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El fin de semana transcurre tan pronto,
las horas entonces se vuelven veloces,
el tiempo no sabe de compasión.

En esas dos noches me duermo confiada
sabiendo que tengo tu protección,
que tu mirada estará en mi rostro gran parte de la noche
pues en un intento de burlar al implacable tiempo
robas al sueño las horas para observarnos mejor.

Me pregunto qué tanto piensas
cuando abro los ojos medio dormida y miro los tuyos
clavados en mi, me abrazas con fuerza invitándome a dormir.
Cuidando que las cobijas no lleguen a resbalar
para que el frío no me pueda molestar.

Sales de la cama antes de que despunte el alba.
Te paseas por la casa observándolo todo

como queriendo guardar en tu mente, en cada uno de tus sentidos,
el aroma de las cosas, la posición de cada mueble, el amor que vive en ella...
nuestro amor.

Te acercas a tus hijos, los miras dormir,
tus ojos se nublan de pronto.
Te aterra el tiempo que no volverá,
los instantes perdidos que jamás podrás recuperar.
El futuro incierto, el daño en la atmósfera,
los valores que tanto se han llegado a degenerar.

Entonces, despiertan, te descubren.
La explosión de alegría no se hace esperar.
Después de eso, comienza la rutina,
una rutina feliz porque es la que hacemos a tu lado.

Terminamos pasando la tarde en alguna plaza
alimentando palomas y viendo a nuestros hijos correr.
Tu mano cálida, generosa y leal aprisiona la mía
te veo feliz, te siento en paz...
y yo misma soy feliz.

Hasta que llega el domingo.
Nadie lo menciona pero el domingo es un día que duele,
tratamos de no pensar en nada, de no mirar el reloj,
hacemos como que nadie se ha dado cuenta
pero hasta el aire nos grita que en la noche te irás.

Comienza de nuevo la semana el lunes.
Los lunes...también duelen
porque al despertar encuentro la cama vacía,
el hueco en el armario,
tu ausencia punzando en mi pecho.
Suena el teléfono, sé que eres tú.
Estás a salvo, llegaste bien...

Ahora, sentada ante la computadora me pregunto:
¿cómo hacerle un poema a un ser como tú?
Que sea sencillo, sin seguir las normas,
aunque no rime, aún cuando los versos no midan igual.

Uno por el día del padre
que te haga saber lo buen papá que eres
y lo mucho que tus hijos te quieren.
Que no tenga nada que ver conmigo,
ni con ellos...
solo contigo.
Pero no puedo.

Resultó un reto más grande de lo que pensé.
Porque tú soy yo y lo que yo soy es gracias a ti
que día a día me dejas ser a pesar de la ausencia,
que confías en mi lealtad, en mi infinito amor.
Y lo que eres tú soy yo también
que te dejo ser aunque duela tu ausencia,
y confío en tu lealtad, en tu infinito amor.
Y ellos son parte de nosotros,
nos dejan ser aunque les duela tu ausencia
y el tiempo que les robo por hacer esto que me gusta.
De ahí, que nosotros seamos parte de ellos
que nos contagien su alegría, su fuerza, su fe,
su infinita valentía, saben de nuestra lealtad
y comparten nuestro infinito amor.

¿Ves ahora la dificultad de hacer un poema
que sea solo tuyo,
no de ellos...
mucho menos mío?

Un poema sencillo, sin reglas.
Que te haga saber
lo mucho que te quieren tus hijos.

Por cierto. Yo también te quiero.
Mucho más que eso...te amo.
¿si lo sabes verdad?
¿cómo no habrías de saberlo
si no hay nada de mi
que no sea de ti...
de ellos...
de nosotros.

Elena Ortiz Muñiz

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