Cuentan que Alfarote fue siempre un gran soñador. A su viejo peñero lo hacía llamar “Yate Cristina” y a la negra Rosa, su mujer, la colmaba de perendengues y le decía amorosamente, “mi peluche”.
Una noche enlunada un plateado cardumen envolvió el peñero de Alfarote y comentan en el puerto que hay quien lo ha visto navegando entre azules de mar y cielo rumbo a la Osa Mayor.