Protegido por la cruz
y en nombre de dios
va santiguando de besos su cuerpo,
prende el cirio y reza a su espalda.
La oración es profunda, constante, acrisolada.
Bautizada por gemidos agnósticos confesados.
Y al fin,
la última embestida
la oblea líquida,
la que absuelve a un niño
de todos sus pecados.