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Ir a: El peregrino de la nada (11)

Capítulo 11: “El regreso del Peregrino”

-Usted es el profesor de Filosofía que, debe dar una acabada interpretación a tan extraño sueño – expresó Hilario una vez que Barbaró le relató el sueño.

-Hilario – intervino Juan – si te lo he contado, es para que, juntos deshilvanemos esta trama compleja.

-No  creo que sea muy compleja, profesor – añadió el joven estudiante – debemos comenzar por sus raíces para destrabar las interpretaciones.

-¿Mis raíces? – preguntó casi con admiración.

-Sí, profesor, sus raíces. Ese extraño sueño tiene mucho que ver con usted. Es más, yo creo que el Peregrino de sus sueños es usted.

-En cuanto a mi pensamiento. Puede que sí. Pero en cuanto a su conformación de la personalidad de este personaje tan peculiar.

-Profesor – recapituló Hilario – piense en la arenga del Peregrino, acaso ¿no tiene alguna relación con lo que usted nos manifestó hoy? aquí, sin motivación alguna, solo porque a usted se le manifestó de pronto que nos tenía que dar una clase de filosofía que muy pocos, yo diría nadie de los presentes entendió.

-¿Y eso que tiene que ver con el discurso del Peregrino en el lago Tiberiades?

-Todo – fue categórico el joven estudiante – Profesor, éste relato que usted me ha revelado en donde el Peregrino junta gente y les arenga con vehemencia contra todo un sistema imperante de normas, tradiciones y costumbres, contra una religión que profesan todos y a los que él – el Peregrino – quiere cambiarles solo con una arenga que resulta, de acuerdo a su relato, insubstancial, malintencionada y hasta diría yo banal.

-Pensé que era un discurso vehemente.

-No lo dudo – interrumpió Hilario – pero, repito insubstancial.

-Estoy en la duda. Explicate mejor – aquí Barbaró tomó la posición de paciente que espera aclarar sus dudas.

-La vehemencia que un sujeto puede interponer en un ardoroso discurso a veces llega al meollo en la interpretación de sus interlocutores, pero, es fluctuante en cuanto a la duración en las mentes de éstos interlocutores. Muchos líderes creyeron que sus seguidores habían internalizado sus discursos, pero se equivocaron porque con el tiempo la sociedad de ese país las desechó. Los líderes no tuvieron la fuerza poderosa y demoledora para arrancar de raíz las normas que han asumido como ciertas durante siglos.

-Por favor, sigo sin entender mucho de lo que decís. Lo analizo y lo internalizo pero no llego a madurarlo.

-Profesor, usted es una persona inteligente, no seré yo quien le haga entender lo que usted no puede desentrañar. Comencemos por analizar el comportamiento del Peregrino. El es un hombre que vive en plenitud su libertad. Vive como él lo desea y de pronto todo se le derrumba cuando un supuesto enviado le dice que ha sido elegido por Dios para trasmitir la palabra – aparentemente - éste enviado no pertenece al reino de Dios. Las provocaciones en la Ciudad Prohibida y su enfrentamiento ante quien dice llamarse Sésimo son dos circunstancias muy especiales, profesor que lo involucran directamente a usted, los dos momentos son aspectos que usted aborrece cuando los relaciona con su concepto absoluto de libertad, detesta el momento de la destrucción de la ciudad del mal, por eso la mantiene en pié. Lo mismo sucede con el profeta.

Allí Juan Barbaró lo interrumpió:

-El profeta que toma por mano propia el designio de todo un pueblo, amigo Hilario, hace las leyes más estricta para mantener un orden que no es tal…

-Lo comprendo, pero, ni usted ni yo ni ningún sujeto pensante podría llegar a asegurar que no recibiera las tablas de Dios. Pero, esta es una cuestión que aunque trascendente, no podríamos seguir discutiéndola, sin embargo pienso que puedo asegurar algo más respecto de su personaje: Sostiene con ímpetu sus ideas incluso enfrenta circunstancias muy especiales, yo diría traumáticas, cuando se rebela contra Dios. Los seis personajes que aparecen en escena, son manifestaciones puras de su propia conciencia profesor, de sus tremendas dudas sobre la existencia real o no de alguien que está por encima de nosotros. Cada uno de esos seis trata de convencerlo, pero él sistemáticamente se niega, por temor, diría yo. Siempre manifiesta, tanto al enviado, como a los seis que – repito – son ecos que atormentan su conciencia, como a la voz que él escucha: Soy ateo…vivo mi propia existencialidad en libertad …algo así por el solo hecho  de conservar su vida – sonrió y con picaría en su voz prosiguió – parece que el de arriba lo apretó bastante. Este Peregrino está aferrado a la vida, pese a que al principio del sueño parece rendido ante el enviado esperando la muerte. Cuando Rafén lo unge aparece en toda su plenitud la petulancia del Peregrino, aparenta humildad, pero dentro de si se siente el elegido para trasmitir “su” palabra. Contradicciones que se van profundizando a medida que su sueño continúa. Profesor – hizo una pequeña pausa y luego continuó – la libertad y las normas sociales no representan antinomias, Se puede gozar de la libertad y respetar las normas sociales, aun aquellas que son coercitivas a la voluntad del sujeto. Usted profesor Barbaró considera inadmisible este planteamiento que acabo de hacer, pero, véalo como una proyección desde su interioridad hacia el mundo exterior, usted se niega a si mismo al sostener que las normas sociales quitan su libertad interior, incluso la conversión de las reglas sociales no deberían de entorpecer su expresión libertaria.

-Insisto – interrumpió Barbaró – las normas coartan la libertad individual.

-Eso es si usted no modera su intencionalidad posesiva de subsumir las normativas a su arbitrio. La libertad, profesor, es conteste a su personalidad y a su voluntad de ser, pero no podría renegar de las normas que regulan la actividad social. Debe aceptarlas, tal como están porque la sociedad colectivamente las ha aceptado.

-No puedo pensar en retractar mi postura – interrumpió Barbaró y prosiguió – No hay coexistencia porque la libertad es la esencia misma de la existencialidad humana.

-Vuelve usted a reaccionar a la manera del Peregrino, su obstinación es muy grande, pero aun mas grave el hecho que no advierte que ese mal sueño del que usted habla, es una advertencia muy severa de  que su personalidad se encuentra extraviada por una interpretación, a mi juicio, errónea del concepto de libertad que usted tiene.

Barbaró no tenía argumentos serios para seguir con la discusión con el joven estudiante, es más, ya no deseaba seguir con ese diálogo, por eso preguntó:

-¿Cómo sigue esta historia de personajes tan peculiares?

- Bueno, hemos hablado de los principales. Con respecto al resto yo pondría atención en la mujer, Estrella, ella representa, según lo veo yo, la conciliación entre la postura del Peregrino y los designios de Dios, en ella siempre, a pesar de su condición de ignorancia, prevalece la cordura, representa el amor…

-Una especie de María Magdalena – le interrumpió Barbaró – es más… la escena de la pecadora ante el pueblo que le quiere aplicar la ley se asemeja mucho a aquel pasaje bíblico.

-Así es, pero, piense en algo profesor: al final él toma la misma postura que Jesús, cuando le dice “ve mujer y no peques más”.

-Pero – volvió a interrumpirlo Barbaró – luego se arrepiente.

-Se arrepiente porque conoce la historia y no quiere someterse a revivir el mismo pasaje bíblico, además aun tiene convicciones del ejercicio de su libertad absoluta y de su arrogancia de sentirse único actor de sus actos. En su vida personal – preguntó Hilario - ¿Existe una mujer como Estrella?

-Es más, estuvo al parecer presente en mi cama é hicimos el amor, pero, no recuerdo haber visto ni mantenido relación con una mujer así.

-Considero – reflexionó Hilario – que usted está en la búsqueda de una mujer como Estrella, pero no la ha encontrado. Ella está en su interior, profesor.

-¿Y el sacerdote que me acusa? – preguntó interesado en las reflexiones de su interlocutor.

-Ese es el fiscal de sus tribulaciones, profesor, no es otra cosa, no tiene la importancia que usted quisiera darle, lo acusa, lo acosa también, es el acoso que usted a diario sufre. El defiende mal su interpretación sobre la vigencia de las normas sociales, es más las subsume a una relación estrictamente religiosa. Esa es la gran equivocación del sacerdote, a la que el Sumo Sacerdote pareciera no estar muy de acuerdo, pero, que al final, según creo, cuando el fiscal le sugiere llevarlo al pretor de justicia, es decir al ámbito del derecho penal, toma el caso como un aspecto estrictamente religioso.

-Sos muy incisivo, Hilario – reflexionó el profesor  - pero creo que estás en la verdad ¿y el juicio?

 -En su defensa en aquel juicio ante el Sumo Sacerdote, pese a que dice todo lo contrario él tiene que abjurar de su posición, porque cuando se le pregunta:

“-Con esto queréis significar que ¿eres el Mensajero de la Palabra?

-Vos lo habéis dicho – exclamó el Peregrino.”

Experimenta no engañosamente sino con convicción que tiene que cumplir con una misión.

-Bien, Hilario, pero ¿Cómo se relaciona todo esto con mi posición?

-Eso lo tiene que repensar usted profesor Barbaró. Yo entiendo que usted fue educado de manera estricta en las normas de conductas sociales, se socializó pero al mismo tiempo  mantuvo internamente una lucha muy intensa que le hizo brotar todo el rencor que convivía con usted y por ende…

-Las antípodas de todo lo internalizado – concluyó Barbaró.

-Usted es un estudioso y consciente de su negación a todo aquello que fue subsumido durante años, inclinó la balanza a abrazar teorías contrarias a la formación que le impartieron en el seno familiar y por supuesto en el desarrollo de su vida social.

-¿Pensás que el Peregrino no logró su objetivo?

-El sueño está inconcluso, Profesor, pero yo diría que no lo lograría.

-Pero él tenía convicciones. Reflexioná el diálogo que mantuvo con Jafén.

-No lo creo, Profesor. Cuando mantiene el diálogo con ese extraño personaje llamado Jafén, el Peregrino lo fuerza a creer en lo que iba a predicar, de manera contraria quedaría fuera del contexto en el cual él iba a defender su postura, que en definitiva, era la Palabra de los tiempos que iban a venir.

-Acaso el Cristo ¿no hizo lo mismo?

-Con sutilezas, profesor. Con mucha inteligencia de su parte lograría algunos objetivos que pudo haberse propuesto. El peregrino… - sonrió y adelantó un resultado – fue nada más que el Peregrino de la nada.

Juan Barbaró mantuvo un silencio prolongado, silencio que alarmó a su alumno, incomodado en su silla, Hilario preguntó:

-¿Qué le sucede profesor?

Juan Barbaró al fin respondió con una insólita pregunta:

-Hilario Peres ¿Quién sos?

Hilario sonrió, esperaba esa pregunta, el alumno le había dado una lección de aprendizaje de vida a su profesor, Hilario se limitó a contestar:

-Profesor, soy su alumno, curso el segundo año en la carrera de Filosofía y Letras… - repitió lo que le había revelado minutos antes. Bajo ningún concepto soy el José del Libro del Génesis que interpretaba los sueños del Faraón – sonrió y luego continuó - Profesor, fue bueno hablar con usted. Me retiro satisfecho por nuestra conversación.

El profesor solo atinó a decirle:

-Gracias…abriré la puerta y cada vez que pases golpéala para que yo entienda que vivo en esta dimensión. No lo olvides.

-No lo olvidaré.

***

Juan Barbaró entendió que Hilario Peres había interpretado su sueño de manera exacta, Barbaró recapacitó aquella sentencia del joven estudiante. Era realmente un sueño que le advertía a la conciencia intrasubjetiva que nada de lo que había aprendido y nada de lo que había decidido en su vida iba a cambiar, solo fueron sucesos que lo condujeron irremediablemente al fracaso.

Juan Barbaró no supo internalizar y tal vez comprender el contenido de los fundamentos de la filosofía, él estuvo convencido de haberlos interpretado y lo peor, reflexionó, es que los trasmitió erróneamente a aquellos que lo escucharon y absorbieron sus equivocadas enseñanzas y aun más, muy angustiado, una cuestión superlativa que Hilario Peres no advirtió y era el secreto más guardado de Barbaró, no revelado ni a sus más allegados más íntimos: su adicción irrestricta a las drogas.

 

FIN

 

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