El amor te lleva por caminos raros e inusitados,
a veces, te lo da todo sin límites ni candados,
y por momentos, te deja en la nada sin piedad.
No entiendo su falta de equidad.
Me dirigí al cielo infinito
¿quién mejor que este testigo bendito?
Seguramente él, que todo lo abarcaba,
tendría las respuestas de lo que en el mundo pasaba.
Pero, después de permanecer silencioso y meditabundo
respondió con voz grave que, saber eso, era como adivinar
el rumbo que tomaría un vagabundo.
-Tal vez la luna te pueda contestar.
Esperé algunas horas la llegada de luna,
quien, después de analizar mi interrogante largo rato sin consideración alguna,
concluyó que aún cuando puso a pensar a sus dos caras:
la opaca y la brillante, no encontró respuesta a mi duda rara.
Busqué al ruiseñor, famoso por su entonación,
y al saber lo que me sucedía, me dijo con aflicción
que él tampoco conocía el proceder de la magia de su canto,
mucho menos del amor que causa tanto llanto.
Sin esperanzas ya, miré a mi interior
encontrando así a mi corazón
quien, con gran sorpresa esto me respondió,
con paciencia y sincero amor:
-Todo funciona como si se tratase de las cuatro estaciones:
primero, la primavera, con sus coloridas manifestaciones.
Y de pronto, es como si despertaras a la vida y al valor de existir.
Amarás lo que te rodea y disfrutarás lo que Dios puso para ti.
Es entonces, cuando, como las florecillas silvestres,
despedirás un aroma limpio, fresco, sensual y campestre.
Las aves, abejorros, mariposas y colibríes pelearán por tu néctar.
Y tú, tomarás halagada la decisión de quién a tu lado podrá estar.
El elegido vivirá contigo felicidad inigualable,
juntos sabrán sacar de cada experiencia el lado amable.
Las horas pasarán en vertiginoso tropel
haciendo de cada día un corto espacio cruel.
De pronto, sin ser invitado y sin avisar, el verano aparecerá.
Y con él, las lluvias pasajeras, los truenos y la calma que precederá.
Los vientos fríos que contrastarán con cálidos días,
tus labios morderás al sentir que ese amor puede no durar más.
Advertirás en ti otro olor, ya no es el mismo limpio y fragante,
ahora es triste, amargo, melancólico y errante.
Y ese, que fue todo en tu corazón comenzará a alejarse,
en otra flor encontrará calor sin de tus caricias acordarse.
Tú te quedarás ahí. Triste, abandonada, sola ...
Esa será la señal de que el otoño llega a decirte "hola"
y con él, la caída de tus más bellas hojas
tus ojos despedirán rocío por cualquier cosa.
Solo anhelarás que aquel que partió regrese a tu lado.
Pero eso no será posible. Las hojas con tu historia y la de tu amado
se irán rompiendo cayendo en el olvido, crujirán bajo tus pies.
Desaparecerán tus labios. Se borrará su piel.
Todo se quedará en la obscuridad del pasado,
pero tú, permanecerás respirando, despertando, caminando ...
tu existir será forzado.
Cuando eso suceda da la bienvenida al invierno.
Por más esfuerzos que hagas llevarás en ti un personal averno.
Querrás escapar buscando amores furtivos sin que yo esté listo aún
los fracasos te volverán fría, y tus ilusiones guardarás en un baúl.
Tu andar por la vida irá acompañado de copos de nieve sin fin
que simbolizarán tu pena y soledad en esta vida gris, incierta y febril.
Tus minutos, horas y días estarán plagados de cansancio y llanto,
tu cerebro trabajará pero yo, tu corazón, estaré sufriendo tanto.
Sentirás que a nadie le importas, que nadie te ama,
y que tu sombra es un espectro siniestro vagando en llamas.
Pero una mañana, te levantarás de tu lecho,
abrirás la ventana y mirarás hacia arriba, mas allá de los techos.
Descubrirás el cielo azul, las nubes y las estrellas
acompañados de una nueva primavera, y con ella,
uno que otro pajarillo que esperaba tu salida hacia ese sol amarillo.
Ahí. Buscándote, estará el nuevo amor de tu vida,
y otra vez las cosquillas, los latidos y el deseo de que un beso te pida.
He ahí el secreto. Esa es la magia del amor.
Te lo aseguro yo, que soy tu corazón.
Y tu trabajo, amiga mía, es izar esa gran bandera
que a todos muestre, que tú, orgullosa y valiente,
como toda gran guerrera, encontraste ...
Tu eterna Primavera
Elena Ortiz Muñiz