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Estaba tomada, se sentía exuberante, como si mil manos la estuvieran acariciando en el roce de los cuerpos de la pista de baile en aquella boite. El juego de las luces, el humo que salía de esa máquina en la esquina y los olores de los cuerpos transpirados que se movían al son de una música de ruidos ensordecedores que no dejaba escuchar la letra de una decadente canción que repetía el nombre de una mujer vulgar.

Las risas grotescas de una extraña pareja que se manoseaba lascivamente al lado del bar y un hombre pequeño de ojos hundidos que no les quitaba la vista de encima mientras mantenía una mano en su entrepierna y con la otra se empinaba un jarrón de cerveza.

Sus sienes retumbaban marcando el ritmo al igual que sus caderas, y sus piernas torpemente mantenían la cadencia de un movimiento sensual.

Un grandote barbudo con apariencia de rudo se acoplaba a su espalda con toda la intencionalidad que sus propios devaneos le sugerían en la inconsciencia de su mente embotada por el alcohol.

Sin dejar de moverse, refregándose contra ese extraño que le provocaba más rechazo que intimidad, levantaba sus brazos y le aferraba la cabeza depositándola en sus hombros provocando un contacto más especial.

Un moreno pendenciero le bailaba delante de sus ojos y gesticulaba con su boca y con su lengua las promiscuas propuestas que el ruido no le dejaba escuchar. Sintió sus manos en sus pechos, y cuando atinaba a sacarle, no puedo evitar el estremecimiento natural de su cuerpo que le pedía más…

Palpitaciones agolpadas en su corazón enajenado, la respiración agitada y esas contracciones tan conocidas en su bajo vientre le indicaban que debía parar. Pero la prisa del goce que se desencadenaba en su cuerpo le obligaba a continuar…

Sus ojos desorbitados miraban hacia los lados, captando en el giro de las luces secuencias de los movimientos entrecortados de las personas a su alrededor, que le hacia recordar las viejas películas de otras épocas que pasaban en el penal.

Se enganchó de una mirada y le costó ubicarla de nuevo entre los torpes giros del moreno que ya le mandaba mano respondiendo a la aceptación callada que ella le otorgada en su dejar.

Con algo de voluntad que le quedaba trató de apartar al grandote que le presionaba por detrás, lo que provocó que el rudo la atrajera más tirando de su cintura con movimientos bruscos de autoridad.

Apenas le vio de nuevo, reconoció aquellos ojos que le miraban sin cesar y así continuó el grotesco espectáculo compartiendo ese trío que tenía más de dantesco que de sensual.

Se concentró en no perderlo de vista y aguzaba su mirada hacia donde le había visto en el contorno de su apariencia perfilada por las luces del bar. Pero entre el movimiento de cuerpos y el suyo propio desesperada ya no lo vio más.

Trató en un esfuerzo de cordura, zafarse de los dos hombres que le aprisionaban y el tironeo de brazos inútil le llevó a desfallecer y sintió entre su inconciencia como le tomaban de sus brazos y le arrastraban hacia fuera de la pista de aquel bar.

Sintió el frío de la intemperie y el aire que sus pulmones trataban de asimilar, mientras unas manos bruscas le arrebataban su ropa y le apretaban implacables en el suelo de aquel estacionamiento vacío con un cielo sin estrellas por testigo de las miserias que estaba acostumbrada a soportar.

Palabras incoherentes, jadeos desagradables y el despiadado maltrato que su cuerpo rendido aceptaba sin hablar. Sintió que abrían sus piernas y el abrupto y penetrante miembro que le acometía sin piedad, mientras que en la osadía del acto trataba de contener el vómito que le provocaba tener su boca ocupada de sexo brutal.

Se desvaneció del tiempo y aterida de dolor y frío, se quedó allí con su cuerpo desnudo sacudido apenas por el incontrolable sollozo que no podía controlar, escuchando las bocinas lejanas y las luces difusas de los coches que pasaban por la carretera paralela al estacionamiento de aquel bar.

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