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DISECACIÓN FOSILIZADA


Me consumo en la temprana ausencia de algún te quiero, de algún abrazo, de esos que una vez me di el lujo de rechazar por miedo a perderlo para siempre; me consumo lento y de eso se hace a cargo el tiempo, tan cruel y sobrenatural, solo conmigo  parece no importarle, porque desde mis entrañas me hago arenilla para estar dentro de un reloj que marcará minutos sin presente; qué lento y despiadado me consumo antes de mi segunda década, en la soledad que estrené cuando jugaba con barquitos de papel sobre un charco. Aquella llegó y se metió dentro de mis zapatos, de mis cuadernos y de mi maletín, yo la transpiraba sin darme cuenta, ahora ella misma me ve consumirme sintiendo pena, porque tendrá que arreglar sola la casa y algunos recuerdos plastificados que se independizaron de mi mente.

Son gramos de tristeza despegando desde mi nariz y llevándome al ras de la puerta que nunca crucé; son remordimientos los que retumban en mi conciencia desde hace años y hasta ahora no he podido desprenderme de ellos, como vicio memorial. Detrás de una esquizofrénica tarde prefiero volverme niebla desapareciendo al mediodía, como deseando revivir emociones dolorosas para dar segundas oportunidades, porque fueron únicas en su momento; así estoy, así me consumo, en un viejo mueble recordando todo antes del final, viendo cómo brilla rojizo y ocre aquel cielo que me volvió loco del llanto, sin absolutamente nada; me consumo en la temprana ausencia de algún te quiero, de esos que nunca dije y nunca recibí porque se me fue toda la vida esperando a que un par de labios lo pronunciara.

Cuánto quisiera haber rozado, al menos, con alguna pasión ajena a mi sentir, pero ahora mi propia pasión ve cómo mi piel se comienza a disecar como la hoja que nunca regresó a su árbol, mi piel se diseca y ni siquiera yo tengo piedad de ella; tanto que deseó guardarse en su silencio el calor de otros dedos, recordar la intención de cualquier forastero que quisiera recitarla con sus besos, que aun en su lecho figurativo revive los momentos en que se congeló ante la desmitificación de una promesa. Se consume la vela que si acaso alumbró medio cuarto así como yo, descubriendo en últimas instancias que todavía tenía trocitos de corazón por amontonar, para ver cómo la brisa se los llevaba con todo y dolor; y sigo consumiéndome, y sigo imaginando cómo me hubiera muerto si en mi cuerpo tuviera la sensación pasajera de contrarrestar el frío de la madrugada con el fuego que yo robaría de otro cuerpo, haciéndola de nosotros, tan marcado, tan impredecible, tan intenso y sin disculpas de que pronto amanecerá…

Ya no tengo nada en el desespero de una hora veloz, todo se termina de ir en el regreso de una lluvia que empapa cada queja y cada error, menos la nostalgia de tantos callejones; todo finaliza antes de que esta casa no escuche más el susurro de mis pasos intentando buscar un poco de consuelo para mi alma; me consumo con todo y nada al mismo tiempo, botando por la ventana excusas que solo usé una vez y por eso acumulé demasiadas hasta hoy, sobraban dentro de mi filosofía.

Y aquí, en esta casa y en esta habitación donde un par de veces me ahogué en risas, abriendo la ventana para que la luz del sol y de una que otra luna sollozaran hacia mi oscuridad, me termino de consumir, y es una disecación que eliminó toda posibilidad de tregua conmigo, es lenta, es progresiva, es satírica y frentera y, al mismo tiempo, muere la melodía de un beso, el lado oscuro de un sueño, la eternidad de un abrazo, el enojo de un amigo y todo lo que creí sentir, vivir debajo de mi piel, pero no me duele ni me causa gracia porque al fin de cuentas ese todo se resumía en una palabra que sí me dolía tanto porque era muy cierta: ideas. Se pulverizan mis años en cada horquilla de mi cabello, se disuelven mis sueños, mis cuentos y mis ganas en una infeliz gota de lágrima que se detuvo en la mitad de mi mejilla, y todo antes de mi segunda década. Me consumo con los labios sellados por mí mismo: pude decir lo que siempre sentí pero nunca dije nada porque sentí que era mejor no decir nada, como una fosilización de lo que todos conocen como presente.

 

 

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