Marzo 16
Amor:
Dices que esta vida ha sido para ti el infierno. Nadie en todo caso piensa que es el Cielo. Más dicha tienen unos, más aflicciones otros. Todos en últimas sufrimos. ¿Por qué? Es poco, nada, lo que comprendemos. El mal está agazapado en cualquier parte. Nos ocasionan dolor la enfermedad, la muerte, las fuerzas naturales, todos los desastres, pero ante todo el hombre, nuestro igual, aquél que como nosotros conoce en carne propia la aflicción que causa el sufrimiento y sin embargo es capaz de ocasionarlo.
Impensado y fortuito como el que de la naturaleza viene, deliberado como el que causa el hombre, ¿qué sentido tiene el sufrimiento? ¿Le quedarán debiendo a quien padece? ¿Cómo y dónde los daños se reparan? ¿Quién lesiona adrede, cómo paga? ¿La justicia del hombre, tan precaria, acaso es suficiente? Ha de existir un sistema de justicia universal que englobe la creación entera. Que sea infalible y dé satisfacción a todos. De otro modo no resulta la creación perfecta. Pero si la equidad no existe en este mundo. ¿Otra vida, habrá que nos la proporcione?
No debe anteceder a la acción, el premio o la condena: una justicia a priori. Si los padecimientos de hoy son un castigo, entonces la tierra es un infierno para las culpas de una vida que nunca recordamos. Pero si libres de culpa llegamos a este mundo, más vida luego de esta vida es necesaria, que compense tanto sufrimiento. Una justicia divina demandan las infamias de los hombres. Entre tanto y más allá del infierno metafísico, percibo uno palpable, el que se proporciona a sí mismo, en esta vida, el hombre con la cosecha de su mala siembra.
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Luis Maria Murillo Sarmiento - ("Cartas a una amante")
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