En Mar de Cristal el Metro se detuvo y llegó una mujer hermosa, con pálida piel de monja, pelo negro, pesado y lacio como las monjas, caminando pausada como si llevase las manos entrelazadas frente al hábito, camino del altar...
De pronto me miró, me apreció y me mostró el fuego intenso que ardía en su interior... perdió el interés y siguió buscando con sus ojos depredadores.