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Muchas voces se escuchan todos los años satanizando esta celebración porque la califican de ser cosa del demonio, y no crean que es ahora cuando se oponen a esta fiesta; el rechazo tiene antecedentes más o menos lejanos en el tiempo.

En mi infancia los disfraces eran muy sencillos, como no había televisión y los medios de comunicación no contaban con la tecnología moderna pues la imaginación de los padres, en especial las madres, se reducía a imitar modelos de las pocas películas que llegaban a los pueblos, entonces las calles se llenaban de piratas (una pañoleta en la cabeza, un parche en el ojo y una espada de madera), vaqueros del oeste, brujas y algún superhéroe de las tiras cómicas.

El primero en oponerse y vociferar contra esta fiesta pagana, como es de suponerse, era el cura del pueblo, y desde el púlpito amenazaba con castigos divinos a los feligreses que participaran de estas modas traídas del extranjero para dañar las mentes de los niños, pero nosotros salíamos a las calles  a pedir dulces en las casas con el lema de DULCE O TRUCO que aprendimos de los gringos y ya les cuento que hacíamos cuando no conseguíamos los confites.

Siempre habrá personas tacañas y enemigas de los niños y sus celebraciones; nosotros sabíamos donde eran generosos y donde no daban nada y, algunas veces, nos echaban agua y nos regañaban, en estas casas, cuando tenían timbre, con un chicle bien mascado pegábamos el timbre. Unas casas apagaban las luces simulando que no estaban, pero nosotros si sabíamos que allí no querían colaborar y desde lejitos mirábamos hasta que prendían los bombillos y salían a ver que pasaba con el timbre, de pronto escuchábamos: “chinos hijueputas, cojan oficio, péguenles chicles a sus madres…”

Era un tiempo seguro y sólo los niños más pequeños salían acompañados, el resto corríamos las calles sin peligro de nada. Pasaron los años y todo cambió, empezando por los disfraces. Aparecieron los malosos que abusaban de los niños en alguna forma; estaba de moda el LSD (ácido lisérgico, alucinógeno) y daban caramelos impregnados con la sustancia, se dio en barrios de clase alta de ciudades grandes y esto fue un escándalo tremendo. También comenzaron a participar adultos que se disfrazaban y golpeaban en las casas pidiendo trago, nunca me pareció gracioso este ridículo.

Y hoy, no tengo que contarles como ocurre el Halloween. Es alegría para los niños y muchos no tan niños, pero el sector que solo ve lo malo sigue diciendo que esto es demoniaco y va en contra del cristianismo y nos va a llevar el demonio de paticas al infierno y todos los que participamos ya estamos condenados, etc. Para mi es bonito ver a mi nieta con su disfraz disfrutando con muchos niños y los padres que se unen a la repartición de caramelos y realizan bailes en sus casas. Hace unos años le cambiaron el nombre de Halloween (que es extranjero y este artículo no es para explicar su origen) y lo denominaron La noche dulce de los niños.

Ya no me disfrazo, pero me gusta esta noche porque también me encantan los dulces.

Edgar Tarazona Angel

 

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