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El silencio mortuorio que se apodera hasta de los rincones más apartados de la habitación en penumbras es profanado por el ruido mundanal que llega desde la calle: el grito insistente del hombre que surte los cilindros de gas, los perros ladrando, las gallinas alborotando.

Margarita deja la cama apresuradamente. ¡Tiene tantas cosas qué hacer! Es jueves: la víspera del viernes de Dolores. Sale de su recamara recorriendo el pasillo que da al baño. Pasa frente a la puerta de lo que era el cuarto de su hijo Juan y sigue de largo conteniendo las ganas de emitir un saludo de buenos días.

¡Ay, su tan querido Juan!. Fue su único hijo, el compañero fiel en ese camino solitario y triste que le tocó recorrer cuando Pedro murió. Se quedó solita con él, sin más recursos que la casita en la que vivían y sus manos acostumbradas al trabajo duro. Y vaya que si se afanaron para salir adelante.

No se esperó a que el poco dinero que les quedó se terminara por completo para actuar, debió sobreponerse en seguida a su sufrimiento para evitar que su hijo pasara hambre y necesidad. Aprovechando que tenía buena mano para el cultivo comenzó a preparar plantitas derivadas de las que tenía en el terrenito detrás de la casa, al mismo tiempo sembró jitomates, chiles y otras cosas. Su huerto ya daba suficientes limones, limas, peras, tunas y naranjas. Con ellas, y los pedacitos plantados en macetas de barro abrió las puertas y comenzó a vender plantas y frutas, con el dinero obtenido, invirtió en algunas otras verduras, macetas y otras especies de plantas que se trajo desde un vivero. Y comenzó así el negocio que le dio para vestir, alimentar y sacar adelante a su muchacho.

En realidad, no sufrió mucho para lograrlo, siempre fue un buen chico, travieso pero noble como él solo, tanto, que terminó sacrificando su vida por otro.

Sale del baño vestida, bañada y terminándose de amarrar la larga trenza negra que cuelga a lo largo de su espalda. Se dirige apresuradamente al huerto llevando la vasija que jaló al pasar por la cocina, camina al gallinero a alimentar a las aves, luego sirve agua y comida a los perros y finalmente, se detiene a revisar sus jarritos de barro con el trigo puesto a germinar con 15 días de anticipación. Todo en orden. Tenía una docena de recipientes con trigo amarillo gracias a la sombra y otra docena con trigo verde como resultado de permanecer al sol.

Un poco de café de la olla, tortillas con frijoles, salsa de molcajete y queso ranchero para el desayuno que toma apresuradamente. Poner luego la casa en orden le lleva menos de una hora, y sale por la entrada principal que es la misma de su recaudería después de cubrirse la espalda con su rebozo. Ese día no abre, se dedica a tener todo listo y el viernes de Dolores, nadie en todo Guanajuato trabaja. Lo destinan a honrar a la Santísima Virgen María por el sufrimiento padecido a causa de la muerte de su hijo.

Y vaya que si ella sabía de cuánto costaba volver a respirar con normalidad después del fallecimiento de un hijo. Su Juan fue el camino a través del cual conoció ese calvario. Recordó, mientras bajaba el callejón estrecho que desembocaba en la que prácticamente constituía la única calle que recorría en su totalidad el centro de la ciudad, aquel día en el que, feliz, entró como un huracán a la recaudería tirando los chiles de rellenar en el piso mientras levantaba a Margarita por la cintura celebrando su éxito.

-Me aceptaron, madre. Me aceptaron.

-¿De qué me hablas?- preguntaba la mujer sin saber qué le ocurría

-Mañana me presento a trabajar en la Mina de Rayas. ¡Voy a ser minero!

-No hijo, ¡minero no! -suplicó- en el negocio nos va bien. No hay necesidad.

-Sí, madre. Si hay necesidad. Yo no quiero pasarme la vida pesando cebollas y limpiando nopales. ¡Quiero ser como mi padre!. Además me darán prestaciones, servicio médico para usted y para mi, entre otras cosas que nos harán progresar...

Nunca estuvo de acuerdo con aquella decisión, pero...solo era su madre ¿qué podía hacer contra el destino que llevaba marcado? ¿cómo oponerse a sus anhelos y ambiciones? Camina presurosa al tiempo que saluda cortésmente a cuánta persona se encuentra en el camino en un intercambio de melodiosos: "Buenos días" en diferentes tonos y timbres de voz.

Llega hasta el mercado Hidalgo que solo en esos Jueves muestra la estampa que aparece ante los negros ojos de Margarita: la calle ya está repleta de gente que va y viene, la mayoría trabajadores y campesinos que llegan de los pueblos a vender y comprar lo necesario.

El adoquín de las calles se tapiza de flores campestres, nubes, rosas, claveles y crisantemos que otorgan, además, un colorido espectacular a la escena que se mezcla con el verde y el amarillo sin igual de los potes con trigo germinado para aquellos que no pudieron, no supieron o prefirieron no hacerlo ellos mismos. Se hace presente, la creatividad e ingenio de los mexicanos que elaboran figuras de barro cocido diversas para mercarlas cubiertas del trigo recién crecido tan demandado esta fecha. Los manteles de papel picado son auténticas obras de arte a precios insólitos, los granos de incienso y copal desprenden involuntariamente su perfume logrando una mezcolanza entre campestre, místico y religioso que logran en sí mismos tejer con sus olores un bien estructurado poema.

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