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"Intento leerte la mirada y no puedo" - dijo él.

Un grueso nudo atravesó mi garganta al mismo tiempo que mis ojos se inundaban de lágrimas que pronto caerían una a una sobre mis mejillas.

"Antes bastaba con una mirada para decirlo todo" - respondí yo.

El silencio se apodero del espacio y nuestros ojos quedaron fijos en los del otro.

Intenté verlo como siempre lo había visto, intente ver en sus ojos eso que sentíamos, pero eran los míos los que ocultaban otra cosa. Era tras mis ojos que se ocultaba el desamor.

Y por primera vez el corazón era quien quería otra cosa.

Por primera vez mi corazón y mi cabeza coincidieron.

Y así, con ese coincidir y sin nada más que decir, lo dejé ir; a él y a esa mirada que me cautivó desde el primer momento. Dejé que se vaya para no volver, porque ese primer momento había quedado muy lejano a lo que hoy sentía, y entendí que ya no valía la pena continuar con esos vicios del pasado.

Que simple hubiera sido todo, que fácil y práctico volver a él. Volver a nuestras rutinas de porro y sexo. A nuestras cálidas siestas en los brazos del otro. A cuidarnos de lo que estaba fuera, y distraernos hasta de nosotros mismos. A entendernos de forma casi mágica.

Pero uno no puede volver el tiempo, y yo no puedo volver a lo que era tres meses atrás.

Volver a mirarle me hizo darme cuenta todo lo que crecí estos meses.

Mirar esos ojos y ver en ellos reflejado todo eso que ya no soy.

Mirar lo que podría haber sido nuestra relación y darme cuenta que no la quiero.

"Siempre nos va a quedar el 'A primera vista'" - dije antes de besarle por última vez.

Vi cómo se marchaba, lo vi cerrar la puerta e irse.

Y así es como termina esta historia de Amor a primera vista, porque fue ahí donde estuvo el amor, pero hoy, después de tanto mirarnos, después de desgastarnos la mirada, ya no queda más que eso.

 

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