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Era la más hermosa del colegio. Su largo y dorado cabello le caía sobre su espalda; sus ojos, tan profundamente azules que el cielo casi que confundía con ellos, se refugiaban en un atlético cuerpo, el sueño de cualquier adolescente.  

Había sido elegida recientemente la reina de la primavera. Casi no le sorprendió la decisión, sabia lo que despertaba en le sexo opuesto. Estaba en la cima de lo que una joven puede esperar de la vida.  

Anastasia era su nombre, hasta su sonido al pronunciarlo era sensual. El contorneo en su caminar era apropiado pero a veces, un poco exagerado, aunque nadie se quejaba de ello;  los chicos porque les fascinaba, las chicas porque querían imitarla. Todo estaba como debía estar, según ella.

Carl era un chico común; esmirriado, pelo rojizo y pecas en su rostro,  que siempre detesto. Su escaso contacto con las mujeres le jugaba en contra. No sabia como hablarles, se ponía nervioso y las palabras se le anudaban en la garganta. Por supuesto que estaba enamorado de Anastasia, como el resto de los chicos del colegio.

No tenía ninguna oportunidad. Pero el destino no siempre es lineal, predecible.  

Esa noche era muy fría. Anastasia estaba en una banca esperando el metro, mientras leía un pequeño libro de bolsillo.

Un hombre de unos treinta años, barbado y con un penetrante olor a alcohol, se le acercó lentamente, balbuceando groserías.  Trato de propasarse con ella. Era un hombre fuerte, forcejearon.

Carl estaba en la acera de enfrente. Casi no lo pensó, solo reacciono instintivamente ante el peligro. Se desabrocho el cinturón de su pantalón y cruzo la calle. Mientras el agresor estaba de espaldas, Carl aprisionó fuertemente el cuello con el cinturón. El hombre, que era blanco comenzó a transmutar en azul. Su lengua parecía salírsele de su boca. Carl siguió en su empeño. El hombre se puso de rodillas y casi no podía respirar. 

Anastasia recupero el aliento, acomodo bruscamente su ropa que había sido desgarrada y solo lo miro. A él, no a su agresor.

¿Quien era ese chico? Comenzó a respirar con más normalidad mientras seguía mirándolo fijamente, estaba impresionada. Una extraña reacción, pero ¿Quien puede predecir cómo se actuará  ante un ataque sexual?

Carl aflojo el lazo y el hombre pudo dar algunas bocanadas de aire salvador. Su cuerpo quedo en el piso dando estertores. No murió.

Carl se acerco a Anastasia y le dijo, mientras la ayudaba a levantarse de la fría banca de madera en la que se encontraba:

- Estás bien.

-Si, quien eres.

-Soy Carl, somos del mismo Colegio.

Algo se produje dentro de ella, pero no lo suficientemente poderoso para enamorarse de él, las cosas no son tan fáciles en la vida real. Caminaron juntos a la otra estación del metro y subieron al mismo. La llevo a su casa  y eso fue todo.

Alison, una joven morena, esbelta pero no tan agraciada como Anastasia, observo toda la escena. Ella era un alma solitaria, a quien nadie se hubiera detenido un segundo en mirarla, según ella opinaba. Carl tampoco nunca la tomo en cuenta en el colegio. 

Le conmovió la acción de ese chico. Los siguió y a cada paso que daba, observaba como Carl trataba de consolar a Anastasia, tan tiernamente que su corazón parecía salírsele de la caja toráxica. 

Ante sus ojos era un héroe, un caballero de resplandeciente armadura, el inocente ensueño de una joven.

Al otro día, en el colegio, Alison tomo la iniciativa, Sus manos le sudaban mucho, pero no podía detener lo que se había iniciado. Se le acerco a Carl y le dijo:

- Esta carta es para ti  - y se fue muy raudamente.

La nota decía:

“Carl, eres el chico mas gentil y amable del universo. A veces una chica haces locuras, lo se. Pensé mucho en escribirte esta carta, quizás ridícula carta, pero no encuentro otro camino.

Quiero que nos conozcamos y seamos amigos. Si lo aceptas, pásame a buscar a mi casa esta noche  a las 8 hs. y vamos a ir al cine. Será nuestra primera cita. Alison”.

Carl le sorprendió la nota y al mismo tiempo no podía creer que despertara algo tierno en  alguna mujer. Concurrió puntualmente. Cuando vio a Alison, le dijo con voz un poco más fluida que la de siempre:  

- ¡Estás preciosa! – Se acomodo su corbata y le obsequio su brazo derecho para que ella posara su mano.

Hoy llevan treinta y cinco años de matrimonio. 

 

A veces, el amor verdadero aparece como una breve ráfaga de luz en la profunda  oscuridad, solo hay un preciso momento en la que se puede observar. Solo hay una oportunidad antes que desaparezca en la nada.   

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