Como ya es costumbre, hoy amanecimos con que Colombia aparece en la lista de los países más corruptos ocupando el primer lugar, según nos lo recuerda una publicación norteamericana de acuerdo con un estudio que este medio se atribuye. Esta condición es referida y comentada por los medios de comunicación nacionales generando, como es lógico, la crítica iracunda de los colombianos que “juzgamos” con contundente severidad la corrupción política tanto como el abuso del mal uso de los recursos públicos. Sin embargo, nos ha faltado grandeza y humildad para deducir o imaginar aunque sea, que los políticos son el espejo que refleja nuestra idiosincrasia; nos ha hecho falta identificarnos con los políticos en el espíritu de la malicia indígena; nos ha hecho falta reconocer que los políticos representan la cultura de trampas, mentiras y engaños, muy nuestras, por demás.
Quizás el fracaso rotundo de la lucha contra la corrupción de los políticos nos está diciendo que las raíces de este árbol fratricida van por dentro, muy adentro de nuestra consciencia individual, la corrupción nos hace a todos juez y parte en un crimen del cual todos somos afectados y beneficiados. Esto es muy simple de explicarlo con algunas experiencias personales que todos vivimos en la cotidianidad de cualquier actividad o comunidad.
ü No deja duda que la investigación y noticia al igual que el comentario malicioso y tendencioso del periodismo sesgado, amparados en una “fuente seria”, sin documentos que lo soporten, respaldan la teoría del “todo vale” para alimentar con el morbo periodístico la enfermedad que atormenta a los colombianos. “Todo vale” para ganar seguidores: CORRUPCIÓN.
ü Tampoco necesita mayor explicación el resabio de “colarse” en el transporte público, es decir, no pagar pasaje; ni dárselas de vivo-bobo saltándose turnos, sin tener en cuenta a quienes hacen la fila. No pagar el pasaje, irrespetar el turno de los que sí hacen la fila: CORRUPCIÓN.
ü El abuso del mal uso del espacio público (andenes, parqués, coliseos, etc) por parte de vecinos, comerciantes, conductores y demás: CORRUPCIÓN.
Y así de miles por miles de vicios y resabios tan cotidianos que se nos volvieron paisaje y entraron a hacer parte de una cultura tramposa, según la cual, todo vale; la idea de recorrer el sendero sacando al otro a punta de zancadillas y codazos hace carrera en nuestro país; echar a rodar chismes y bochinches sin fundamento alguno, ya casi genera onerosas premiaciones.
Me pregunto: “¿y si de pronto empezáramos por mirar el árbol desde la raíz… si combináramos la soberbia y la arrogancia de ser colombianos para ser ejemplo de decencia para los políticos y así exigirles a ellos ese ejemplo? ”. ¿No será que si empezamos por ser cada vez menos complacientes con esa corrupción cotidiana, la tuya y la mía, vamos secando de raíz este fatídico árbol que tan solo deja miseria y retraso?; si, tal vez si nos viéramos los unos en los otros...
No sé, con toda honradez lo digo, “a mí me avergüenza tanto mi corrupción que soy incapaz de reconocérmela, solo sé identificarla en el prójimo”. Esta es mi humilde opinión; pensadera, que yo le llamo; nada importante.