Desaparecen sobre la hierba las mismas ganas de vivir. Cada vez más estoy llegando a la paz que mi infancia soñó en una tarde sofocante y solitaria; estoy de a poco desarmando los egos aunque al final del día no me quede con nada; estoy deshaciendo condenas autoimpuestas porque nadie iba a reclamar por ellas y así tener parte de mi culpa, porque en cuanto a mí siempre tuve la culpa de todo pero desde hoy me hallan en la sensatez. Entonces de a poco me voy perdonando y el suceder de la naturaleza siempre esperó a este momento, en donde yo encuentro la primera esencia de la vida en los pasos que doy al cerrar la puerta, y descubrir la belleza en cada cosa y en cada segundo aunque precisamente yo no sea participe de lo más bello, y este es uno de mis lugares más verdaderos. Hoy he renunciado un poco a todo y ya no tengo las mismas ganas de vivir, porque la vida me espera en partes donde ya no busque significados y aguarde solo un momento para respirar; porque al ser yo un espectador más me convierto en un elemento del paisaje al entender lo más orgánico, más allá de la frontera que significa la piel.