Bastante tiempo ya
Callado he estado.
Haciendo caso insensato,
A lo que me habían comentado.
Dejé a un lado los placeres,
Dejé a un lado el vivir.
Me olvidé de las necesidades,
No esperaba nada ya del porvenir.
Y poco a poco fui perdiendo,
Aquello que me constituyó,
Perdiendo fuerza en mis letras,
Forjando mi propia destrucción.
Ya ni siquiera me encerraba,
Ya todo dejó de importar.
Sentía poco los pesares,
Ni hablar de lo que es amar.
Había olvidado lo vivido,
También de lo que orgulloso estaba,
Había relegado en el olvido,
Todo lo que una vez amara.
Y me dejé llevar por la corriente,
Dejé por un momento de luchar,
Y aunque cómodo era el no hacer nada,
Llegó el momento de nuevo de nadar.
Porque el ser como la gente,
El mero hecho de pertenecer al montón,
Drena la poca vida que me queda,
Y me destroza en pedazos el corazón.
Me deja sin sentido en la vida,
Como un barco sin timón en alta mar.
Yendo sin rumbo y a la deriva,
Misericordia esperando de los demás.
Si antes yo miraba toda mi vida,
Como un paso tortuoso en medio de las montañas,
Ahora, comparado con lo vivido,
Añoro esas torturas que algo me estaban enseñando.
El último año, durante lo que fue mi encierro,
Perdí mi vida, me destrocé por dentro.
Y no sentía ya absolutamente nada,
Ni siquiera el aliento de una muerte anhelada.
Ya ni siquiera recorría yo el mundo,
Porque no me interesaba lo que en él pasaba.
Dejé a un lado al hombre,
Porque a mi mismo aparté de mi lado.
No renegué de lo que había sido,
Porque ello significaría que estaba vivo.
Tan sólo me concentré en el olvido,
En la oscuridad y en una muerte fría.
Quizás habría seguido así por mucho tiempo,
Hasta que, gracias a una amiga,
Leí de nuevo lo que una vez había escrito,
Y me dolió el alma y vi que estaba viviendo un sin sentido.
Y al principio la culpé por mis errores,
Por mostrarme como me había abandonado.
Cómo había por siempre olvidado,
Aquello que una vez a todos enseñara.
Me sorprendo al pensar en ello,
Me sorprendo al ver mis estupideces.
De cometer los mismos errores,
Contra los que prediqué con creces.
martes, 23 de julio de 2002