Las opiniones de [[José Saramago]] y [[Steven Weinberg]] han vuelto a poner en la palestra el tema de la existencia de Dios. A Saramago lo conocemos por libros como “Ensayo sobre la ceguera” e “Intermitencias de la muerte”. El primero retoma la controversia de origen platónico sobre el papel de los sentidos en la comprensión humana de la realidad, y el segundo permite entrever las implicaciones que tendría para el orden mundial la ausencia de la muerte, tema ya abordado por escritores como [[Johnatan Swift]] (Viajes de Gulliver) y el colombiano [[Tomás Carrasquilla]] (En la diestra de Dios Padre).
En declaraciones concedidas en noviembre pasado en Sao Paulo (Brasil) y en uno de los escritos de su blog (http://www.cuadreno.josesarmago.org/) Saramago reitera su posición: "No necesitamos de Dios". Esas palabras son pronunciadas después de recuperarse de una grave enfermedad pulmonar que lo tuvo cerca de la muerte y que retrasó la publicación de su última novela “El viaje del elefante”.
No es nuevo el veredicto de Saramago, siempre se ha manifestado escéptico sobre la existencia de Dios, y ni siquiera la recuperación de la enfermedad, como él mismo aseguró, lo hizo cambiar de opinión. En el caso de Weinberg, físico ganador del Nobel y autor de un libro maravilloso titulado “Los tres primeros minutos del Universo”, su opinión es similar a la de Saramago, sólo que desde la ciencia. En un reciente documento (reproducido en el número 92 de la revista El Malpensante (www.elmalpensante.com/), Weinberg ofrece una reflexión sobre la imposibilidad de la existencia de Dios, argumentando una falta de lógica con el devenir del universo involucrar a un ser supremo. Y sin embargo concluye que vivir sin Dios no es fácil: “Pero la propia dificultad le ofrece a uno otro consuelo: que hay un cierto honor, o quizá solo una enferma satisfacción, en enfrentarnos a nuestra condición sin desesperarnos y sin falsas ilusiones, con buen humor, pero sin Dios.”
Tanto Weinberg como Saramago cuestionan además el papel de la religión, advirtiendo que son muchos los odios propiciados por el fanatismo de los creyentes y que una convivencia ideal se lograría suprimiendo las religiones. No me escandalizan las opiniones de estos dos célebres personajes. Desde luego han despertado muchas críticas tanto en los sectores religiosos (los directos afectados) como en los medios académicos. Frente a esas opiniones respetables y sus opositores vuelvo a retomar a [[Bertrand Russell]], quien fue más cauteloso en el asunto. Como todos saben Russell, filósofo y matemático inglés ganador del Nobel de literatura, decía que ambas perspectivas, la del creyente y la del ateo, eran bastante irreconciliables y difíciles de argumentar.
Russell, partidario del agnosticismo, estaba convencido de que era imposible saber la verdad en cuestiones tales como Dios y la vida futura: “el agnóstico suspende todo juicio, diciendo que no hay suficientes razones ni para la afirmación ni para la negación”. Perlas de un viejo sabio.
Las palabras del filósofo dejan abierta la controversia en torno a un tema que retorna de vez en cuando para caldear ánimos que creíamos relegados a siglos pasados, y que permite analizar hasta dónde hemos avanzado en nuestra comprensión de la realidad o hasta dónde hemos perdido la brújula (el Motor de Búsqueda, diría un moderno cibernauta) para alcanzar lo que los antiguos llamaban sabiduría.