La he tomado de la mano con cortesía y reverencia. La he invitado a danzar alrededor de la fogata que incinera a una pila de leños. Danzamos sin esquivarnos la mirada el uno del otro, su pálida y deslumbrante blanca piel envuelta en perlado y satén desata murmuros y susurros ha cientos de espectadores que la ven. mi otra dama de compañía perfecta y extravagante bailarina danza junto a mí en la fogata de la vida.