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Mis labios se cerraron
para no decir la palabra hiriente
el vocablo soez
la maldición del amante
que se  siente traspasado por la saeta cruel
de la traición.
No quise verla más
Además de  los labios también sellé mis ojos,
y clausuré mis oídos
Para no hablar, no ver
ni oír los últimos instantes
de ese ser que agonizaba a mis pies.

Esperaba que exhalara el último suspiro
para sacarle el corazón del pecho...
y que no se llevara al otro mundo
ese amor que manchó con su traición.

Edgar Tarazona Angel

 

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