Desperté una vez en medio de mi sueño, en la noche, justo cuando comenzaba a descender los peldaños que llevaban hasta el sótano.
Camine por el largo y frío pasillo y pude ver a mis lados, los enormes y negros barriles rebosantes de humedad.
Mis piecitos descalzos caminaron y sin embargo, nunca sentí el contacto con el suelo.
Tampoco vi a los del coro. Finalmente llegue hasta el ultimo de aquellos toneles, sobre el cual pude leer claramente: “Aquelarre”.
Allí estaban varias personas que no conocía, paradas, viendo hacia abajo.
Me obligaron a beber aquella cosa, espesa y hedionda, sin jamás mirarme a los ojos.
Arriba estaba alguien observándome, creo, o tal vez solo era un bulto, no lo se.
Esa fue la noche de mi iniciación, estoy seguro.
Luego regrese a dormir sin más sobresaltos, aunque por más que trato, no logro recordar como llegue de nuevo a mi cama.
Y aun mengua la luna cada mes así, en silencio, hasta hacerse nueva, pura, infinitamente cautivante.
Y aun van los niños a la escuela cada mañana acompañados de sus mamas. Y las bestias paren sus crías normalmente cada primavera, sin que nadie note en mi cambio alguno.
Y sin embargo…