Soy el Quijote que cabalga en las letras del alma, en la tinta de mi alma, durante décadas suprimí y aborrecí al dolor, el sufrir lo repudie desde mi puericia, odie profundamente el daño somático, odie el rechazo, sufrí la perdida de los amados y llore amargamente, hasta secar mis cuencas castañas, allí! en el monzón de la selva del dolor, dome a la bestia del ramalazo, la encadene, la encofre y la enterré.
Pero mi corazón mustio lo recubrí con, acero, piedra. Y deje de sentir dolor y me volví indiferente ante él. Ante el dolor de los demás y ante mi propio yo, la empatía se fue de mí, tomo su abrigo, su sombrero cerrando la puerta frente a mí, pero el tiempo fue implacable, y fue desojando el árbol de la vida, hoja a hoja, rama, a rama. Y un día el ermitaño solitario, despertó, sentí que quería amar, sentí el deseo de ser amado. Pero como el amor va unido al sufrimiento, me sentí inhabilitado al amor, y entendí que el dolor y el sufrimiento debían volver a mí para volver a amar.
Y así paso, entre el paraje de los caminantes la odisea fue abriéndose paso en los bosques de la soledad, nuevos senderos fui creando, sin embargo la soledad ha sido mi compañía y me ha reconfortado durante largo rato. Parajes, amaneceres y atardeceres han sido los lienzos del pintor omnisciente, galerías infinitas, incontables se postran frente a mi efímera existencia. Y aun así nada es suficiente y el cuenco sigue vacío y roto.
Cierto tiempo después encontré a la Dama la hidalga, al pasar frente a frente nos saludamos. Buen día hidalga, buen día caminante, hacia dónde vas, a desencadenar lo que encofre durante décadas, ¡ha! ya veo, y usted a entregar todo lo que sobra en mí. Pero mi paso por este sendero aún más corto, y el suyo es infinito. Así es amigo caminante, mi destino fue escrito en las estrellas del firmamento mucho antes del que el sol brillara.
Sin embargo puedo acompañarte y ayudarte a ser menos solitario en este sendero de la vida caminante. Señora gracia por su ofrecimiento. he leído en su bitácora que es muy difundida en el universo entero que sufriste amargamente y amaste a los semejantes para liberarlos de sus penas y aun así solo te buscan y recuren a ti y te nombran cuando padecen grandes desgracias, ironías de la vida, no debería ser así. La costumbre se hace hábito, el amor está allí. Gracias hidalga, una amiga más nunca está de sobra gracias por su compañía. Y así pasamos largas horas hablando de la vida, la soledad, la felicidad, la incondicionalidad y otros largos temas filosóficos en el sendero de la incertidumbre.
El famoso cineasta Woody Allen dice en “La última noche de Boris Grushenko”: “Si no quieres sufrir, no ames pero si no amas para qué quieres sufrir. Amar es sufrir. Para evitar el sufrimiento se debe no amar. Pero entonces se sufre por no amar. Luego, amar es sufrir, y no amar es sufrir. Sufrir es sufrir. Ser feliz es amar. Ser feliz es, por tanto, sufrir. Pero sufrir hace que uno no sea feliz. Así, para no ser feliz, se debe amar, o amar para sufrir, o sufrir de demasiada felicidad… ¡Espero que estéis tomando nota!”. Una especie de laberinto sin salida…
En el sendero de la incertidumbre empinado y rocoso, peñascones de cosas indeseadas me obstaculizaba mi paso, algunas las esquive pero otras siguen dificultándome el paso, estos peñascones los he ido moldeando y desintegrando golpe a golpe, cincelando sus imperfecciones rocosas abriéndome paso, en sus venas endurecidas en una especie de bypass por los segundos de la vida.