Me calzo trémulo en tu regazo,
cuando han apuñalado mi ilusión
y sangra incontenible el corazón,
tu lo estancas con tu lazo.
Te encuentro sin anunciarme
y siempre estás allí para aliviar mi cuita,
de mi quebranto, de mi desgracia fortuita,
y enjugas mis lágrimas al besarme.
¡Cómo he de pagarte!
¡Como debería amarte!
¿Cómo hermano o como hijo?
Y como soy de caricias escueto,
prefiero escribirte un soneto,
eterno, límpido y prolijo.
Baltazar Peña