En esta semana que terminó, mal llamada santa, recordé mis años infantiles de acólito y otros posteriores en mi adolescencia y comienzo de la edad madura cuando la Semana Mayor o Semana Santa correspondía a unos días de recogimiento y meditación para los creyentes y, para los no creyentes católicos representaba un espacio de tiempo para descansar y dedicar a labores de su profesión o ceremonias de su religión.
Colombia es un país religioso con mayoría católica y las iglesias se llenan de feligreses que asisten a los ritos y ceremonias propias de esta religión, abundan las manifestaciones de FE en la Pasión y muerte de Jesucristo, símbolo máximo del cristianismo y en especial del catolicismo, con manifestaciones extremas como flagelantes, promesas que se pagan de rodillas y soportando dolores extremos. Pero, y aquí muestro la otra cara de la moneda.
Tal vez por los años 80s la gente comenzó a salir de vacaciones (antes también, pero a descansar en un pueblo o en una finca) a los lugares turísticos de moda y con el paso de los años las playas, los centros vacacionales y los lugares de diversión se llenan de turistas que hacen de todo menos cumplir con su deber de cristianos (lo curioso del asunto es que la mayoría de viajeros parranderos y escandalosos dicen ser católicos).
Cada uno es libre de pensar y actuar según su criterio, y eso es respetable, lo que me hace pensar es que no hay coherencia en los que afirman y lo que hacen porque afirman ser católicos, apostólicos y romanos (Sic) y actúan como infieles llenando los bares y discotecas todos los días de la mal llamada Semana Santa. La mayoría de colombianos, y esto es muy personal, desde mi punto de vista, piensan una cosa, dicen otra y hacen otra y esto aplica para la mayoría de actividades de la vida diaria y se puede aplicar a religión, política, economía familiar y otras cosas.
No pretendo cambiar costumbres, no es mi intención y menos mi capacidad de hacerlo, sólo quería decir mi opinión personal. No pretendo que todos los católicos de Colombia participen de los actos litúrgicos ni tampoco que dejen de ir a los sitios turísticos y centros de diversión, son mis recuerdos de una Semana Santa que ya no es Santa ni lo será en el futuro.
Edgar Tarazona Angel