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Recibe el golpe de un puño en pleno rostro como si diera de frente contra un portón de hierro. Perturbado y a ciegas se cubre la cara con las manos  al momento de sentir en sus canillas un puntapié que desgarra  la carne que recubre el hueso con un dolor insoportable.

La oscuridad lo desconcierta y de nadie ve que provenga la agresión. Se siente indefenso, a oscuras y atrapado en esa furia como si estuviese sacudido dentro de un tambor de lavarropas en marcha.

Hace un esfuerzo para recuperarse, sin saber a cual de los golpes prestarle mayor atención, si al de la cara o al de la pierna.

Endereza el cuerpo y queda recto de pie.

No transcurren tres segundos y cae sobre su cabeza un pesado objeto al que supone arrojado con fuerza por una mano invisible. Una mano ignota dispuesta a continuar.

Lo comprueba de inmediato con su brazo que lo siente aferrado por cinco dedos,  como garfios que lo aprietan hasta impedirle la circulación sanguínea.

Así sujeto no atina a desprenderse del sujetador. Ni a pedir auxilio, ni a emitir quejidos, ni a proferir insultos.

Percibe del golpeador su intención de no detenerse y, en medio de la oscuridad nocturna, queda sometido, impotente,  débil, sumiso. No cree posible, así apresado, huir ni zafar, igual que si en un pesadilla corriera para tomar distancia del peligro que lo persigue sin conseguirlo.

No está en condiciones de recordar si otra vez le ocurrió algo parecido.

A su mujer, en cambio, estas súbitas escenas no la sorprenden por ser habituales. Ella también, impotente, observa a su esposo sin poder interrumpir sus movimientos. .

Se abstiene y lo soporta, pero suele fastidiarse, como ahora, al verlo retorcerse, caer al piso, volver a ponerse de pie, deambular unos pasos y con los ojos cerrados, sin tropezarse ni equivocar los pasos, regresar a tientas a la cama para continuar durmiendo.

A veces teme por una acción violenta de su esposo contra ella y que no pueda evitarlo a tiempo.

El consejo del médico fue el de no despertarlo para no producirle un shock.. 

“Déjelo – le sugiere el médico –a usted no le pasará nada, los sonámbulos son inofensivos”.

Rene Bacco

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