo del  tiempo este premio ha ocasionado controversias y cuestionamientos de los que nos dedicaremos más adelante.

Antes de entrar en materia, es importante dejar en claro ¿Quién fue Alfredo Nobel? El hombre que dispuso como última voluntad la institución de estos premios en cinco categorías específicas: Física, Química, Fisiología o Medicina, Paz y el que nos ocupa: Literatura. Porque entendiendo su vida es como se podrá comprender mejor el sentido y el propósito primero de los Premios Nobel.

Alfred Nobel nació el 21 de octubre de 1833 en Estocolmo Suecia. Hijo de Immanuel Nobel, ingeniero, inventor y fabricante de armas y de Andriette Ahlsell Nobel. Su padre abre un taller mecánico que proporciona equipo para el ejército ruso. Sus minas de mar lograron bloquear a los navíos de la Marina Real Británica, gracias a este éxito y a la fortuna que amasó derivada de ello, pudo trasladar a su familia de   Estocolmo a Rusia en donde los hermanos Nobel: Robert, Ludvig, Alfred y Emil reciben la mejor de las instrucciones impartida por profesores sobresalientes contratados por el padre de familia de los Nobel en el seno mismo del hogar.

A la edad de 17 años, Alfred ya podía hablar y escribir sueco, ruso, francés, inglés y alemán. Le apasionaba la literatura tanto como la química y la física, pero su padre no veía con buenos ojos ese gusto por la poesía y decide enviarlo al extranjero con el objeto de que realice estudios en Ingeniería Química. En París conoce a Ascanio Sobrero un joven italiano que había inventado un líquido altamente explosivo y por lo tanto demasiado peligroso para ser práctico: la Nitroglicerina.

Alfred se interesó en la nitroglicerina pensando que podía ser muy útil en el campo de la construcción, por ello, de regreso a Rusia trabaja con su padre para encontrar la manera de utilizarla comercial y técnicamente. Ya en Suecia, pasa horas experimentando la forma de trabajar la nitroglicerina de manera práctica y segura ocasionando un lamentable accidente que cobra la vida de su hermano menor Emil. Después de eso, el gobierno prohíbe los experimentos dentro de la ciudad vedando el uso de la nitroglicerina.

Nobel vende la patente de su invento a otras naciones en donde se comercializa su uso, mientras tanto, decidido a llevar a cabo su proeza, se muda a una barcaza de fondo plano para continuar sus investigaciones con toda libertad descubriendo finalmente la dinamita, pensada para ser usada en construcciones para bajar los costos y el tiempo de las mismas sobretodo si requerían perforar túneles, volar rocas o construir puentes. Nunca imaginó el uso bélico que le darían después, lo cual lamentó profundamente sintiéndose culpable por ello y ganándose a pesar de sus labores humanitarias el mote de “Mercader de la muerte”.

La dinamita comenzó a fabricarse en 20 países simultáneamente, por lo que Alfred debía viajar constantemente para supervisar cada una, le llamaban “El vagabundo más rico de Europa”.

Enfrascado en su trabajo, jamás se dio tiempo para formar una familia propia, sin embargo, llevó una amistad muy estrecha con su secretaria, la austriaca Bertha Von Suttner con quien mantuvo correspondencia muchos años. Bertha era una destacada defensora de la paz, escribió un libro muy famoso titulado “Lay Down your arms”. Fue en su honor que Alfred decidió incluir en las categorías para el Nobel un premio por la paz. De hecho, en 1905 deciden otorgarle a Von Suttner el Nobel de la Paz.

Haremos un alto en este apartado para hablar de la actividad que nos ocupa y que es el tema de este trabajo: La literatura. Para Nobel, la literatura y la escritura fueron primordiales en su vida, constituyeron su segundo amor.

Durante su infancia demostró ser un alumno curioso, inteligente, con un gusto genuino por el aprendizaje aunque al mismo tiempo no se mostraba muy sociable y tendía más bien a interiorizar sus sentimientos y emociones. Pero no se quedaba solo con lo que los profesores pudieran enseñarle, él mismo investigaba, leía y aprendía destacando por se autodidacta en muchos sentidos. En su juventud ya había leído las obras de Voltaire en francés y en sueco, la Odisea en verso, a Pushkiny a Turguéniev. Le agradaban  Wordsworth y de Shelley, pero su predilecto fue Lord Byron.

Años después, hubo épocas en que a pesar de no tener tiempo para escribir, aprovechaba cada minuto libre para leer, de hecho  existieron períodos en los que sopesó la alternativa de dejar los experimentos para volcarse completamente en la literatura.

Durante su estancia en París fue que conoció a su entrañable amiga Bertha Von Suttner, de la cual, además de su estilo para escribir admiraba su biblioteca personal. Pero también llevó amistad con Juliette Adam-Lamber, conoció a Víctor Hugo personaje que admiraba enormemente por el pacifismo y la grandeza de su novela “Los Miserables”, a Pierre Loti,  Paul Bourget y a Maupassant. Además tenía contactos con círculos literarios, siempre estuvo al tanto, a pesar de su exceso de trabajo, de las novedades literarias. Fue uno de los primeros en leer La Saga de Gösta Berling de Selma Lagerlöf –primera mujer galardonada con el Nobel en 1909-. De la misma forma, Vyctor Rydberg fue el poeta sueco que más estimó.

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