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Quiero regalarte un poema
que sea solo para ti.
No mío...
ni de ellos...
sino totalmente tuyo.

Menudo lío en el que me metí.
Uno piensa que como las palabras brotan
y se tiene la facilidad de acomodarlas...
se puede hacer cualquier cosa:
escribir al amor, al odio, al destino, a la rosa.

Pero...
¿cómo te escribo a ti?
sin involucrarlos a ellos,
sin reflejarme yo.

Un poema al padre de mis hijos
¡nada más fácil que eso! solo hay que mencionar
la ternura que te envuelve cuando estás con ellos
tu mirada que se humedece cuando te llaman papá.

La manera en que esos brazos fuertes y poderosos
se transforman en seda y algodón
cuando los abarcas, brindándoles tu protección.

Y no olvidemos el sacrificio
que haces día a día para darles lo mejor
luchando con la distancia, el cansancio, el tiempo...el temor.

¡Cuántas veces sentados en la mesa de la cocina
hemos conversado del tiempo que pasa volando,
de la vida que les tocará llevar!
Y terminas siempre con las lágrimas contenidas
pensando en lo que te has perdido
maldiciendo la distancia, añorando su presencia,
atestiguando que crecen sin piedad
pensando injustamente que no has estado aquí
que tal vez es mejor renunciar a todo...
que quizás no vale la pena...
que es mucha la soledad que debes resistir.

Entonces me pregunto: ¿por qué piensa que está ausente?
La presencia no es quedarse físicamente en un lugar,
sino dejar grabada la huella de tu ejemplo, el vestigio de tus caricias,
el eco de tus palabras, la certeza del apoyo incondicional que nos regalas.

Y es que quisiera hablar solo de ti
no de ellos...
no de mi.

Pero al pensar en ti como el maravilloso padre que eres
no puedo dejar de mencionar el amor que te profesan,
en como hacen acopio de toda la valentía que a su corta edad poseen
para contener el sollozo y despedirte con una sonrisa,
solo para no hacerte sentir mal, para que no partas con tristeza.
Aunque al cerrar la puerta se desmorone su tierna fortaleza.

Y pasa la semana, con sus horas lentas y sus minutos tan pesados
intentando hacer mil cosas para no pensar, para no sentir la ausencia.
Aunque nunca ha habido ausencia, hablamos 3 ó 4 veces diarias,
la tecnología es el paraíso en casos como el nuestro.
Te encontramos en el chat, al teléfono, en tus objetos olvidados,
en el hueco que deja la maleta en el armario,
en el hoyo abismal que se queda en el corazón
y que dificulta la respiración.

Nuevamente el viernes se apiada y llega a nosotros brindándonos alegría
todo en casa se vuelve una completa algarabía.
Pasamos la tarde preparando todo para tu regreso.
Tu comida preferida, el pan que tanto te gusta,
las cosas en orden para que te sientas bien.

Toman la siesta en la tarde para resistir la desvelada
de la espera tan ansiada. No siempre surte efecto,
a veces el cansancio los vence y cuando la puerta al fin se abre
ellos sueñan ya, quizás, en que llegue el día en que te quedes.

Pienso que en este momento
es imposible escribir sobre esto sin incluirme yo...
sin que estén presentes ellos.

Entras al hogar como una ráfaga de esperanza
traes contigo los besos y abrazos que tanto añoramos todos.
Y comenzamos nuestra cena en plena madrugada
con los temas de siempre acompañando al café:
el trabajo, las dificultades, los aciertos, los niños, mis padres, tu padre...
nosotros...el tiempo perdido, la cama que parece tan grande,
las sábanas que se vuelven frías, la soledad de las noches que no conocen la piedad.

El fin de semana transcurre tan pronto,
las horas entonces se vuelven veloces,
el tiempo no sabe de compasión.

En esas dos noches me duermo confiada
sabiendo que tengo tu protección,
que tu mirada estará en mi rostro gran parte de la noche
pues en un intento de burlar al implacable tiempo
robas al sueño las horas para observarnos mejor.

Me pregunto qué tanto piensas
cuando abro los ojos medio dormida y miro los tuyos
clavados en mi, me abrazas con fuerza invitándome a dormir.
Cuidando que las cobijas no lleguen a resbalar
para que el frío no me pueda molestar.

Sales de la cama antes de que despunte el alba.
Te paseas por la casa observándolo todo

como queriendo guardar en tu mente, en cada uno de tus sentidos,
el aroma de las cosas, la posición de cada mueble, el amor que vive en ella...
nuestro amor.

Te acercas a tus hijos, los miras dormir,
tus ojos se nublan de pronto.
Te aterra el tiempo que no volverá,
los instantes perdidos que jamás podrás recuperar.
El futuro incierto, el daño en la atmósfera,
los valores que tanto se han llegado a degenerar.

Entonces, despiertan, te descubren.
La explosión de alegría no se hace esperar.
Después de eso, comienza la rutina,
una rutina feliz porque es la que hacemos a tu lado.

Terminamos pasando la tarde en alguna plaza
alimentando palomas y viendo a nuestros hijos correr.
Tu mano cálida, generosa y leal aprisiona la mía
te veo feliz, te siento en paz...
y yo misma soy feliz.

Hasta que llega el domingo.
Nadie lo menciona pero el domingo es un día que duele,
tratamos de no pensar en nada, de no mirar el reloj,
hacemos como que nadie se ha dado cuenta
pero hasta el aire nos grita que en la noche te irás.

Comienza de nuevo la semana el lunes.
Los lunes...también duelen
porque al despertar encuentro la cama vacía,
el hueco en el armario,
tu ausencia punzando en mi pecho.
Suena el teléfono, sé que eres tú.
Estás a salvo, llegaste bien...

Ahora, sentada ante la computadora me pregunto:
¿cómo hacerle un poema a un ser como tú?
Que sea sencillo, sin seguir las normas,
aunque no rime, aún cuando los versos no midan igual.

Uno por el día del padre
que te haga saber lo buen papá que eres
y lo mucho que tus hijos te quieren.
Que no tenga nada que ver conmigo,
ni con ellos...
solo contigo.
Pero no puedo.

Resultó un reto más grande de lo que pensé.
Porque tú soy yo y lo que yo soy es gracias a ti
que día a día me dejas ser a pesar de la ausencia,
que confías en mi lealtad, en mi infinito amor.
Y lo que eres tú soy yo también
que te dejo ser aunque duela tu ausencia,
y confío en tu lealtad, en tu infinito amor.
Y ellos son parte de nosotros,
nos dejan ser aunque les duela tu ausencia
y el tiempo que les robo por hacer esto que me gusta.
De ahí, que nosotros seamos parte de ellos
que nos contagien su alegría, su fuerza, su fe,
su infinita valentía, saben de nuestra lealtad
y comparten nuestro infinito amor.

¿Ves ahora la dificultad de hacer un poema
que sea solo tuyo,
no de ellos...
mucho menos mío?

Un poema sencillo, sin reglas.
Que te haga saber
lo mucho que te quieren tus hijos.

Por cierto. Yo también te quiero.
Mucho más que eso...te amo.
¿si lo sabes verdad?
¿cómo no habrías de saberlo
si no hay nada de mi
que no sea de ti...
de ellos...
de nosotros.

Elena Ortiz Muñiz

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