Con aprecio a Acnun por animarme a
terminar de publicar esta historia,
gracias de nuevo y salud, por tus letras,
por tu juventud y valía.
-El sexo me duele-, eso dijiste mientras jugueteabas con las orillas de la copa de vino, seguías con la misma postura en la silla que antes no imaginaba ocupada; ahora pertenecías a ahí y yo... yo pasé saliva y seguí escribiendo.
Después de preguntar por mi piso nos alejamos viendo hacia la misma dirección, puse mi mano en tu cintura y ahora no tenía que evocar tu calor: excedía la tela del vestido. Mis dedos corrían por tus contornos, descubrí el elástico de tus bragas, iniciaba caminos desesperantes de costuras con texturas nuevas. No decías nada y sin embargo me dirigías miradas invitantes cada que yo inventaba rutas hacia tu lugar de mi placer.
Apenas algunas calles después empujé tu cuerpo dentro de un edificio viejo de las orillas del pueblo, traspasamos la puerta para encontrarnos en el cubo de las escaleras. El lugar era mal iluminado y la humedad se metía por la nariz, el salitre dificultaba la respiración; algo tienen los lugares cercanos al mar que lubrica los pensamientos, a veces las acciones. Ahí fue el primero de mis ataques. La flor roja que estaba en tu seno derecho fue plegada por mi mano hasta quedar de vuelta en botón, un sostén de media copa luchaba por mantener tu carne dentro, tan diestro como para modelar mi barro te liberé. La penumbra confundió mi vista y sin embargo pude olerte por encima de todo, de tu pecho salía un aroma a jazmines. Recordé, en ese momento, la historia que habla del perfume de jazmín cuando pasa un ángel cerca y la conté en tu oído mientras mis dedos reconocían cada borde y arruga de tus aureolas. Jadeabas, respirabas difícilmente y los pulmones hacían que las esferas de carne caliente se contrajeran y expandieran, con mi voz penetrándote y mis ansias haciendo cabriolas en tu pecho, dibujando quimeras, intentando sacarte la magia líquida del cuerpo. Y seguí hablando...
“Aún no sé tu nombre y no me importa, recordaré por siempre tu olor a ángel, ante eso nada vale. Suspiraré por esa esencia las horas que no estés. Emergiste después de invocarte con el pensamiento por toda la vida. Te extraño desde ya, desde el momento absurdo de atacarte ¿Qué podía yo hacer si sólo esperaba por ti? Cuando apareciste dejé de pensar para intentar conocerte completa. Confieso que la fragancia de tu pecho eres tú, más allá del ángel que huele al almizcle de tu territorio de Venus. Y sin embargo deseo volver carne el incienso y la emoción ¿Sería extraño decirte que te quiero? Ya está: Te quiero”
Tu cuerpo quedó tenso sosteniendo el aire que lo llenaba. Acudió a ti una risa explosiva y natural al momento de separarme con tus manos; la risa te agitaba, te sacudía sin control; tu seno inseguro se movía al ritmo del acceso: arriba, abajo. Seguro puse cara de estupefacción porque al mirarme paraste de reír y hablaste, –Esto es tan estúpido que yo también te quiero-, te arrojaste sobre mi boca y la mordiste con fruición. El beso nos supo a sangre mía y a nuestra saliva pastosa como la pasión sexual.
Yo tallaba todo tu cuerpo con ambas manos intentando romperte la ropa y transgredirte...
Levanto la mirada y no estás en la misma silla. La idea de que hayas sido una aparición me cruza como una bofetada. Atrás de mí preguntas que si la palabra "transgredirte" tiene que ver con quebrantar la fidelidad con el dolor interno e inflamado de tu bajo vientre. Es entonces que no puedo más y te arranco la bata que no vale nada sin ti.
Antes de volver a estar dentro tuyo, observo en el piso mi cuerpo anulado que ha sido abandonado por el alma que se ha hecho entre tú y yo.
Ah... algo más: ya sé tu nombre.
Tu posesión: ErosWolf