Bajan los niños del páramo, de los campos y los montes,
Vienen en grandes parvadas, de allá, desde el horizonte.
Muy alegres llenan los parques, las calles y las avenidas,
Ágiles corren entre los carros, con sus caritas desvalidas.
Los niños de la Navidad, seres lánguidos y hambrientos,
Que asoman a nuestras puertas, cansados y soñolientos.
En vísperas de nuestras grandes fiestas, desfilan sin parar,
Están ahí para recordarnos, nuestra indeseable realidad.
Duermen amontonaditos, en cualquier solitaria esquina,
No importa si esta sea, el umbral de una asquerosa cantina.
Con sus flacos cuerpecitos y entre si, se prodigan energía,
Hasta que el mañana amanezca, trayéndoles un mejor día.
Cuanta pobreza y miseria, de los niños tristes de la Navidad,
Vienen a pedirnos unos pesos, para el hambre poder mitigar,
A recordarnos, que aunque el resto del tiempo los olvidamos,
Siempre estarán en el campo, sufriendo sin que lo sepamos.
Juguetes viejos, unas monedas, pan, o fundas de caramelos,
Cualquiera de estas cosas sirven, para calmar sus desvelos.
Un bocadillo o una gaseosa, una sonrisa alegre y generosa,
Aquí para llenar mi bolsa, ¡regáleme algo señorita hermosa!
Ojala que recordemos, para que no nos sorprendan este año,
Abramos compasivos nuestro corazón, para poder ayudarlos.
Preparemos nuestra generosidad, para el día que ellos lleguen,
Demos aunque sea un abrigo viejo, ¡es más de lo que tienen!
Nuestra parte de responsabilidad, concientes reconozcamos,
El compromiso que tenemos, con los demás seres humanos.
No esperar hasta que el gobierno, lo arregle con obras grandes,
Ayudando a quienes tenemos cerca, hará que las cosas cambien.
Adelina Chávez Bautista