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Capítulo 3: “Stella”

Stella Rivera Moscoso, vestida de amazona portaba en su mano derecha una fusta, señal que había practicado equitación, a la hora del té, la joven de postura altiva, hacia su entrada a la casa. Federico observó a su prima antes de abrir su boca para saludarla, Stella era sencillamente bella, su cabello rubio, de tez bronceada por el sol del verano, de ojos de un perlado grisáceo contrastaban con su nariz pequeña y casi dórica, sus labios rojos y algo carnosos, delgada y esbelta, Federico no podía convencerse del cambio de aquella niña desgarbada que había conocido años atrás, Stella era cuatro años mayor que Federico. Reflexionó para sí “es bella, realmente hermosa, muy hermosa…”

-Papá, la yegua no está en optimas condiciones…debemos ver al veterinario para que la revise.

- ¿Que has notado?, mi princesita – y de inmediato se incorpora para darle un beso tomándola por la cintura le comentó – pero si Adrián el veterinario la revisó la semana pasada ¿Qué has notado? – volvió a preguntar.

- No tiene buen andar…y eso que no la hice trotar mucho.

-Si, ¡claro! - interrumpió Roberto - si pudieras matar al pobre animal, ya lo hubieras hecho.

Stella giró su cabeza hacia la mesa donde se encontraba su hermano y Federico,  le contestó de manera aireada-:

-¡Imberbe inservible!...-ignorando a su primo prosiguió- vos – señalando con su índice derecho – sos el menos indicado para hablar de estos temas… bueno para nada…- su manera de dirigirse al hermano era muy acusadora – no lograste ni siquiera estar un año en el Colegio Militar – eso parecía  tener un tono por demás humillante -  además mi conversación es con papá y no con vos…pero- reflexionó- ¿Quién te acompaña hoy?

Por fin, pensó Federico, se había fijado en él después de esa estúpida conversación.

Clarisa interrumpió su silencio, situación esta que a Federico le había causado extrañeza, por cuanto su tía casi no hablaba en presencia de su marido, aún no comprendía cómo se comportaba esa familia en la intimidad:

-Stella, éste es Federico, tu primo…y por favor moderate con respecto a tu hermano –sentenció.

Stella observó a su primo con una mirada casi desafiante, con ironía se dirigió a él:

-¿Mi primo Federico? –preguntó como al pasar y luego dirigiéndose al joven expresó -disculpá, no te reconocí, has crecido ¿eh? …- pareció que se burlaba de su primo y dándose vuelta dirigiéndose al corredor de la casa concluyó- voy a darme una ducha.

Federico que se había incorporado para ofrecer un abrazo a su prima enmudeció y solo atinó ante tal desprecio a ubicarse nuevamente en su silla, Roberto rió fuertemente y el Coronel que aún se encontraba de pié se disculpó:

-Ella es así, altanera y muy orgullosa, ostenta siempre una falsa modestia…- era una descripción de un padre hacia su hija poco común casi, diríase incomprensible por la personalidad que comenzaba a vislumbrarse en el recio coronel - no lo tomes mal.

-No…claro- su voz era casi imperceptible, tenía seca la garganta, había admirado tanta belleza externa, pero, comenzaba a comprender cuán cruel parecía el interior de su cuerpo y alma. ¿Se habrá equivocado en este preconcepto? Federico no quiso reflexionar sobre ese aspecto y prefirió beber su taza de té.

Nadie habló por un momento, de tanto en tanto la sonrisa sarcástica de Roberto interrumpía el silencio, hasta que el Coronel, cansado de escucharlo, le reprochó:

-Roberto, por favor...suficiente ya, ¿si?

Roberto miró fijamente a su padre y sin responder, se limitó a disculparse:

-Perdón, voy a levantarme de la mesa…voy a respirar un poco de aire en esta tarde calurosa.

- ¿Puedo acompañarte?- se apresuró a decir Federico.

Clarisa intervino:

-Termina tu té, hijo, no has comido nada.

-No…gracias, estoy bien.- respondió Federico y mirando a su primo esperó una respuesta, Roberto lo animó diciéndole:

-Vamos, claro que podés venir …soy Roberto, tu primo.

Ambos salieron de la habitación y enfrentados en la mesa quedaron el coronel y su mujer.

Clarisa pareció reprocharle a su marido por la actitud de Stella, seria y calmada se dirigió a su marido:

-Rafael, no es posible el comportamiento de nuestra hija, pobre muchacho- se lamentó – recién llega y tiene que sufrir semejante desplante.

-Bah- sin importarle mucho al coronel – no nos mezclemos en problemas juveniles, Stella es así y no la vamos a cambiar ahora…ya se le pasará, estaba nerviosa por la yegua, nada más.

-Siempre dándole la razón a esta muchacha, no, no puede seguir en esta situación, más bien debo pensar que no se trata de un animal, sino de Andrés ¡ese sinvergüenza!...y nada menos el hijo de tu camarada el Coronel Ayala.

Rafael se irritó bastante que su mujer le hiciera recordar el asunto Andrés Ayala y exclamó:

-¡Basta mujer!, ese tema no está terminado.

-¿Lo creés?- le preguntó Clarisa con tono mordaz- Stella no está enamorada de ese joven…

Rafael la miró fijamente y preguntó con preocupación:

-¿Te ha confesado esto?

-No- le respondió Clarisa – pero lo presiento.

-Entonces…-con firmeza se pronunció el coronel- asunto terminado, este tema lo arreglaremos entre camaradas, Fernando Ayala y yo, es un asunto de estado - exclamo con vehemencia - nada ni nadie impedirá esa boda.   

Clarisa bajó la mirada que tenía fijamente sobre su marido y prefirió callar, sumisamente se incorporó y comenzó a retirar las tazas y la tetera en la bandeja plateada, lo escones no habían sido consumido y pronto debía comenzar a preparar la cena.

***

Los primos comenzaron a caminar por la vereda de la casa, bajándose de tanto en tanto por la calle arenosa y sedienta de agua, no había llovido en meses, la sequía se había adueñado del lugar aunque en el horizonte ya se avizoraban nubarrones que pronosticaban posibles tormentas, ya cercana la Navidad, el cura Antonio, párroco del lugar había realizado una procesión el domingo antes de la llegada de Federico para pedirle al Altísimo que se acordara de los pobladores del lugar y que las lluvias llegaran. Los primos llegaron a la placita del pueblo, no habían intercambiado palabra durante el trayecto, en realidad eran tan solo dos cuadras desde la residencia del Coronel hasta la plaza principal. Ambos se sentaron en un banco a la sombra de un paraíso y un carrito con helados justo pasaba por delante de los jóvenes, Roberto preguntó:

-¿Quieres un helado?...no son ricos, pero refrescan.

-Sí, claro…-respondió taciturno Federico- nos vendrá bien –agregó.

Llamó al heladero, Roberto le pidió:

-Dos helados, uno de vainilla – y dirigiéndose a Federico le preguntó-¿el tuyo que sabor?

-Dulce de leche - respondió a lo que el heladero le contestó:

-No tengo dulce de leche, puede ser, chocolate, vainilla o frutilla.

-Entonces que sea chocolate- y su mirada se extendió a lo lejos del lugar, una plaza muy pobre con algunas plantas arbóreas pero sin flores, lo que hacía el lugar aún más desolado, las casas al derredor de la plaza eran de humilde construcción, solo había una casa que rodeaba la esquina hacia el este que tenía dos plantas y un jardín cubierto de césped, medianamente cuidado, dirigiéndose a Roberto a la vez que recibía de manos del heladero su helado de chocolate, le preguntó:

-¿Esa casa de la esquina es de alguien importante del pueblo?

-Sí - respondió el primo y prosiguió – es del Coronel Fernando Ayala, amigo personal de mi padre – y agregó – su hijo Andrés fue novio de Stella, rompieron hace un mes.

“Stella había tenido un novio” pensó Federico, “¿sería ese el motivo por el cual se había comportado tan descortésmente?”, reflexionó el joven, súbitamente fue interrumpido su pensamiento por Roberto que prosiguió:

-Stella…-dijo en tono reflexivo - Stella tiene un carácter muy fuerte, pero, no es una mala persona, primo- se justificó el muchacho.

-Te creo, Roberto, nunca pensé que fuera una muchacha mala, pero –agregó con cierto énfasis – es arrogante, es la impresión primaria que tengo sobre ella.

-Claro, si, como mi padre – añadió el joven- ni con mi padre, ni con ella me he llevado bien - era una confesión  que incluía un resentimiento añejo pero a la vez se acercaba a un desahogo que había tenido retenido por mucho tiempo - Stella goza haciéndome sentir incompetente, inútil, en fin, un ser casi despreciable, pero – mirando fijamente a su primo continuó – no soy nada de eso…

-Ya lo creo – interrumpió Federico – sos una buena persona que se siente presionado por personalidades tan fuertes como la de tu padre y hermana.

-Tenés razón - afirmó –  estuviste muy resuelto ante la discusión con mi padre, eso me gustó mucho y creo que podremos llegar a ser buenos amigos…además de primos – sonrió por primea vez desde que habían salido de la casa.

-Eso espero, Roberto- se sinceró Federico que había tenido dudas sobre su primo – creo defender mis ideas que, si bien, están en formación, creo tener una visión de la realidad bastante distinta a la de otros jóvenes de nuestra edad, tu papá es muy conservador como militar que es, pero…-reflexionó- ¿Por qué tu hermana, que es joven, hermosa, se apega a las ideas del coronel.

-No es tan así –interrumpió Roberto – no conozco muy bien sus ideas políticas, es más, creo que no le interesa la política, pero, por conveniencia con papá le saca ventajas a muchas cosas, en cambio yo – y se detuvo un instante – callo y otorgo, soy pasivo ante el sarcasmo que anidan ellos.

A esta altura de la conversación, Federico había cambiado totalmente la imagen que se había hecho de su primo, lo miró detenidamente mientras lengüeteaba el conito del helado, ambos se contemplaron a la vez que Roberto posó su mano en la pierna de Federico. Era un acto de intensa unión lo que había acontecido en esa humilde placita.

***

Stella abrió la puerta de su habitación y arrojó a la cama parte de su vestimenta, luego se dirigió al espejo que estaba sobre la cómoda y contempló su rostro, sonrió con cierto sarcasmo, y por fin se sinceró a si misma y con cierta altanería, “ ¿Quién sos Stella Rivera Moscoso?, ¿Qué pretendés?, ¿Qué interés te mueve a actuar de esta forma frente a un muchacho al que extrañé mucho?, ¿Por qué he actuado de manera tan ruin?, ni siquiera lo saludé, y yo que esperé éste momento…sos mala Stella, incorregible, pero, ¿estaré a tiempo de revertir esta situación?, ah –suspiró al fin –Federico Montemaggiore…no vas a escaparte de mi esta vez, aunque sea por un verano, sabré como reconquistarte, aunque nunca te diste cuenta, fuiste el primer amor”. Su primer amor, había suspirado la muchacha, lejos de comprender que no todo se daría tan simple como ella lo imaginaba, es que ella misma se convertiría en un escollo para reencontrarse con su primo, Stella recorrería un camino sinuoso con la relación hacia su primo, ni siquiera podría, en el futuro próximo, interpretarse el o los porqués de ese accionar.

Luego giró a su derecha y se encaminó al guardarropas, se desnudó arrojando el resto de la ropa de amazonas y comenzó a buscar vestidos livianos…por fin se decidió por un solero de falda amplia de color verde agua, era provocativo, se lo probó y se dirigió al baño para darse una refrescante ducha.

***

Clarisa preparó la cena que consistió en pollo al horno con papas y para la entrada sopa de crema de zapallo. El coronel ocupó la cabecera de  la mesa sentándose a su derecha Clarisa y los jóvenes Roberto y Federico a su izquierda, Stella aún no había salido de su habitación. Algo impaciente el Coronel, que parecía tener mucho apetito, exclamó:

-¡Siempre igual con Stella!...sirve ahora Clarisa.

Era una orden cuasi militar que había que obedecer sin pedir explicaciones, de pronto apareció Stella con su solero verde agua, espléndida, su perfume pronto invadió el recinto, Federico levantó su mirada y con asombro vio la sonrisa amplia de su prima, que se dirigía hacia él, tímidamente se incorporó para saludarla, Stella en cambio extendió sus brazos y abrazó a su primo y disculpándose expresó:

-Perdona, primo Federico, estuve mal esta tarde y me lo he reprochado por el resto del día.

Lo besó en la mejilla y Federico pudo solo balbucear una simple frase cordial:

-Todo está bien…no…te preocupes - sonrió.

-Bueno…- terció con voz grave el coronel - todo solucionado, sentémonos a comer.

Stella acomodó su silla al lado de su madre y frente a Federico, quien contemplaba el bello rostro de su prima, al tiempo que se esforzaba por distraer su pensamiento, se trataba después de todo de su prima, la sólida educación católica recibida en el colegio salesiano – situación que le haría repensar cuestiones esenciales de vida, de fe y de religión, dudas que recorrían por sus neuronas y lo volvían cada vez más confuso -  le prohibía tan solo tener pensamientos cuasi carnales con sus parientes y menos aún si se trataba de un primo de sangre. Pero, era inevitable para el joven no contemplar la belleza de Stella, mirándola fijamente a los ojos parecía trasmitirle sus pensamientos y ella lo entendió rápidamente le sonrió y le hizo un guiño para  que entendiera que había comprendido el impulso interior del muchacho. Federico se inquietó pues creía que el resto habían puesto sus miradas en él y Stella.

Clarisa sirvió el consomé y el coronel rompió el silencio que se había producido:

-Para el 23 debo estar en Buenos Aires, asistiré a la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas.

-¿Otra vez van a conspirar?- preguntó con cierto sarcasmo Stella.

-¡Por favor Stellita!, siempre pensando que los hombres rectos de este país estamos conspirando.

-¿Y quien sostiene que son hombres rectos?- volvió el sarcasmo de la joven- vamos papá, sabemos bien que los militares se la pasan conspirando en este país.

Y dirigiéndose a Federico le preguntó:

-¿Primo, qué opinás?

Federico ya casi no se atrevía a enfrentar nuevamente a su tío político, pero arriesgó:

-Ha habido muchos golpes de estados y conatos en las últimas décadas.

-Revoluciones, jovencito - le interrumpió el coronel señalándolo con el índice derecho - revoluciones…

-No, papá –le increpó Stella- allí radica la confusión de ustedes los militares, hablan de revolución y no han producido cambios, solo desestabilizaron gobiernos constitucionales.

-Gobiernos títeres - ya enojado el coronel - que han mancillado a la patria, a los hombres de honor.

-Pero, eran gobiernos elegidos por la mayoría del pueblo - añadió la joven rebelde.

-No todos fueron gobiernos democráticamente elegidos - se animó a agregar Federico- por ejemplo los gobiernos de Justo, Ortiz y Castillo.

-Si…si - ya muy enojado el Coronel - Ustedes fueron partícipes de esos años, ¿verdad?, no saben lo que están diciendo, la dictadura de Perón fue un gobierno de fuerza, ilegítimo, ¡repugnante a los ojos de la República!... ahora me vienen a hablar de la década del 30, ¿Qué les enseñaron en la escuela?...

-Precisamente - se animó a interrumpir nuevamente Federico- es lo que usted y lo digo con todo respeto, está sosteniendo. Yo he estudiado y he investigado esta problemática, lo digo con toda humildad, coronel. Nuestros profesores nos han enseñado que el régimen peronista fue tiránico, dictatorial, autoritario y fascista…perdone, pero, yo no creo que haya sido  así como nos enseñaron en la escuela. Lo cierto de todo esto es el populismo pseudo nacionalista de Perón, en eso estoy de acuerdo.

-¡Ah muchacho! –exclamó el coronel, tratando de guardar su ira – ya entenderás cuando seas más grande, - no había respuestas por parte del militar, el joven Federico estaba instruido y conocía la problemática del momento y luego de unos segundo ante la mirada de todos, incluso de Stella, dijo con tono amable –Estamos en vísperas de Navidad, no es bueno discutir de política, hoy ha sido tu primer día entre nosotros y ya hemos tenido divergencias con respecto a la reciente historia de la patria, verás –reflexionó – mis intensiones y la de mis camaradas han sido siempre las de defender el honor de esta bendita tierra nuestra, nuestras acciones siempre se han encaminado a lograr el bienestar de la sociedad, por eso hemos tenido que intervenir y lo haremos cuantas veces sea necesario, así es que, hijo debes comprender cuál es la realidad.

Si bien para Federico los conceptos del coronel estaban errados prefirió callar y conceder la opinión de su pariente.        

Roberto decepcionado por no haber podido intervenir en el dialogo por ignorancia o tal vez por miedo a que su padre lo amonestara seriamente y eso, a él lo molestaba más que su propia ignorancia por el tema, miró a su primo y le preguntó:

-¿Siempre tuviste interés por estudiar estas cosas?

-¿Qué cosas?- interrumpió su padre- expr sate correctamente, Roberto-sentenció.

Federico ignorando al coronel, se dirigió a su primo y le respondió:

-Sí, Roberto, mi padre tiene una interesante biblioteca mi pasión son los libros, leo mucho y sobre todo - agregó algo animado- comparar las distintas opiniones sobre un mismo tema…es apasionante porque te ayuda a formar tu propia opinión.

-¡Muy bien! –interrumpió Stella con una sonrisa que desnudó ámpliamente una dentadura casi perfecta, blanca y bien cuidada - un primo estudioso, ¡por fin! –Exclamó – alguien podrá discutir sin temor con papá.

-¡Oh no!- expresó con humildad Federico- no ha sido ni es mi intención ponerme en contrapunto con el coronel o con quien fuere en esta casa.

Clarisa, que había permanecido en silencio, como era costumbre, sentenció con un dejo de enojo:

-No hemos hecho otra cosa que discutir desde la llegada de Federico, ¡no es posible!-exclamó aún más alterada – estamos en vísperas de Navidad, como ha dicho Rafael, dediquemos a planificar la cena de Nochebuena, por ejemplo…

-Aún faltan diez días –agregó Rafael – pero bueno…tiene razón vuestra madre, disfrutemos de éste excelente pollo al horno y planifiquemos la Navidad.

-Como siempre será en la estancia - expresó Roberto, con total desinterés.

Si- afirmó el coronel y agregó – con los Ayala…

El rostro de Stella se transformó, sus ojos se cruzaron con los de su padre, su sonrisa se apagó súbitamente y su voz se tornó casi encolerizada a la vez que le reprochó:

-¿Por qué me hacés esto, papá?...no quiero encontrarme con Andrés, sabés bien que lo nuestro ha terminado.

-Para mí no – respondió el coronel y se abría una nueva discusión – está establecido que la unión entre los Rivera Moscoso y los Ayala se realizará con la unión tuya y la de Andrés…

Stella se levantó abruptamente de la mesa y salió rápidamente al jardín, Federico la siguió con la mirada, se había producido un silencio casi mortal, nadie se atrevía a mirar al coronel, hasta que Rafael con voz ronca le reprochó:

-¿Por qué te vas?...sabés que esto será así y tendrás que soportarlo por el resto de tus días.

Stella abrió la puerta y salió de la casa.

El coronel agregó:

-Terminen su cena muchachos. Falta aún el postre.

La cena como el té de la tarde fueron  dos situaciones vividas por Federico que lo habían estresado no solo por el contenido de los diálogos sino  porque esa familia no estaba bien, algo sucedía allí y él lo había advertido, un padre autoritario, tanto como su rango militar ostentaba, una madre sumisa, diríase humillada por un marido que no la respetaba como tal, dos hijos enfrentados, aún sin saber él los motivos de esta situación lo cual hacía difícil que ambos se dieran la oportunidad de solidarizarse ante situaciones no deseadas y difíciles, “¿por qué  Roberto no salió en defensa de su hermana?, ¡por qué calló!” se preguntó  Federico, aún no tenia respuestas para esto.

Roberto prefirió ir a su dormitorio, los esposos se sentaron en la sala y en silencio se dedicaron a la lectura, Federico prefirió salir al jardín para encontrarse con su prima.

***

Efectivamente, Stella estaba sentada en el umbral del pórtico de entrada, detrás de él, las rosas de Clarisa, Federico se acercó  tímidamente a su prima y preguntó:

-¿Puedo acompañarte?

Era la primera vez en muchos años que se encontraban a solas, Stella lo observó desde su asiento y asintió con la cabeza. Su cabellera rubia de sacudió suavemente dejando una onda bajo su frente que tapaba su ojo derecho, lo cual la hacía aún más excitante ante la mirada de Federico. Ella al fin le dijo:

-Vení, sentate aquí- puso su brazo en lo que quedaba del resto del peldaño, lo expresó con vos muy dulce y al fin sonrió a la vez que exclamó - ¡qué familia!... ¿no?...eso habrás pensado, primo.

-No, no me sorprende, vengo de una familia parecida, y soy hijo único, pero –agregó algo pensativo- eso no me inquieta tanto como las reacciones tuyas en esta larga tarde, -rió con cierta ironía – primero me ignorás, luego me tenés presente y es más – se detuvo un instante y suspiró  para proseguir – hasta me hacés una mirada y un guiño de complicidad, en este momento me animas a que esté a tu lado…

-Perdona, primo…- interrumpió la joven – no estoy pasando por un buen momento.

-Ya lo creo- aseguró Federico- ¿tenés o no un novio?

-Es complicado…prefiero no hablar de ello, ahora contame algo de vos.

-¿Qué puedo decirte, prima?, estoy aquí y pasaré el resto del verano, mis padres están en Roma y yo vine a parar a este pueblito… perdoná, sin querer menospreciarlo, aún me parece simpático –rió nuevamente- espero, solo espero - afirmó – poder pasar un buen verano con mis parientes.

-Me esforzaré – lo animó Stella- claro que la pasarás bien, primo.

-Pero, me debés una explicación, debemos sincerarnos si queremos pasarla bien, como vos decís.

-SI, claro, pero más adelante…ahora está todo bien de esta manera.

Stella se incorporó y tendió su mano hacia su primo, éste la tomó y sintió la suavidad de su piel, se levantó y ambos se miraron fijamente, por unos segundos Federico tuvo la intención de besar a su prima, se sentía muy atraído hacia ella, pero, se contuvo y solo se resignó a expresarle su reconocimiento por el instante vivido:

-Gracias…este momento ha sido reconfortante.

Stella se sorprendió por la actitud de Federico, solo le dijo:

-Aprecio tu reconocimiento, soy yo la que debo agradecer, pero en fin – suspiró – mañana será un nuevo día y esperemos que todo sea como vos lo esperás, querido primo.

Ella se dirigió a la puerta de entrada, él se quedó en el mismo lugar, la vio alejarse hasta que su figura desapareció al cerrarse la puerta.

Continuará…

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