La idea de este artículo la saqué de un artículo publicado en Facebook y me pareció muy interesante, tanto como para ampliarla y publicarla en el RINCÓN. Por supuesto que es mi versión de eso que es un síndrome que afecta a millones de latinoamericanos.
SÍNDROME
- Para comenzar, un síndrome es un cuadro de síntomas y signos conocidos e identificados que pueden tener una o varias causas, no necesariamente biológicas. Por normal general, los síndromes no desarrollan alteraciones anatómicas en el sujeto que los padece.
- Conjunto de signos o fenómenos reveladores de una situación generalmente negativa.
La figura del personaje del Chavo del 8 llamada Doña Florinda, es un ejemplo típico de muchas personas, hombres y mujeres de América Latina que llevan consigo ese síndrome revelador de una situación negativa que consiste en pretender ser alguien de una clase social que no les corresponde. En México lo bautizaron como síndrome de doña Florinda, pero igual se aplica a los varones creídos y petulantes que no tienen en que caer muertos, pero presumen de clase, de poder y de riqueza.
Todas las Florindas y Florindos viven en inquilinatos, en México llaman vecindades, que son como pequeñas unidades residenciales con varias viviendas humildes donde viven personas pobres que pagan un arriendo mensual a un propietario rico que los humilla cuando no pagan (en el programa de TV es el caso del señor Barriga y don Ramón) y viven acosados ´por falta de dinero, con excepción de Florinda que recibe una pensión que le paga el estado por su marido difunto y le alcanza para el alquiler de la vivienda y consentirle caprichos a Quico su hijo, aparentemente el niño rico de la vecindad.
El síndrome de doña Florinda le hace creer que es mejor que sus vecinos y su hijito el mejor vestido y más inteligente. Y los caballeros que sufren de lo mismo también se creen mejor que sus vecinos y amigos, pero no asisten a clubes exclusivos ni beben whisky o tragos de calidad, estos florindos masculinos tampoco juegan golf o practican equitación, beben cerveza, aguardiente, chirrinche y otras bebidas baratas, juegan tejo, rana y, si son mayores, se encuentran con los mismos amigos en los mismos sitios para jugar parqués, dominó o hablar siempre de negocios ficticios, de política y de mujeres que jamás tuvieron.
Se creen de clase media y son pobres viven en barrios de pobres y sus vecinos son pobres, en viviendas arrendadas o en inquilinatos, pero se creen mejores que ellos, y por lo general sus parejas comparten eso que llamamos arribismo y es el mismo síndrome de doña Florinda, o sea aparentar lo que no son y se puede resumir en lo que alguien dijo, “gastan lo que no tienen, comprando lo que no necesitan para aparentar lo que no son” y viven endeudados porque su presupuesto no les alcanza nunca para demostrar un estatus que no les corresponde.
Los que padecen de este síndrome por lo general nunca alcanzan el nivel que presumen porque su bolsillo no les da para esos gastos como un carro de lujo, universidades caras o ropa de alta costura, pero siguen presumiendo de riquezas y posiciones sociales ante sus iguales que muchas veces les creen a pesar de que saben que también son pobres.
No agrego más, a sabiendas de que muchos de mis lectores en Colombia y otros países conocen estos seres que padecen del síndrome de doña Florinda y ni se dan cuenta.
Edgar Tarazona Angel