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...Recuerda,
sin ganas,
y a Kapriel se le empaña la vista.
Se rompe,
su calma,
cuando siente abajo las mordidas.

Se lanza,
la barca,
a la mar nuevamente buscando,
aletas
y agallas,
que luego secaran en los ganchos.

Temprano,
al alba,
ya las olas ocultan su estela.
Los hombres,
descalzos,
los empuja muy bien la propela.

Atrás,
Kapriel,
que los mira perderse a lo lejos.
Sentado,
sin piernas,
el escualo quebró hasta sus femurs.

El pueblo,
espera,
que la barca retorne completa.
Sin sangre,
sin gritos,
para así terminar la faena.

El sol,
que quema,
y los ranchos de quincho y madera.
La sal,
que llega,
con la espuma y se mezcla en la arena...

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