- Te vas a regresar.
- ¿En qué estación estamos?
- En la lagunilla.
- Para este entonces, me queda más cerca el metro Garibaldi.
- Te irás hacia Buenavista con Sandi.
- Al menos tendré guía, nunca había estado en la línea amarilla.
- Va mis hijos nos vemos mañana.
- Nos vemos.
Hace tiempo que la conocía de vista, desde el semestre pasado cada vez al cruzarme con ella en el pasillo, a veces intentaba hablarle, conocerla, saber su nombre. Desde ese momento llamó mi atención, poseía todas las cualidades y gracias que siempre buscaba en una dama; anteriormente tenía el cabello largo, pero termino cortándoselo.
- ¿Adónde vas?
- Voy a la siguiente nada más.
- Ya veo.
- Y tú, ¿desde Garibaldi sigues transbordando?
- Si.
- ¿Cómo cuanto tiempo te haces?
- Una media hora.
El destino parecía comportarse generoso al permitirme estar con ella; era la primera vez que estábamos solos, ¿qué debería hacer? Podía percibir su respiración y una fuerza me impulsaba a intentar abrazarla y decirle aquellas palabras que seguía reteniendo desde hace bastante tiempo; los dioses no eran amables si su gracia no se ganaba.
- No me conoces, ¿verdad?
- No te había visto en el grupo.
- Yo tampoco…
Palabras amargas al ser pronunciadas, de seguro se estaría riendo el hado con su vil jugarreta; no eran los indicios que esperaba al llegar a este momento, solo encontrarme con la total ignorancia de la existencia. Fracaso eminente, ¿se podía amar cuando se era un completo desconocido, ó, no existía semejante sentimiento?; cenizas de viejas hogueras sostenían mis manos, crepitando a veces en ellas una que otro chispa que se confundía con la flama verdadera.
Fantasía cruel no hubieses venido si al final te llevarías el teatro y a los actores; venga el desenlace presto para borrar está memoria llamada enamoramiento, es obvio que sus ojos no nos miran ni sus manos aplauden al contemplar los monumentos hechos en su nombre.