Don Nadie soy yo y la cuestión es qué quiere decir eso del yo. La confusión quizá sea falta de carácter o identidad personal, aún teniendo mi número de identificación oficial en orden correcto, lo cual apenas me libraría de alguna situación policíaca, ya bastante logro en Guatemala donde siempre ha sido así.
Quizá al final de cuentas aquella utopía me hizo daño por tratarse de algo demasiado potente, fascinante, inmensa utopía, bastaría con decirles era una totalidad conmigo. Después de perder todo como puedo reponerlo.
No vengan a recomendarme productos tecnológicos de última generación, ni asociarme a fundación de beneficencia, terapias de comportamiento, partido neoliberal realmente existente derecha-izquierda-derecha intercambiables, liga de fútbol, chismes de celebridades o nuestros folclóricos sacrificios humanos. Así no vale.
Antes sí pude cuando hubo aquel sueño hacia un cambio de civilización, era como volar a vivir entre humanos la vida sencilla. Querer lo imposible es utopía.
Hombres y mujeres necesitan trabajar poco porque necesitan pocas cosas. Para qué habitar grandes amontonamientos denominados ciudades. Nombre bonito para tanta fealdad como la ciudad de Guatemala.
Lo único que necesito es alegría, pero ella voló y se perdió a saber dónde junto a la utopía. Ahora el mercado me ofrece productos de moda, fisioterapias, psicoterapias y religión reciclada, góndolas para consumo mediante tarjetas de crédito en bautizadas plazas comerciales. En la ciudad hay unos quinientos supermercados con anuncios multiservicio, sin arquitectura ni arte ni hospitalidad, ni lugar donde sentarse sin pagar salvo escaleras eléctricas.
En ese moll, tamaño mole, sentiría estar metido en inmenso cajón con comida chatarra. Ni me reconocería, ese no soy yo, como mínimo seguramente no lo quiero. Me gusta ser el lobo de la manada más que el hermano Asís, un lobo emponzoñado, rabioso, entrar a la ciudad mercado y morder hasta que se retuerzan, echen espuma por el hocico sin distinción de género, indiferente al hombre-mujer.
Hoy la gente prefiere una nube de datos a la utopía y no hay minuto para arrepentimientos, al próximo difunto le fastidiaban los chillidos. Yo como ustedes estoy en el medio y la mediocridad. Ahí fondeamos todos.
En el peor de los casos líneas de literatura a medio revisar, sin correcciones complacientes. Casi un borrador salido de algún fondo personal desconocido. No ofrezco segundos felices, éxitos, prosperidad ni nada. Si pueden hacerlo mejor bájense del mundo porque cada vez rueda peor.
Qué se puede esperar de alguien así.
Poquito a poco sabrán, van a leerlo.