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Procurando distanciarme durante un rato de esta falsa verdad que sofoca y socava al Ser Humano, me escapo hoy para Sentisemo en busca de un poquito de la inmaculada humanidad que tan solo puedo percibir a través de mi boxillo.

Hoy alumbra en Sentisemo un silencio celestial que propicia el afecto y la hermandad innatos en este espacio sagrado donde la voz de Dios es un susurro constante.  Absorta en este subyugador ambiente me encuentro en un acogedor parque cercado por un bosque poblado de suaves aromas que se perciben fácilmente por los poros.   Me siento en la primera banca que encuentro, a contemplar una invasión de pajaritos que sugieren una temporada de amor, según se coquetean entre ellos.  Mientras mi mente divaga por las delirantes emociones que me inspira Sentisemo, alguien llega y se sienta a mi lado.   En Sentisemo se me hace muy difícil distinguir entre mujer y hombre, es como si este Ser me eclipsara la razón… o la visión, no sé.    

Sin siquiera saludar, yo misma induzco una charla que me permita conocer un poco más de este mágico espacio. 

·         ¡ah! Vine a esconderme por acá un rato… es que allá afuera hay demasiada confusión.  Palpar tanto dolor inhibe la esperanza.  Allá todos estamos convencidos que estamos del lado del bien, pero el mal pulula en toda realidad, aunque los buenos somos más, sí, todos nos creemos de los buenos.

Sin percibirlo, cada una de mis palabras eran los pasos que me conducían a contemplar esa confusión en llamas.

Me encuentro al frente de una batalla entre dos atemorizadoras llamas, aunque ambas son enormes, por momentos se hace más grande la una que la otra.  Sin embargo, esta condición no representa ni ventaja ni menoscabo, pues cada una la gozó y la sufrió porque cada una cuando ataca, tumba a la otra… la caída se levanta alimentada por la furia y acomete contra la rival para derribarla; así pasó todo este combate: entre triunfos y derrotas para las dos llamaradas de manera alternativa y sucesiva. 

A medida que las llamaradas se extinguían entre sí, quedaba en el ambiente una luz incolora, transparente… de la que se desprendía una voz suave e invasiva, que poco a poco usurpaba mi razón y que, como un poderoso imán, me llevó hacia ella antes de darme cuenta.

Una vez me sentí protegida por tan inusual emoción pude tentar que mi boxillo me susurraba al oído: “el juicio es el buitre que se alimenta del amor y del odio, y que los nutre a ambos” … “el juicio es la hoguera que consume al bueno y al malo y que comulga en uno y otro” …

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