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El destino quiso que me tocara vivir, que hubiera de ser testigo de este descalabro humano y tener que ver con dolor e impotencia la manera cómo el hombre se destruye y acaba con su entorno. La manera absurda de cómo se matan unos con otros, por ideales, por pareceres, ora religiosos, ora políticos o de cualquier otra índole; nada, nada en absoluto justifica esta barbarie, este caos. 

El ser humano, desde el amanecer del mundo ha estado convencido de que es el protagonista de su entorno, de su devenir. Que equivocados estamos, si acaso, somos  actores secundarios de esta obra que es nuestro planeta. El verdadero protagonista es la naturaleza misma, el entorno natural que nos rodea; ella en toda su majestuosidad en cada manifestación de ira nos hace reflexionar cuán insignificantes somos, y la inutilidad de la arrogancia de la que nos ufanamos.

En mi modesta opinión el hombre ha hecho un mal uso de las ya manidas palabras “libre albedrío”, gracias a él – el albedrío – es que hizo los desmanes con la naturaleza de los que estamos viendo las nefastas consecuencias: animales en vía de extinción, mala calidad del agua de consumo (ahora hay que comprarla), variaciones bruscas del clima, calentamiento global, en fin tantos factores que el verdadero animal en vía de extinción: es el hombre. El hombre que pierde la capacidad de maravillarse, que permanece impávido ante las manifestaciones y los misterios de la naturaleza y que no guarda el mínimo respeto hacia ella está muerto.

Aunque el panorama no es el mas halagüeño, dicen los expertos, sí creo que cada uno de nosotros poniendo un grano de arena podremos juntos hacer de nuestra casa un vívidero mas prometedor, mas acogedor; buscar estar más en comunión con el planeta y poniendo nuestras prioridades en el orden que deben ser. Nada de malo hay si recordamos y volvemos a los ancestrales comportamientos de cazar solo lo necesario para vivir y talar lo preciso para sobrevivir. Eso es sentido común, eso es obrar con sabiduría.

La responsabilidad que ello se lleve a cabo es en gran parte de nuestros gobernantes, de nuestros guías, ¿solos?, difícilmente... una golondrina no hace verano. Pero lo podemos intentar. Una aproximación sería promover una cultura del reciclaje inspirada desde la cumbre de los dirigentes de turno.

Traigo a colación la frase de Schopenhauer que me parece oportuna “El hombre puede hacer lo que quiere pero no puede decidir lo que quiere”. Durante siglos ha hecho lo que ha querido, pero está llegando a un punto tal que inexorablemente no podrá decidir, es un punto sin retorno, llegará el día que no abra marcha atrás, ¿luego entonces?

Esta corta reflexión es para que no acabemos con este vívidero, el mundo no nos pertenece, nos lo prestaron por un rato, hagamos buen uso de él, de lo contrario ¿a dónde iremos a pedir posada si aún estamos en pañales en la conquista del universo? 

Esta estéril arrogancia del ser humano nos está llevando al caos (no hecatombe) del que no podremos regresar.

JuanCó

Bogotá D.C., diciembre 29 de 2008

 

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