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Capítulo 5: “Quien es quien”

La lluvia había cesado, era la hora de la siesta, el almuerzo transcurrió con tranquilidad, el coronel se sentía satisfecho, parecía que había llegado a algunos acuerdos con su amigo camarada. Pronto se retiraron a sus habitaciones, pese a la lluvia caída, el calor se hacía sentir y una especie de modorra aconteció en los miembros de la familia, no así para Roberto que, sin decir nada, salió a la calle y se montó al jeep alejándose rápidamente, Federico se sorprendió por la actitud de su primo, pero, sin intervenir en aquella decisión, se dirigió al dormitorio para descansar, después de todo habían transcurrido cuarenta y ocho horas en aquella casa y no había tenido un buen reposo.

Stella se levantó detrás de su primo pero, esta vez no se interpuso ante él, sola se dirigió a su habitación.

***

Roberto tomó el mismo camino viejo que conducía a la estancia, a pocos kilómetros de allí llegó a la pequeña construcción, aquella que Federico había descubierto, una estanciera IKA estaba estacionada y Roberto se detuvo al lado de la misma.

Dentro de la estanciera estaba Andrés Ayala, el joven ex novio de Stella. Andrés tenía también como Roberto un porte atlético, prolijamente vestido con botas y vaquero, camisa a cuadros celestes y un pañuelo azul rodeaba su cuello. Roberto se bajó del vehículo y también lo hizo Andrés. Ambos se acercaron y se abrazaron efusivamente. Andrés le tomó la cabeza a Roberto y lo besó con pasión, Roberto correspondió con vehemencia, Andrés le pidió:

-Pronto, entremos…no puedo estar más tiempo separado de vos.

Roberto tembloroso sacó el candado y ambos se introdujeron a la habitación. Con desenfreno se desnudaron y abrazándose con ardor se arrojaron a una loneta que estaba prolijamente colocada en un rincón. Ambos se amaban y era un grave delito para los hijos de dos militares de alto rango y en una sociedad que censuraba con crueldad la homosexualidad.

Pasado el momento de desenfreno sexual, los jóvenes desnudos aún se contemplaban con dulce mirada. No habían hablado mucho. Pero las acciones que ambos habían emprendido en esos minutos no necesitaban de palabras. Era amor puro. Pero ambos comprendían que ese amor era prohibido.

Al fin Andrés rompió el silencio y posando su brazo en la nuca de Roberto, le confesó:

-Nuestros padres han acordado mi boda con Stella…no sé qué actitud tomar –se lamentó.

Roberto lo miró fijamente luego le manifestó:

-Tomá las cosas con calma. Respecto de lo nuestro nadie debe saberlo ni  siquiera sospecharlo. Este es nuestro lugar y no podemos hacer otra cosa. Te amo demasiado Andrés y no quisiera que tengas que vivir una vida desdichada, pero, las cosas se han dado así, no somos culpables de esto que nos pasa…nos criaron con tanta ironía de masculinidad que lograron esto…esto que es maravilloso…que nos diéramos cuenta lo que sentíamos, que fuimos fuertes, para esta inmunda sociedad machista, para ocultarlo y además de poder vivirlo, así, de esta forma, pero esto es nuestro y nadie podrá quitarlo.

-Te amo - dijo al fin Andrés- amo tus palabras, me alientas, pero, ¿hasta cuando la mentira?... ¿cómo podré hacerle el amor a Stella, si solo pienso en vos?

-Fortalecé tu espíritu es nuestro infinito amor, todo lo demás no importará.

-Huyamos de aquí - lo dijo con arrebato- huyamos lejos, donde podamos enfrentar con dignidad lo que sentimos sin ocultarlo.

Roberto no respondió a la invitación de su amigo. Solo se limitó a decirle al cabo de algunos segundos:

-Soy cobarde, Andrés, soy cobarde, tengo miedo de mi padre, de Stella…-rompió en llanto, Andrés lo abrazó con más fuerza y ambos volvieron a irrumpir en un apasionado juego sexual. No hubo más palabras. El misterio de Roberto se había revelado. Pero, era una revelación solitaria, compartida con el hombre que amaba.  

***

Federico se había metido en la cama y solo en pensar en que podría tener un reparador descanso a la hora de la siesta, pero, al cabo de unos minutos se abrió la puerta muy despacio, Federico pensó que era Roberto,  Stella estaba allí en su presencia, al verla el joven pegó un brinco sobre la cama y exclamó:

-¡Stella!, ¿qué hacés acá?...tu padre te puede escuchar.

-Calma primo - repuso la joven- cuando papá duerme la siesta no lo despierta nada…

Se sentó sobre la cama del muchacho, que tembloroso no sabía qué actitud tomar, ella tomó la iniciativa y le repuso con cierta discreción:

-No vengo a arrebatar tu inocencia, Federico…solo pretendo conversar.

Federico se sonrojó, y solo pudo agregar:

-Claro… ¡por supuesto!...somos primos…y, ¿qué es lo que querés contarme?

-¿Notaste algo raro en el coronel durante el almuerzo?

-No, no entiendo…- respondió algo intrigado Federico - ¡que puedo haber observado en el militar cascarrabias!…perdón – su risa ahora era sincera y más suelta era también su postura.

-Es lo menos que puedas decir de mi padre, pero en fin, hoy- suspiró lánguidamente- estuvo con una sonrisa permanente en sus labios y no le reclamó a mamá nada sobre la comida…

-Sí, es cierto- reconoció el joven a la vez que acomodaba sus cabellos algo despeinados – ¿y…?

- Y que ha acordado con los Ayala mi compromiso con Andrés…no valió de nada nuestro rompimiento, no se fijó si yo iba a ser feliz al lado de ese hombre, solo le importó el compromiso que asumió cuando ambos compraron los campos contiguos. ¡Diez mil hectáreas cada uno! –Exclamó con furia – ganado, sembrados, ganancias… ¡eso importa!

-Por lo que he podido apreciar - acotó Federico - en estas horas, es que tenés un carácter fuerte y una gran autoestima…hacé valer estas características que, hoy por hoy, son muy difícil de sobrellevar en una mujer.

-Imposible - expresó algo consternada- es humillante, pero, es así, nada podría yo hacer ante la locura de mi padre.

Federico se animó a tomarle la mano, pudo apreciar que tenía un ligero temblor y estaban muy frías, signo de su gran frustración, por fin le dijo:

-No desesperes, Stella, debés planificar el futuro con inteligencia, no fuerces la decisión final.

-Sos muy bueno y dulce, primo al decir esto de tu parte, me reconforta, pero …- se detuvo, la habitación quedó en completo silencio, las miradas de ambos jóvenes se cruzaron con cierta inquietud, sobre todo en Federico, al final Stella prosiguió – el destino final ya ha sido decidido, estoy condenada al desamor, Andrés no me ama y yo tampoco lo amo…no es fácil dar vuelta de página, Federico - lo dijo con cierta pasión- me hará feliz este verano compartirlo con vos, por favor no me decepciones.

-¿Por qué habría de hacerlo? –preguntó sorprendido el joven.

Ella lo miró nuevamente a los ojos, esos ojos azules que resaltaban en un rostro blanquecino, ojos de ternura permanente, que no conocían la maldad y la mentiras…Stella no se animó a decirle la verdad que ella conocía sobre Andrés, no podría hacerlo ante ese rostro lleno de inocencia virginal, enmudeció y él volvió a preguntar:

-Stella… ¿Por qué  creés que  podría defraudarte?

- No hagas caso de  mis palabras, sé que no me decepcionarás…ahora debo retirarme, Stella besó la frente del muchacho, Federico se estremeció en su interior, deseó abrazarla y estrecharla fuertemente sobre su cuerpo, pero, otra vez se contuvo y se conformó con un “gracias…prima”

***

Don Cipriano Vega, el capataz de la Estancia “La Estrella” cuyo propietario era el Coronel Rafael Rivera Moscoso, era el típico hombre de campo, cuya mansedumbre se verificaba con su  patrón, un patrón de estancia típico, mandamás, y que tenía por costumbre de derramar palabras humillantes al capataz cuando algo no salía como él quería. Cipriano no era culpable de la sequía, es más, había hecho todo lo posible por resguardar los bienes del coronel, pero, los terneros muertos por falta de agua, antes del gran diluvio, lo tenía muy preocupado a Cipriano por las reprimendas que el osado Coronel le daría cuando se enterase. Pero, este humilde hombre honrado, pacífico, sencillo, trabajador, tenía mujer y dos hijos varones, Tomás de unos 27 años y Teófilo de solo 15 años. Dicen, los que conocían a Cipriano Vega, que su mujer, doña Leontina Sosa, mujer de contextura delgada pero de una altura que sobrepasaba el metro ochenta, de ojos muy negros, de cabellos trenzados de un color  azabache, de cutis oscuro, no solo por la acción del sol, sino también por su descendencia, ya que doña Leontina era bisnieta del cacique Mariano Rosas, bravo ranquel de las pampas argentinas. De allí su carácter  dominante, tornaban el hogar en un matriarcado, sus hijos, bien parecidos, Tomás tenía un carácter parecido al de su madre. Desde muy niño había generado un rencor y odio hacia la familia dominante en especial hacia el Coronel. Tomás de cabellos muy negros, como su madre, estatura de casi un metro noventa y un peso que oscilaba entre los ochenta y noventa kilos, lo que daba una contextura firme, musculosa, por el trabajo que realizaba.  Era temido por pendenciero en el pueblo, muchos le temían, trasladaba su bravura a aquellos que no pertenecían a la familia dominante, ya que, tanto su madre como el pobre Cipriano, le habían prohibido que se excediera con el patrón. Guardaba mucho rencor. Siempre pensaba y deseaba escapar de ese lugar y lograr el éxito propio para demostrarle a los Rivera Moscoso lo que era capaz de hacer con su propio esfuerzo, más, las circunstancias de la época, la pobreza extrema de su padre, que vivía de los míseros recursos monetarios que le otorgaba el cargo, más indignación le ocasionaba al arrogante Tomás que la tierra que labraba junto a su hermano, a sus padres y parientes, que con todo el esfuerzo físico y mental que ponían en aquella tierra, le era ajena, no les pertenecía.

No tenía estudios, apenas si había completado la primaria en la escuelita del pueblo a cargo de una maestra unipersonal, pero, en sus ratos libres, se entrometía, como un intruso silencioso, en la biblioteca de la estancia y allí leía algunos libros que aunque de difícil lenguaje, su contenido era explícito: Marx y la Doctrina Social de la Iglesia eran aquellos libros casi escondidos, ignorados tal vez por el bravo coronel y que Tomás había descubierto, leído y digerido. Marx le resultó difícil, casi incomprensible para su nivel de estudio. En cambio la Doctrina Social, que hablaba de la injusticia y condena del capitalismo y la defensa de los derechos del trabajador, lo había comprendido a la perfección. Entusiasmado con la lectura de algunos de los discursos de Perón, se sentía atraído por aquel hombre que estaba exiliado en la España de Franco. El se sentía un revolucionario, pero no un revolucionario de biblioteca, quería participar de una revolución social que reivindicara los derechos del hombre de campo, de su padre, al que amaba y respetaba y al que muchas veces lo hacía sentir hostil ante la pasividad del anciano frente a los reproches del patrón. Pero, no podía actuar y la frustración volvía a embargarlo.

***

Esa tarde, después de la lluvia, Tomás montó su caballo y salió al camino siguiendo una huella de un vehículo que recientemente había pasado. Llegó a la pequeña construcción y le llamó la atención que no tenía puesto el candado, además observó que la Estanciera del niño Andrés como el jeep del niño Roberto estuvieran detenido frente a esa vieja construcción. Se apeó del caballo y comenzó a avanzar hacia aquella habitación y descubrió no con cierta sorpresa, a los jóvenes amantes.

-¿Qué es esto? – su voz retumbó como un trueno para los jóvenes amantes- ¡putos! - volvió a vociferar - ¡maricas repugnantes!...

Roberto se cubrió con parte de la lona y le ordenó:

-¡Que hacés acá, negro de mierda, ignorante! – alcanzó a reprocharle un Roberto aturdido y sorprendido por semejante descubrimiento.

-¿Qué hago acá? - preguntó con mucha ironía Tomás- ¡Qué órden me va a dar, niño Roberto!, acaso ¿no es lo que yo veo?..- dijo con cierta ironía - no, niño… de esto tiene que enterarse el Coronel.

Roberto estaba por estallar, el pánico lo dominó, Andrés no pronunciaba palabra alguna, también estaba dominado por la pavura. Un silencio aterrador se produjo, mientras que Tomás se acercaba dominante hacia los dos jóvenes. Por fin se quebró el silencio sepulcral y rompió en una risa prolongada y casi al borde de la histeria, lo que aterró más aún a Roberto y Andrés, al fin dijo con voz altiva:

-Vamos niño Roberto…- expresó Tomás cambiando su tono de voz - ¿Por qué debería decirle algo al coronel? No crea que soy un soplón, usted es un maricón, junto a ese otro – y señaló a Andrés – por mí hagan lo que quieran…si les gusta dárselas por el culo

Era su venganza personal, no había sido pensado por él jamás que esto iba a ocurrir, lo tenía meditado de otra manera, pero, ahora era su oportunidad…aunque sentía internamente asco por sus dichos, repentinamente se sintió feliz por ver vencido al hijo varón de su patrón.

-Ahora, degenerados, ¡vístanse y váyanse a sus casitas!, haciéndose los hombres. No hablaré por ahora. Pero sabrán de mí…mis queridos maricas.

Tomás se retiró y tras de sí se cerró la puerta. Los muchachos horrorizados por la situación vivida no podían reflexionar como salir de esa situación. En silencio se vistieron, se miraron largamente, sin decir una sola palabra, cada uno tomó su rumbo.

Alguien ya conocía sus secretos. Y era alguien muy peligroso.

***

Roberto entró a su habitación, Federico aún dormía, sintió tranquilidad que su primo no lo viera en ese estado de desconcierto y vergüenza que en su rostro se reflejaba, se metió al baño, se desnudó y se lanzó a la tina abriendo la llave de la ducha, el agua caía sobre su cuerpo fría, lo necesitaba, sentía vergüenza, dolor de sí mismo, humillación por lo que un peón de estancia le había dicho, pero a la vez tenía miedo, mucho miedo, Tomás era capaz de cualquier acción, de exigirle cosas que él no podría brindarle, dejó correr el agua por su cuerpo, que tenía la sensación que estaba sucio, debía pensar que hacer de ahora en más, como controlar a Tomás, pero no encontraba respuestas claras…otro sería el momento de planificar que hacer.

Cuando salió del baño, Federico ya estaba despierto, lo miró risueñamente, pero no obtuvo respuestas por parte de Roberto, estaba serio y el rostro contraído, Federico cambió su estado de ánimo y preguntó con preocupación:

-¿Ha sucedido algo del que no me haya enterado en estas horas?

-No primo- mintió – todo está bien y en orden.

-Perdona –interrumpió el joven – pero al parecer por la expresión de tu cara, no me parece que todo esté bien.

-Es que…-se detuvo Roberto pensando una rápida respuesta- estuve controlando el sembradío de trigales – volvió a mentir – y tengo la sensación desagradable que este año no se dará… la lluvia llegó tarde…

-Ah…bueno…- no le dio importancia Federico- voy a darme un baño.

-Bien, yo debo salir nuevamente. Disculpa si hoy no te atiendo primo.

-No hay problema, ve y arregla tus cosas, yo me quedare con tía Clarisa.

***

Stella cabalgó hasta la estancia, iba sola, necesitaba alejarse de todos incluso de Federico, no lo participó esta vez de su paseo, había razones muy fuertes para que nadie siguiera sus pasos. Cuando llegó a la estancia se encontró con Cipriano, al que preguntó sin advertir que no le había saludado:

-¿Tomás?...

-En el establo, niña Stella, esta herrando a dos yegüitas…

-Voy para allá….

-Sin problemas, niña…él sabrá responderle bien.

Stella se dirigió al establo y allí estaba Tomás, con el torso desnudo una musculatura física, solo por el rudo trabajo al que era sometido el joven día tras día, ayudar a su ya maltrecho padre le obligaba, incluso a efectuar tareas nocturnas. Mucho esfuerzo y poco dinero, se repetía cada día.

Ella se acercó sin que él advirtiera su presencia, se colocó detrás del joven y posó sus manos sobre la espalda ancha y sudorosa del peón, el se sorprendió y exclamó:

-Aquí no niña…nos pueden ver.

-No seas tonto, ¿Quién podría venir en este momento?...quiero hablar contigo y después me harás el amor.

Tomás dejó las herramientas que estaba operando, dio media vuelta y la tomó fuertemente entre sus brazos, a la vez que manifestó:

-Me vuelve loco, niña Stella… ¡loco de pasión por usted!…pienso día  y noche en poder abrazarla, besarla y amarla…

-Si...- interrumpió la joven, soltándose del hombre sudoroso - pero, ya no podremos vernos…Andrés será mi marido pronto.

Tomás que había presenciado la escena de la habitación inconclusa, aturdido todavía por lo que había visto y hecho, le reprochó:

-Eso será imposible mi niña…yo debo decirle algo con respecto a ese joven.

-Lo que me digas, yo lo sé y antes que vos…

-Es que…- interrumpió Tomás muy consternado - es grave lo que tengo que decirle…

Ella lo miró detenidamente y luego agregó:

-Es un marica y coge con mi hermano… ¿eso es lo grave?

Tomás aún más desconcertado, sorprendido por lo que Stella le decía con total y absoluta normalidad…

-Y eso…-agregó Tomás al fin - ¿le parece bien?

Stella se encogió de hombros, tenía una respuesta a flor de labios, por eso no se detuvo para decirle:

-Es su vida, a mi no me interesa…yo los descubrí hace más o menos quince días en aquella construcción abandonada…pero, ellos no me vieron y yo no quise intervenir, solo me limité a observarlos, nunca había visto a dos hombres haciendo el amor…además te tengo a vos, que si eres todo un hombre.

Tomás no le contó lo sucedido allí, y Stella tampoco lo indagó,  excitada por el hombre que estaba frente a ella. Se desabrochó la blusa y se sacó el breech, él la tomó entre sus brazos y le desprendió el sostén quedando al desnudo sus senos que el besó con pasión, Stella echó su cuerpo hacia atrás y el hombre se arrojó sobre ella, Stella le desprendió pantalón tironeándolo para dejar al descubierto el pene de Tomás, lo apretó con sus manos y el joven tironeó la braga y con pasión allí en el piso del establo lo introdujo en su vagina, Stella sentía placer, mucho placer, ese peón le daba lo que ningún joven de la sociedad en que vivía le podría dar, Tomás se movía besando los senos de Stella, y con su boca comenzó a recorrer hacia el abdomen y después bajó rápidamente a la vagina de la joven y con su lengua le hacía sentir el máximo placer,  Stella tuvo un orgasmo. Tomás no saciaba su sed sexual, siguieron por varios minutos el ritmo sexual hasta que el acabó en la vagina de Stella.

***

Clarisa estaba regando sus hermosas rosas en el jardín, era casi la hora del Ángelus, un atardecer apacible, la pampa mostraba todo su esplendor, desde el humilde pueblo a lo lejos ya se podía apreciar el horizonte rojizo, un cielo azul y comenzaban a iluminar las primeras estrellas. Una camioneta Ford, de fabricación nacional, la era industrial de la presidencia Frondizi alcanzaba a todos los niveles de la sociedad y más aún si de ella descendieron dos hermanas de la Congregación del Sagrado Corazón: Sor María y Sor Benedicta, que con una sonrisa amplia saludaron a Clarisa:

-¡Hermanas! – Exclamó con emoción y casi devoción y prontamente se dirigió a ellas estrechándolas entre sus brazos.- Entren por favor, ¡que grata sorpresa hermanas!, ¿Qué las trae por aquí y a estas horas?

-Si - respondió Sor María - estamos prontas para nuestras oraciones, no contamos con mucho tiempo, pero, nos apremia hablar contigo Clarisa.

-Ya estoy muy intrigada, pasen hermanas, pasen – se apresuró a abrir la puerta.

En la sala tomaron asiento las religiosas y Clarisa les ofreció un refresco, que aceptaron con premura, por la humedad del día y por la agitación cuando se tiene que manifestar un pedido típico de los religiosos, fuere cual fuera su religión.

Clarisa sirvió una refrescante limonada que las hermanas bebieron de un solo sorbo.

La esposa del coronel las contemplaba aún con cierta intriga, una vez que terminaron su bebida, Sor María tomó nuevamente la iniciativa:

-Clarisa, sabemos de su vocación religiosa y como estará preparándose para la festividad del natalicio del Señor.

-¡Oh sí, claro!, por supuesto, lo celebraremos en  la estancia…

-Sí, si…-Interrumpió Sor Benedicta- no se trata del mismo 24 ni tan siquiera del 25, es antes de esa fecha.

-En realidad - prosiguió Sor Benedicta - estamos preparando un Pesebre viviente, el Padre Antonio nos ha dado esta responsabilidad y pensamos que…

-Clarisa – intervino Sor María – Stella es la única joven del pueblo que puede representar el papel de la virgen María…y bueno…queríamos pedirle que ella interviniera en este Pesebre viviente.

-Pero – quiso aclarar Clarisa – no depende de mí, debo hablar con Stella, no sé si ella estaría dispuesta a cumplir con ese rol tan significativo para la Cristiandad.

-Será un honor para ella – expresó Sor María- representar a la Santísima Virgen.

-Bueno…lo intentaré, lamentablemente Stella no ha regresado aún, pero, prometo que lo intentaré.

De pronto apareció Federico, que venía desde el patio trasero, se sorprendió al ver a las religiosas, solo atinó a saludar:

-Buenas tardes…disculpen, no era mi intención interrumpir…-se excusó.

-No, no, para nada- Sor María lo inspeccionó en solo segundos y manifestó -¿y este jovencito, quien es?

-Es mi sobrino Federico…el hijo de mi hermana Elena…

-Es perfecto para el rol de José - exclamó Sor Benedicta.

-Pero…claro que sí - sonrió exaltada Sor María.

-¿Perdón?...- alcanzó a preguntar Federico – que yo… ¿Qué?

-Mira Federico - comenzó a retomar la iniciativa del diálogo dislocado de las hermanas- se trata de una obra para Navidad, un Pesebre viviente, y han propuesto a Stella para que represente a la Santísima Virgen…y bueno te han visto y les ha parecido que tú podrías ser San José…

-No, -se excusó Federico- no creo poder hacerlo.

-¿Por qué no? – Le recriminó Sor María- no hay que hablar, solo actuar y estaríamos dando a este pueblo algo distinto.

-No se – se disculpó Federico- deberé pensarlo.

-Bueno, bueno – incorporándose Sor María lo que fue imitada rápidamente por Sor Benedicta – estaremos en contacto, es el próximo jueves, aun hay tiempo.

Las religiosas se retiraron de prisa y tras cerrar la puerta, Clarisa observó a su sobrino que aún no salía de su asombro, ambos se echaron a reír a carcajadas.             

En ese preciso momento hizo su aparición Stella, sorprendida por las expresiones de risotadas de madre y primo, preguntó asombrada:

-¿Me perdí de algo?

-Si…-exclamó aun exaltada Clarisa- acabas de ser proclamada Virgen María y Federico...San José…- se arrepintió por la actitud asumida con respecto a la Madre de Dios, más calma, se expresó con rectitud- perdón…pero fue muy gracioso el momento pasado.

-Ya sé –interrumpió Stella- ¡el Pesebre viviente!...ya estoy enterada…y ¿Cuál es el papel que se me asignó sin mi consentimiento?

-Representar a la Virgen- respondió Federico.

-¿Yo?- sorprendida, precisamente no era nada virginal- ¡no!..No estoy dispuesta.

-¿Por qué no?...Stella - era una oportunidad para Federico poder compartir algunos momentos con su prima - será entretenido, además de emotivo…claro.

Stella lo observó detenidamente, sus ojos parecían clamar dispensa, presuroso su rostro, como un niño que espera tomar el dulce que tiene casi a su alcance.

Le causó gracia y al fin dijo con sequedad:

-¡Sea!

-¡Qué bien, hija! –exclamó la madre, Federico no cambiaba su postura…con sorna Stella le preguntó:

-¿Y… San José?

El Joven pareció reaccionar y mostrando una leve sonrisa de satisfacción se expresó:

-Sí, claro, es perfecto…digo - se corrigió - creo que podremos hacerlo bien.

***

El coronel Rafael llegó muy temprano a La Estrella, no estaba, como de costumbre, de buen humor, don Cipriano se acercó presuroso y con el debido respeto que le merecía su patrón le saludó, pero el coronel no le respondió y le reprochó insultante:

-¡Viejo inservible!...me haces morir animales y la cosecha se perderá seguramente este año…

-Pero…- sorprendido el pobre capataz se disculpó – la sequía fue brava…usted sabe…

-¡Claro que lo sé!...pero podrías haber tomado otras medidas…Roberto, ese otro imbécil… ¡que ha hecho en este tiempo! – Gritó el embravecido coronel- ¿acaso no podían hacer funcionar el molino?...

-El motor…coronel…no se pudo reparar - atinó a decir el capataz.

-¿Tu hijo Tomás, acaso no es también mecánico?...el podría haber hecho algo al respecto - se quejó - todos son unos inútiles…

-No coronel- terció la voz de Tomás, apretaba sus puños con fuerza, tratando de contener su ira por ver como trataba a su padre - usted sabe bien que no hay repuestos…la situación se torna difícil en estos lugares...y además – se detuvo y lo miró fijamente – sabrá también que no hubiera alcanzado a regar tantas hectáreas sembradas, acaso ¿Usted no sabía la situación que vivíamos estos meses?...

-¡Callate insolente!... te daría un fustazo…por inservible e insolente...

-Pegue nomás coronel - expresó Tomás – si usted cree que me lo merezco…

Rafael dio media vuelta y quedó enfrentado al bravo joven…

-No te voy a dar el placer… ¡basura!...venir a enfrentarme…soy tu patrón, ¿acaso lo olvidaste, negro de mierda?...

-No – respondió secamente Tomás - lo tengo presente día y noche…patrón.

-Hijo –intervino Cipriano- basta ya…el patrón tiene razón…pudimos haber hecho algo más para salvar animales y la cosecha…hay que redoblar esfuerzos de ahora en más, parece que las lluvias han llegado para quedarse y trabajaremos día y noche si es preciso…- y dirigiéndose al coronel le prometió – lo haremos patrón…

Rivera Moscoso los miró con desprecio, frunció el entrecejo y manifestó un “eso espero” para retirarse en su camioneta. Allí quedaron padre e hijo parados en mitad de la pampa, al fin Tomás manifestó a su padre:

-¡Esto no da para más tata!...

-Calmate hijo…calma…prudencia, es lo que te hemos inculcado junto a tu madre.

-He sido prudente…pero, esta gente – habló con despecho - se pasó del límite…no doy más y pronto se hará sentir la furia de los Vega… ¡voy a matar a ese hombre! – el arranque de furia descontrolada, hizo que interviniera Leontina, su madre, quien tomándolo por el hombre le reprochó con voz firme:

-¡No harás ninguna locura!, ese hombre no vale la pena para que tus manos se manchen con su sangre…

-No sirve de nada nuestro sacrificio, el de papá , el tuyo, el de mi hermano, - mirando al adolescente echado bajo el viejo ombú con una mirada sin rumbo, perdida en la distancia de la pradera – sin futuro, no…- exclamó sin resignación – no lo toleraré.

-Calma, hijo…-intervino nuevamente su madre- como lo ha pedido tu padre…debés mantener la calma.

Leontina sin dar tregua a sus familiares se montó al caballo y a toda carrera se dirigió rumbo al casco de la estancia ante la mirada turbada de todos, ella iba a enfrentar a aquel hombre.

Cuando hubo arribado a la casa, allí frente a la camioneta recostado sobre la puerta el coronel parecía esperar la visita de la india Leontina, como él solía llamarla.

-Sabía que ibas a venir, ¡india tozuda!

- Te conozco desde hace más de treinta años, ¡milico malvado!- le respondió sin temor Leontina, para proseguir- no quiero que intervengas en la vida de mis hijos, y muy especialmente con Tomás.

-Y… ¿desde cuándo me das ordenes, india? – Preguntó  el coronel casi sonriente – vení india rebelde…dame un besito – rió el coronel, era una risa socarrona.

-Tengo mucho miedo, Tomás está tomando las cosas con mucho odio y rencor…estamos pasando mucha miseria, no da lo que recibimos de vos…y es muy grande el sacrificio que todos hacemos para mantener en condiciones la estancia.

-Lo reconozco- pareció arrepentido Rafael- pero, no obtengo los resultados que yo espero. El setenta por ciento de estas tierras están sin cultivar… ¡y son de las mejores!-se quejó - por eso tengo que unir fuerzas con mi camarada y amigo para emprender una empresa moderna, con mucha rentabilidad…

-Y ¿Qué será de nosotros?- interrumpió con cierta nostalgia Leontina- nos arrojarás a pozo del desconcierto…

-¡Oh no! - rió – y menos aún sabiendo lo que guardo de vos, Leontina- se puso romántico el coronel, situación esta que lo tornaba algo ridículo.

-Rafael - Leontina no estaba para romances – ya una vez caí en tus pasiones casi desenfrenadas…no voy a ceder ahora, ¡Tomás es lo que me preocupa! , él y no otra cosa…

-Pero…-se intrigó el coronel- ¿Por qué?...

Hubo un silencio prolongado por parte de la india, luego arremetió sin tapujos…

-¿Recordás aquella tarde cuando con un no sé qué pretexto enviaste al pobre de Cipriano al pueblo?...

-No…no lo recuerdo- interrumpió sorprendido Rafael- ¿Qué tiene que ver con todo esto?

-Tiene mucho que ver, ese día Rafael Rivera Moscoso, ese día…aprovechando la soledad del lugar, y mi debilidad…- y se llevó la mano al pecho con fuerza- ¡esta maldita debilidad mía!...me poseíste y de esa relación llegó al mundo Tomás…

-¿Qué? - vociferó el coronel casi indignado - ¡qué estás diciendo india manipuladora!...que Tomás es mi hijo… ¡eso me quieres decir después de veintisiete años!

-¡Sí! - gritó con fuerzas Leontina- es así, Tomás es tu hijo primogénito.

-¿Cómo puedo saber si lo que decís es verdad? – Preguntó enfurecido por la ira el coronel - acaso, Cipriano…

-El pobre - se lamentó la mujer- es estéril, término que no conoce, que ignora todo y que ama a Tomás como su propio hijo…

-Y Teófilo… ¡acaso me lo quieres endilgar también!

-No seas necio, Rafael Rivera Moscoso - le reprochó Leontina- el pobrecito de Teófilo es hijo de una fregona de la estancia del Coronel Ayala, que parió y murió desangrada en el campo, Cipriano, advertido por un peón de lo que había encontrado, vio que el niño aún estaba con vida y me lo trajo…desde entonces lo tenemos como nuestro propio hijo, pero…- volvió al tema de la paternidad de Rafael, a la vez que el soberbio militar miraba a su alrededor por si había alguien que estuviera escuchando tremenda revelación - no te preocupés, Tomás no lo sabe y no lo sabrá nunca, él te odia mucho y el pobre de Cipriano no deberá enterarse de esto jamás, ama mucho a su familia y eso es lo que  me propuse durante todos estos años, vos no estás incluido en ella, jamás lo estuviste…

-¿Por qué me decís esto…ahora?...

-¿Por qué?- se preguntó la mujer y con mirada ausente expresó – tal vez porque quiero tener la certeza que a Tomás no lo provoqués y con ello alimentés más su odio y ocurra una gran tragedia.

-No la habrá, Leontina…esto queda aquí…esa conversación reveladora no existió jamás…¿entendiste? – le recriminó con firmeza, mirándola siempre a los ojos.

Leontina con la vista llorosa, montó su caballo y así como había llegado, se fue, el coronel pegó un golpe que hundió el capot de la camioneta:

-¡India maldita! – Expresó con indignación- ¡tenías que terminar de malograr este condenado día! 

***

Roberto cumplió la palabra empeñada aquella primera noche que compartía su dormitorio con Federico, por eso, al despertar de un nuevo día después de aquella tormenta diluvial, se sentó sobre la cama donde  aún dormía su primo y tocándole el hombro le dijo:

-¡Vamos dormilón!...Ruth nos espera en el pueblo vecino.

Federico a medio dormir sorprendido sin entender que trataba de decirle Roberto, se incorporó en la cama y preguntó:

-¿Quién es Ruth?...¡de que se trata esto, primo!...

Roberto con picara mirada lo volvió a sorprender:

-Hoy es tu gran día, deberás agendarlo, ¡romperás tu virginidad!

-Pero…-no tenía deseos de hacer esto, quería zafarse de semejante acto-¿ no puede ser en otra oportunidad?

-No, no…mi querido primo, Ruth no puede esperar…así es que apresurate y partimos en media hora…¡ah! - agregó a la vez que abría la puerta- ¡bañate! – y tras de sí cerró la puerta con una maliciosa sonrisa.

Federico de muy mal humor se apresuró a obedecer las indicaciones de su primo y en menos del tiempo que le había marcado Roberto, estuvo en el comedor.

Clarisa servía el desayuno, el coronel sentado en la cabecera de la mesa rectangular, de fina madera de roble, tenía en sus manos un periódico de la Capital, se anunciaba las elecciones para gobernador en cuatro provincias, la UCRI del presidente Frondizi garantizaba el triunfo ya que sectores del proscripto partido peronista votarían las formulas desarrollistas, el viejo coronel exclamó:

-¡Ah!, elecciones en distritos donde el peronismo aún es mayoría…esto viene muy bien para nuestra causa.

-¿Qué causa? - atinó a preguntar Federico.

El coronel lo miró y exclamó:

-No, sobrino, con vos no voy a discutir hoy…-rió con sarcasmo- hablá con tu padre de la situación que ha creado nuestro presidente con su actitud de respaldar a Cuba...

-Mi padre, como usted sabe, se encuentra en Roma.

-Sí, claro, pero está al tanto de la delicada situación y esta actitud arrastrará a todos – amenazó.

Federico palideció, ignoraba que una actitud tan valiente como la que había tomado el presidente ante la comunidad internacional, respaldar la revolución cubana, tuviera que sufrir consecuencias no deseadas para el destino futuro de la patria. ¿Qué querían en realidad los militares y los sectores conservadores del país?, con un desarrollo inusitado de la economía en expansión, la industria nacional que había dado pasos firmes, las exportaciones al resto de  los mercados latinoamericanos, en fin, toda una era de progresos, era cuestionada por un grupo de militares y por los gremios de la actividad laboral “¡Qué ironía!” pensó el joven que veía con sus escasos dieciocho años la visión de un país en franco desarrollo, su futuro y el de toda su generación y debía escuchar y callar las felonías de un megalómano militar caduco.

En silencio tomó su desayuno, Roberto lo esperaba en el pórtico de la casa, Stella no había aparecido aún, se despidió de Clarisa, quien le advirtió:

-Con cuidado, Roberto es loco por la velocidad.

-No te preocupes tía, el jeep no excede los ochenta kilómetros por hora, todo estará bien.

-¿Y se puede saber dónde van? –terció maliciosamente Rafael.

Presuroso, Federico salió del paso inventando un paseo por el pueblo vecino. Salió y se introdujo al vehículo. Roberto exclamó:

-¡Bien primo!...hoy…

-Basta, Roberto- interrumpió el joven- no te burlés, no estoy de humor.

-Bueno, bueno primo…allá vamos.

El prostíbulo se encontraba fuera del pueblo que era más grande y mejor delineado desde el punto de vista arquitectónico. Ruth era una mujer de unos treinta y cinco años, de cabellos rizados y de tez muy oscura, pero, de cuerpo voluptuoso, labios gruesos y dientes muy blancos, cuando llegaron los jóvenes misteriosamente Roberto no bajó del vehículo y se limitó a decirle:

-Preguntá por Ruth, ella ya sabe lo que tiene que hacer.

-¿No me acompañás?.

-No, primo. Esto lo tenés que hacer solo.

Federico saltó del vehículo y se encaminó hacia el prostíbulo. Ruth lo vio entrar y se acercó al muchacho invitándolo a subir al cuarto. En silencio, Federico obedeció, le temblaban las piernas y su boca estaba seca, le dificultaba la respiración, era pánico, se dio cuenta que las fuerzas no le daban y que iba a desmayar, pero, recuperó el aliento rápidamente y más tranquilo entró a la habitación, donde había una cama de dos plazas, las paredes eran de color rojizo, el techo mostraba una mancha de humedad, toallas y una palangana con agua.

La mujer se desvistió sin decir palabra, Federico de pié la observó, ella lo miró detenidamente y al fin le ordenó:

-Vamos, desnúdate. Esto tiene su precio en tiempo, ¿lo sabías?

-Si…-pudo decir apenas el joven al tiempo que comenzó a quitarse la camisa. La mujer avanzó sobre el muchacho y metió su mano en el pantalón desabrochando la bragueta, pero, el joven no tuvo erección, la mujer apretó con fuerza el miembro de Federico, pero no consiguió hacerlo excitar:

- ¡Vamos muchacho!...¡¿Qué pasa?

-No –alcanzó a pronunciar Federico – no puedo hacerlo. No insista, señora.

La mujer rió con fuerza retiró la mano que sostenía el pene de Federico, que permanecía fláccido.

-Bueno…vestite y andate hombre –sentenció Ruth- ¡volvé cuando estés preparado! O..-se detuvo un momento- ¿sos puto?.

Federico la miró sorprendido, ¿Qué le habían dicho?, “no, no lo era, claro que no”, pero no dijo nada y salió a toda carrera de ahí. Se subió al jeep y atinó a decirle a su primo:

-Vamos, Roberto, vamos por favor.

Roberto alcanzo a contemplar a Ruth que desde la ventana del dormitorio le hizo con la mano una expresión morbosa.

EL camino de regreso se hizo sin comentarios, Federico sentía profunda vergüenza. No entendía porque no había podido con esa mujer, una gran frustración y un dolor profundo lo embargó. Quería llorar y Roberto lo advirtió, frenó el jeep y mirando a su primo le dijo:

-No importa…si querés llorar, hacelo ahora, aquí conmigo. Nadie se enterará de esto.

-Gracias, primo…necesito hacerlo y aún me da vergüenza.

Y lloró desconsoladamente.

Continuará…

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