La primera vez que la vi traía puesta una chaqueta de gamuza café con el cuello afelpado color blanco. Jeans ajustados, metidos en un par de botas negras que terminaban casi en sus rodillas.
Cabello negro, lacio, dócil, brillante. Caminar firme, grácil.
No tengo muy buena vista para los detalles, así que no distinguí su rostro sino hasta que estuvo muy cerca, se me detuvo el corazón ante su amable sonrisa, firmó la planilla de asistencia que le presenté y se fue.
Me quedé pensando, mirando su nombre, sabiendo que cupido me había atravesado el corazón hasta su última fibra. Extraño sentimiento el amor a primera vista, una mezcla de emoción y confusión a partes iguales, pero a mi edad, algo que se reconoce y se teme, se teme mucho.
Yo era nuevo en ese lugar, no conocía a nadie y cumplía mis labores según el manual. Pero desde ese día que la vi por primera vez traté de integrarme más rápidamente al lugar, quería poco a poco acercarme a ella.
La veía cuando entraba y cuando salía, de cerca, muy cerca, firmaban las planillas en mi escritorio y solía acercarme un poco más a ella para sentir su aroma. Ella solía preguntarme cosas de circunstancia, yo solo contestaba con monosílabos y sonrisas idiotas. A pesar de los años a cuestas, hay cosas que nunca cambian, mi timidez ha sido una de esas.
Pasaron los días y yo traté de sobreponerme a mi mismo y poder hablar con ella, hasta quería pedirle una cita, sabía que estaba soltera.
Una mañana, cuando me alistaba para ir al trabajo, pensaba decidido en que ese sería el día que rompería la pared de la distancia que sentía que nos separaba, ella era amable, muy amable, no me coqueteaba de eso estoy seguro, pero talvez podría pasar un bonito tiempo con ella charlando un poco de todo. Charlando juntos en un lugar tranquilo y privado.
Lo tenía todo decidido, de pronto se me ocurrió que nunca la había buscado en las redes sociales y me pareció una buena idea buscarla ahora para saber si podía encontrar algo que me ayude para saber dónde llevarla si ella me aceptaba la invitación.
No tardé en encontrarla, no podía ver mucho porque tenía el perfil restringido solo para amigos. Pero algunas cosas pude ver, lugares donde estuvo y alguna que otra foto con sus amigos y amigas.
Cada foto me hacía suspirar, que tontería, yo mismo sentía que estaba exagerando. A pesar del ramo de rosas que había encargado para regalarle ese día cuando le pida la cita.
Alguna foto, algún lugar y yo que seguía curioseando. Me gustaba lo que veía, me gustaba mucho.
Se me ocurrió ver su información personal, sabía que estaba soltera pero talvez estaba en alguna relación. Y a pesar del miedo de que así fuera me arriesgue a ver lo que allí había.
No, no estaba en ninguna relación (al menos allí no lo ponía), eso me confirmaba lo que había ido preguntando en el trabajo. Suspiré aliviado.
Hoy rompería la barrera de la distancia, estaba dicho, yo estaba feliz.
De pronto vi algo más y por raro que parezca, allí estaba su fecha de nacimiento completa: día, mes y año. Casi todas las amigas que tengo evitan poner en sus redes el año de nacimiento. Ella no, parecía que le daba igual.
Pensar en eso me hizo sonreír y la alegría de ese momento me acuchilló el alma con salvajismo ante la realidad que rompió en mil pedazos mis sueños, una lágrima triste y resignada cayó por mi mejilla. No había nada que hacer.
Bien podría ese día buscar derribar la barrera de la distancia, pero jamás podría derribar la barrera del tiempo.