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En un mundo cada vez más globalizado y un futuro social, cultural y económico incierto por el desafío de nuevas tecnologías donde los derechos humanos no hubieran sido nunca pisoteados, ni los hombres se persiguieran los unos a los otros por los que creen o por lo que son, se hace necesario replantear los modelos pedagógicos para fortalecer aquellos niveles en los cuales se debe apoyar el crecimiento de nuestros países como parte del contexto mundial. Este consejo no tendría razón de existir, si nuestros mandatarios de turno fueran consientes en sus planteamientos de gobierno y ordenanzas, mejorar y dinamizar la educación en todos los campos como tarea impostergable (La educación es un derecho de la persona y un servicio público que tiene una función social; con ella se busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica, y a los demás bienes y valores de la cultura. La educación formará al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la democracia; y en la práctica del trabajo y la recreación, para el mejoramiento cultural, científico, tecnológico y para la protección del ambiente.) actualmente es nuestro talón de Aquiles, porque estamos bastante más alejados de esa deseable situación que algunos de nuestros más civilizados antepasados soñaron con (un mínimo cultural común) para nuestros hijos a fin de garantizar el logro académico, en cinco aprendizajes fundamentales a cuyo servicio debe contribuir la educación: el aprender a ser; el aprender a conocer; el aprender a hacer incluida la formación en competencias básicas para el trabajo; el aprender a vivir juntos y a cuidar el planeta.; en ese sentido, funcionaría sin duda, uno de los más importantes derechos de la niñez y quizás el más importante como experiencia humana “El problema de la desigualdad en Latinoamérica no es un problema de crecimientos económico, sino de educación”.

 

El mundo ha cambiado Debemos crecer y reducir la pobreza en nuestros países, es imperativo mejorar la educación, la ciencia, la tecnología. No es tarea imposible, pero si fundamental y urgente Las épocas y las sociedades en las que las libertades civiles fueron respetadas y la diversidad de opiniones y creencias toleradas han sido muy escasas y distanciadas, oasis en el desierto de la uniformidad, intolerancia y opresión humanas. El siglo XXI es, y será, el de la economía del conocimiento. Los países que más están avanzando son los que le apostaron a la innovación.  Este hecho es especialmente cierto en las empresas de sectores de tecnología media-baja, en las pymes y en las manufacturas donde la innovación sobre el crecimiento económico sostenible de las economíassobre el mercado de trabajo y la productividad. presenta mayores rendimientos y producen bienes y servicios de mayor valor agregado. La cultura actual ha concedido a la libertad un valor muy principal. A la vez, se busca la calma como base necesaria para una convivencia pacífica, como un bien deseable para una sociedad pluralista que evita el fanatismo. Sin embargo, la historia reciente está demostrando que toda esa sensibilidad no ha logrado acabar con muchas formas de violencia e intolerancia -personal y social- que todos abominamos.Para ser totalmente libreuno necesita ser totalmente consciente, porque nuestra esclavitud está enraizada en nuestra inconsciencia; no viene del exterior. Nadie puede quitarte la libertad. Pueden aniquilarte, pero no se te puede arrebatar tu libertad a menos que tú la entregues. En última instancia, siempre es tu deseo de no ser libre lo que hace que dejes de ser libre. Es tu deseo de ser dependiente, tu deseo de dejar la responsabilidad de ser tú mismo, lo que hace que dejes de ser libre

 

¿Qué nos pasa, cuando después de miles de años los seres humanos aún no podemos vivir en paz? ¿Nos damos cuenta de que somos nosotros los responsables de esta horrible situación que vive el mundo?Me parece que ahora nos llegó el momento de hablar sin tapujos ni egoísmos entre nosotros y de descubrir por nosotros mismos si realmente existe seguridad en nuestras relaciones familiares con los demás. Si desde el ente familiar no cambiamos nuestras vidas, ¿cómo podemos traer paz a esta tierra? Parece algo muy lógico, razonable y sano, pero no lo hacemos. Desde el comienzo hemos estado condicionados por las religiones, por la sociedad, por la cultura, con esa idea de que cada uno de nosotros es un sujeto separado —un individuo— En primer lugar, situé la autonomía del “yo”, el hecho de reflexionar por uno mismoy que por lo tanto debemos buscar nuestra propia salvación, nuestra propia expresión, nuestros propios logros; y ésta “tan mentada individualidad”, no importa que tenga una alta posición, mucho dinero, status, poder, etc., está creando desastres en el mundo —lo cual no quiere decir que nosotros debamos volvernos todos iguales, salidos de un mismo molde.

 

No son estos tiempos propicios para la libertad. En casi todo el mundo está en repliegue, asediada por los fanatismos de la identidad (racial, religiosa, nacional, ideológica). Pero, ante esos y otros adversarios, el repliegue debe ser temporal: para tomar fuerzas, para adquirir perspectiva histórica, para imaginar soluciones prácticas a las nuevas formas de opresión y a los problemas ancestrales de marginación y pobreza que minan los fundamentos mismos de la sociedad abierta. Y algo más debe hacer el pensamiento liberal: ejercer la autocrítica. Pero debemos porfiar en la libertad porque -como el aire- sólo se vuelve tangible, se palpa, cuando falta.

 

La libertad es la forma más elevada del existir. El arte de ser libre es el arte más grande que hay. Pero no somos libres. Uno piensa que ser libres es hacer lo que uno quiere (típico caso de libertinaje); especialmente en este país en que cada individuo se cree con derecho para hacer lo que quiere. En una sociedad libre, la libertad es una tarea que plantea aspiraciones, tensiones y riesgos, pero permite a las personas desarrollarse y sentirse protagonistas de sus propios destinos. La libertad no implica actuar como se desee, sino que encuentra su real sentido dentro de un marco ético. La determinación de los límites de la libertad no puede provenir de la expresión de simples preferencias, sean   individuales o colectivas, sino de un proceso reflexivo que permite indagar en la naturaleza y fin de las personas para encontrar el orden moral que le sirve de referencia. Libertad y responsabilidad son inseparables. Contra esta vinculación se oponen el paternalismo y el populismo, “males del siglo” que se han soportado en toda América Latina, configurando un lastre para la aspiración de desarrollo.

 

Según Johannes Messner “la libertad consiste para el hombre en el plano personal y en el social, en la capacidad de auto determinarse con respecto a las tareas vitales esenciales que su naturaleza racional plantea a su responsabilidad moral”- Por su parte, Juan Pablo II apunta que “toda persona humana, dotada de razón, es libre cuando es dueña de sus propias acciones, cuando es capaz de escoger el bien que está en conformidad con la razón y, por consiguiente, con su propia dignidad humana” -Mientras que para Friedrich Hayek, la libertad es “el estado virtual del cual un hombre no se halla sujeto a coacción derivada de la voluntad arbitraria de otro u otros”

 

En el plano social la libertad debe traducirse en la primacía que reclama la sociedad civil frente al Estado, afianzando y extendiendo su autonomía. Desafortunadamente, esto es, lo que está faltando a nuestro hermano país de Venezuela “República Bolivariana”. Al revisar su pasado democrático, actualmente transcurre una de las peores crisis sociales; donde están amenazados los principios democráticos; la cultura del derecho; los derechos humanos y la libertad.

 

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