Nos sentamos en el patio, y pensamos en voz alta: ¿Si el abuelo Pedro se casa, cuando fue a la guerra? ¿En realidad ese sable, fue usado para la lucha armada, o tuvo otro fin? ¿Tendrá manchas de sangre? Preguntas que solamente la abuela, nos podía responder. Por algo lo ha conservado con tanto respeto y no permitió que nadie lo tocara. Seguimos reunidos evaluando nuestras propias dudas, que mañana será lo primero que le preguntaremos.
Parece que Doña Josefa se fue muy tarde, y la abuela terminó con un fuerte dolor de cabeza.
El encuentro con la interlocutora ya era toda una ceremonia, que esperábamos con entusiasmo. Nos olvidábamos por algunas horas de las duras tareas escolares. Seguramente hoy esta historia llegaría a su fin, y nuestra curiosidad será saciada con los puntos claves de este relato, que nos ha tenido en vilo durante varios meses.
“-Que les parece chicos, si hoy son Uds. los que me cuentan algún episodio interesante de la escuela, o con sus amigos” -¡No abuela, queremos conocer como sigue el encuentro del su abuelo! “-Por supuesto chicos, que ese relato se los voy a continuar, pero no es justo que siempre sea yo, la más charlatana-“ Nos miramos como buscando una anécdota corta para salir del paso, siendo mi prima la más arriesgada: -“La semana pasada la Sra. Directora nos pide que realicemos con la clase de sexto un trabajo comunitario. A mi se me ocurrió, que eligiéramos un día en la semana, para ayudar a los ancianos a cruzar la calle”. La abuela se había entusiasmado con el cuento de mi prima, “Muy linda actividad, te felicito, continúa contando”, interrumpió la abuela. “En realidad lo hicimos un solo día, y nos felicitó toda la escuela” Nosotros vimos que esa anécdota era muy corta, y seguramente uno de nosotros tendría que salvar la situación, relatando un hecho de mayor peso de credibilidad. La abuela esperaba atenta que uno de nosotros continuara. “Yo les voy a contar cuando salvé el gatito de la vecina, que se había caído a un pozo.” – “Muy bien”, agrega la abuela, “así haremos. Un día les cuento yo, y al siguiente les toca a Uds.” “Me dan una gran alegría al saber que mis nietos también tienen recuerdos guardados en sus corazones, que compartiremos todos los días. Mañana es mi turno, y continuaré con mi relato pendiente.”
Nos parecía mentira ver el disfrute de su rostro cuando contábamos nuestras pequeñeces. En esos momentos nos dimos cuenta que era más importante nuestra presencia, que todas las historias juntas. Nuestra fresca energía, inundaba su corazón, dándole fuerza para continuar al otro día. Ella a su vez plasmaba en nuestras mentes, una historia que su corazón tenía necesidad de compartir.
Cada uno de nosotros la abrazó, dándole un cariñoso beso, despidiéndonos con un “Hasta mañana abuela Si Dios Quiere”.
Que simple lección habíamos recibido. Aprendimos que no solamente debemos recibir, también debemos saber dar. Al día siguiente nuestros rostros, no reflejaban la ansiedad de otros días. Estábamos prontos, y sin apuro, para escuchar la continuación del relato prometido.
“Como les decía chicos, el abuelo llega a la casa de su enamorada, golpea suavemente con algo de recelo, saliendo a su encuentro la joven rubia. Se miraron a los ojos, se tomaron las manos, confirmando su amor con un caluroso abrazo.” Él quería casarse y ella también. En esos momentos se oyen gritos desde el monte, ¡es mi padre!, dijo la joven, -lo debe estar corriendo un lobo hambriento-. Entró desesperada a la casa trajo un sable, entregándoselo en las manos al abuelo. ¡Corre y ayúdalo por favor!
“Sin perder tiempo se interna en el monte, y con un golpe certero de sable, mata al lobo.” La joven esperaba ansiosa el desenlace de tal trágico episodio, cuando a lo lejos pudo divisar a su padre y al abuelo abrazados juntos, y muy sonrientes”.
En esos momentos se le habían llenado los ojos de lágrimas a la abuela, y le pedimos que descansara unos instantes, porque la emoción del recuerdo la podía perjudicar. “Debo continuar chicos, así se los prometí” “Cuando ingresaron a la vivienda, el padre de la joven estaba tan agradecido, ofreciéndole en recompensa el sable, que lo había acompañado en toda su carrera militar.” “Al poco tiempo se casaron, y esa joven tan bonita de que les hablo, era también mi abuela”
“Les conté toda esta historia, para que sepan que en la vida hay que ser agradecido. Las buenas obras se tienen que recordar siempre, y debemos guardarlas en un rincón muy querido de nuestro corazón.” “Mañana Si Dios Quiere, deben ser Uds. quienes deberán llenar mi horas con relatos bonitos, aunque sean fantasías. De esa forma me sentiré viva, con la ilusión de la espera como ha pasado con ustedes todos estos días.”
Gracias abuela, por mantener encendida la llama de la curiosidad, que motivó en nosotros el encuentro diario con un ser adorable, que talvez hasta hoy no habíamos valorado como correspondía.