El hombre es el ser épico por excelencia, porque tiene un más allá, tiene un ideal y ha sacrificado todo por eso. ¿Quién dudará entonces que en cada objeto terrenal está expresada la voluntad de alguien? El único soporte del “Ser” penetra en toda la existencia (A eso, es lo que llamamos Jerarquía del Infinito). Me supo mal, muy agrio, tan amargo y triste la epopeya de la muerte de “Chicho”; gran amigo, casi un hermano…, Me llenó el pecho de dolor la noticia…, recordé su aspecto de la última vez que nos vimos en el bar “Xiux”; necesitaba hablarme algunas cosas para desahogarse…, sus últimas palabras sonaban a despedida. Ahora comprendo que uno presiente la muerte… La palabra “muerte” seguía repitiéndose en mí, como un eco que viajaba sin pagar peaje… Con él, compartí muchas secuencias propias de mi vida cotidiana… Entre el hielo inquebrantable de su repentina partida de este plano terrenal a algún lugar distante de un Mundo Superior, me hizo cavilar su deceso en muchas cosas interesantes.
Si, ¿Cómo cuáles?
Creo que, hay demasiados entes sometidos a un fluir constante que tiende a debilitarse y, finalmente, a cesar. El cambio de todos los movimientos terrestres constituye la naturaleza esencial de los mismos… En nuestra vida como seres humanos, experimentamos dicha transitoriedad por medio de cuatro sufrimientos: el sufrimiento de nacer (que implica el dolor de la existencia cotidiana); el sufrimiento de la enfermedad; el de la vejez y, por último, el de la muerte. Ningún ser humano puede considerarse exento de estos pesares. Podría decirse que la angustia y, en especial, el problema de la muerte fueron lo que condujo a la formación de sistemas filosóficos y religiosos. En verdad, todo cambia continuamente, a cada momento, se trate del mundo de los fenómenos naturales o de los asuntos humanos. Nada conserva exactamente el mismo estado, ni siquiera al cabo de un brevísimo instante: hasta las rocas y los minerales de aspecto más compacto y sólido están sujetos a la erosión del tiempo
¿Qué es la muerte?
No es un simplemente hecho físico, biológico, material; la muerte es una constatación de la tragedia del ser, es el destino final de nuestra vida en la tierra… "Podemos sentir y conocer la pérdida de un hijo, un amigo, la de la fortuna, etc. Y guardar luto por ello…Cualquier día, puede sobrevenir de pronto nuestra propia muerte y no podremos sentirla; porque en el mismo momento de ocurrir, ella nos hace insensibles a todo. Entonces, es absurdo el temor que sentimos por ella”. Y, aquí viene la gran paradoja del verbo “morir”: ¡Yo, también moriré algún día! ¡Tú, morirás! ¡El, (Ella), morirá! ¡Nosotros, (as), moriremos! ¡Vosotros, (as), morirán! ¡Ellos, (as), morirán! Se hace difícil pensar en nuestra propia muerte. De ahí que el tema provoque tanto interés, a pesar de su aparente indiferencia: la muerte es lo único que tenemos seguro desde el instante mismo de nacer… Creo caminar hacia delante en mi percepción… no me detengo en medio del circulo minúsculo y oscuro de incertidumbre que causa pensar en la muerte como algo entendible; buscando en su esencia una explicación lógica «La memoria de nuestros difuntos nos atemoriza a todos, pero no por el hecho mismo de morir, sino por no saber qué hay más allá de la muerte…Todo lo viviente, según Aristóteles, tiene una especie de alma… El tiempo y la muerte van unidos. Por eso, a medida que "existimos" nos acercamos más a nuestra propia expiración.»
Ese día en la funeraria…
Después de dar el sentido pésame a los amigos y familiares del difunto; me acerqué compungido al altar mortuorio donde era velado mi amigo en medio de la luz mortecina de cuatro cirios … A través del visillo de cristal del ataúd; miré el pálido rostro desencajado de “Chicho”. ¡Allí estaba su cuerpo inerte en el interior del estuche! inmerso en una profunda soledad sin límites… Supongo que lo que ahora siento, es miedo a esa realidad que a todos nos toca…, De que él se fue primero y yo, me iré después…, Se necesitan más que agallas para comprender el impacto para el que se queda, viendo que el otro ya se fue (amarga ecuación). Dolerá su ausencia por algún tiempo… será talvez como estrellarse contra el pavimento (o sea, el suelo). Después de releer el pasado donde fuimos protagonistas en muchos pasajes, me resulta increíble que, todo haya terminado ipso facto por su fallecimiento… Cuando compartíamos, nunca pensamos en morirnos algún día, amábamos la vida, la recocha y la madera de gallo…, hablábamos de todo, pero, más nos complacía discutir de planes futuros…, de cosas placenteras y agradables (como irnos de camping cerca de un rio a pescar); alguna vez, planteamos viajar a Roma, propiamente a la ciudad del Vaticano, con un mensaje claro para el Papa “Francisco” que dijera así “Venimos de allá… Aquí, estamos presentes… y, ya nos vamos” como le quedó el ojo, en Cartagena (morado) compadre… Una noche de bohemia juntos, todo era risas, proyectos y bienaventuranzas…Arreglábamos el mundo, comenzando por nuestro país “Colombia” que no tiene arreglo… Nos encantaba escuchar de toda música en la “Taberna del oso”; vernácula, ranchera y popular en el bar de “Xiux” de caballo loco… Íbamos en moto a rumbear en las discotecas de la zona Rosa de la 95, o de la Calera... En esos alocados recorridos, nunca nos pasó nada… Gracias a Dios… Las mujeres, lo eran todo, aunque algunas nos pagaron mal; (Por ellas) escribíamos poesía para congraciar sus atributos a las que fueran fieles, y, para las que ¿no lo eran? También… Todo esto posee otra dimensión en el tiempo ido. Son recordatorios de lo que alguna vez fuimos… La gran tragedia griega de la vida no es la muerte. Es lo que dejamos morir en nuestro interior mientras estamos vivos. Los ciclos de vida y muerte se asemejan a los períodos alternos de sueño y de vigilia. La muerte, de tal forma, puede ser concebida como una fase de descanso y recuperación, antes de una nueva vida, así como el sueño nos prepara para las actividades del día siguiente. En cada cultura, en cada núcleo social, la muerte es vista como un acontecer latente, vivo, accesible y al mismo tiempo, ignorado. Cuando uno logra ver la muerte desde esta perspectiva “La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene”, lejos de repudiarla encuentro en ella, al igual que en la vida, un beneficio digno de apreciar.