El fallido y fatídico socialismo en la calle destruye la infraestructura chilena y devasta a su nación, buscando a las malas subirse al poder; el fallido y fatídico socialismo subido al poder mediante el voto popular, destruyó la economía venezolana y devastó a su nación… Mientras tanto Colombia, que no alcanza el nivel de ninguno de estos dos países y que sí tiene su ejemplo a cada lado, da pasos largos en ambos sentidos por hacerse al gobierno del fallido y fatídico socialismo, es decir, hace todo lo posible por llevarlo al poder utilizando para ello su activo más poderoso: el voto popular; entretanto el fallido y fatídico socialismo hace hasta lo imposible por hacerse al poder mediante la única y fructífera herramienta que tiene: el discurso fantasioso y populista de la igualdad social, provocador del resentimiento social suficiente para generar la protesta destructiva. Como ha sucedido a través de la historia, amparándose en los bríos y las ilusiones de la juventud: la esperanza del mundo… ¡vaya esperanza!…
Esto parece ratificar que el Ser Humano nunca está conforme, lo cual no debe ser del todo malo puesto que cierto grado de inconformidad manifestado mediante la protesta social y reclamo equilibrado, debe ser una motivación para trabajar en procura del progreso y la superación; sin embargo, en esta situación tan particular para Colombia que observa atento los resultados económicos y sociales tanto en Chile como en Venezuela, la nación adhiere al hilo comunicante de estas dos situaciones extremas entre los dos países, que aparenta ser el mismo hastío y la misma desilusión diseminadas por todo el mundo y que generan una confusión y un atolondramiento tales que impiden visualizar que la nefasta consecuencia de esta barbarie salvaje del abuso de la protesta y el reclamo es que detiene y retarda el progreso, porque los recursos económicos, de por sí escasos, que se invierten en la reconstrucción de la infraestructura y el transporte público destrozados se restan de la inversión en salud, vivienda, seguridad, servicios públicos y demás programas sociales que tiene el estado para atender a su población menos favorecida. La protesta social no debe prestarse para ser una recocha para divertir a unos cuantos ni mucho menos puede convertirse en una máscara utilizada por uno que otro para cometer algún delito; en su seriedad y pulcritud radica su efectividad. La validez de la protesta social la avala su rectitud y honorabilidad, el vandalismo y el gamberrismo le restan credibilidad, la deslegitiman y pierde el respaldo popular.
El pueblo colombiano, aunque desesperado y desamparado, está obligado a ser reflexivo y estudioso para no dejarse orientar por el discurso populachero y lastimero (venga del lado que venga), generador de odios y resentimientos, prometedor de dádivas y regalos imposibles de cumplir o que después salen muy costosos. Solo es válido ser vulnerable y susceptible a la realidad, entender que:
· Sea el sistema político o económico que sea, a todo estado lo sostiene su pueblo con trabajo y productividad, por tanto el estado está en la obligación de facilitar y fomentar la inversión del capital privado en el país.
· Pobres y ricos nos necesitamos en este mundo, tanto necesitamos los pobres de los ricos como los ricos de los pobres. Esta consciencia no da lugar a odios o resentimientos. Entre todos construimos el mundo porque es de todos, cada uno cumple una función en él y tenemos que aprender a convivir como mente superior.
· El papá estado manteniendo a sus hijos ciudadanos en ninguna parte del mundo existe. La práctica populista de subsidios y asistencias, revienta a cualquier estado sobreviniendo épocas nefastas de hambre y desolación.
· El discurso de la igualdad social dejó de ser una fantasía hace mucho rato y pasó a ser una filosofía que corresponde a cada uno realizarla con base en su trabajo y esfuerzo personal. El éxito y la superación no los garantiza ningún gobierno bajo ningún modelo económico, político o social que sea.
· El desconocimiento y la burla a la ley y a las autoridades es muy peligroso y demasiado contagioso, su inmediato y nefasto resultado es el caos y la anarquía… Por encima de todo, debe primar el respeto a la institucionalidad al igual que cero alcahuetería o permisividad con las conductas personales perniciosas o nocivas que sucedan dentro de ella. El agente de autoridad que sirva de mal ejemplo para la nación tendrá que someterse al buen ejemplo de su pueblo.