El viejo permanece inmóvil en la galería más profunda, el cuerpo recostado contra la pared. Se sabe observado por una muerte taimada que vigila todos sus pasos; por ello, con suma avaricia, raciona cada uno de sus movimientos. Los más jóvenes acuden a la oscuridad del pasadizo a escuchar sus historias, antes de que éstas se extingan junto a la gastada cáscara que las sostiene.
Afirma el viejo que existe una civilización paralela a la nuestra, compuesta por seres complejos e inquietantes, demasiado diferentes como para ser percibidos por los sentidos ordinarios.
Afirma el viejo que estos seres, con el uso de velocidades imposibles, son capaces de viajar y comunicarse a través de distancias cuya medida la imaginación rehúye.
Afirma el viejo que poseen la facultad de inventariar, comprender y modificar el universo a una escala jamás sospechada.
Afirma el viejo que son capaces de amar y odiar con tanta fuerza que sus buenas acciones perduran con la dureza de la piedra, y sus maldades encuentran cuerpo en guerras eternas que esterilizan la tierra; impidiendo el brote de semillas, alientos y promesas.
Afirma el viejo que, pese a su gran poder, estos seres viven huérfanos, angustiados por la ausencia de un referente colectivo. Viven y mueren en una soledad atroz.
Me da pena la locura del viejo. Me acerco al fondo de la galería y froto mis antenas contra las suyas. El recuerdo de la última cacería, de un luminoso amanecer, de los infinitos tallos de hierba proyectados hacia el cielo, circula por ambos cerebros. Pego mis mandíbulas a las del viejo y comparto una gota de jugo. La cena del colectivo se desplaza por sus intestinos: jarabe de pulgón aderezado con bayas silvestres. Una melaza dulce y pegajosa.
Mientras cuido de él pienso de nuevo en el despropósito de su historia ¿Cómo puede sobrevivir y desarrollarse una civilización de seres pensantes individualizados? ¿Cómo puede prosperar semejante sociedad, sin las necesarias antenas con las que palparse unos a otros, sin el indispensable estómago comunal? ¡Menudo disparate!