Patética las caricatura de “Matador” en la edición dominical de El Tiempo (19-05-15), cuyo título también sirve para referir a este artículo. En ella, el monigote que representa al senador Uribe, entrega flores a dos reclusos, identificados en las mangas de sus camisas como Palacio y Sabas, sus últimos exministros condenados, igual que otros de sus funcionarios (y ya somos muchos los que creemos que no es una persecución).
Todo pareciera indicarnos que pertenecer al uribismo conllevara dos requisitos sine qua non. El primero, poseer una lealtad a prueba de toda maledicencia, señalamiento fortuito o verdad comprobada o comprobable (en cuyo caso, la personalidad de quien la demuestre será puesta en entredicho y señalado de paciente psiquiátrico), y segundo, estar dispuesto a negar cualquier culpabilidad personal y, mucho menos, la de su jefe, quien deberá salir siempre incólume de cualquier acusación, por más que la estructura jerárquica del Estado, señale a éste de ser el único responsable de ordenar, perseguir y juzgar de acuerdo a sus conveniencias (y a la seguridad del mismo Estado, según nuestra Constitución).
Analizados estos requisitos, no parece muy halagüeño ser funcionario –o aspirar a serlo– de Uribe, aunque muchos quisieran por la importancia del cargo que desempeñarían, por el respeto y la admiración que todavía suscita el expresidente entre algún sector de la población, o por mero masoquismo. No obstante, sigue siendo asombrosa la lista de excolaboradores del hoy senador, condenados, investigados, a la espera de un fallo judicial o fugitivos (Noguera, Arias, Pretelt, Palacio, Moreno, Aranguren, Santoyo, María del Pilar, Luis Carlos Restrepo, etc… La lista es larga).
Leído esto, no nos queda más remedio que darle toda la credibilidad a la caricatura de “Matador”. Aspirar a ser funcionario uribista es arriesgarse a caer en la cárcel, en cualquier momento y por acusaciones que pueden provenir desde cualquier lado, sin que se trate de una persecución, y como ejemplo de que no lo es, tenemos la extradición a Estados Unidos del general Santoyo, otrora jefe de seguridad de Uribe Vélez, y quien ahora paga una condena en ese país, por su colaboración con grupos al margen de la ley (o ¿será que en USA también se la tienen “montada” a Uribe? No lo creo).
De todos modos, no deja de ser un riesgo el que corre el expresidente Uribe, de ser cierto lo que algunos de los implicados –y que ya pagaron cárcel– aseguran, puesto que la idea de pasar varios años en un centro penitenciario, lejos de la familia, puede que la toleren al comienzo quienes hoy han sido declarados culpables, pero, después de algunos meses, ese sentido de lealtad –del que hablaba al principio– puede sufrir algún menoscabo… aunque con el juez, que, constitucionalmente, debe ser el encargado de revisar la culpabilidad o no del exmandatario –la muy discutida “Comisión de Acusaciones” de la Cámara de Representantes–, éste no tenga de qué preocuparse… porque aquí, como se comenta jocosamente, siempre pasa de todo y nunca pasa nada.