Pasa el joven, se detiene, la mira, pregunta si molesta, y la dama no expresa, ni una sola palabra.- Cuando se retira prudentemente el joven, la dama intenta observar el camino seguido por el extraño, pero enseguida se le pierde de vista.-
Cuenta este episodio a su madre, entre el té de la tarde y las galletitas de coco, y su madre con una sonrisa sobradora, le pide que si pasa nuevamente, lo salude, con la mejor educación, que ella había aprendido.-
Todos los días la dama, sale al balcón, pero el joven desconocido no aparece.-
Habían pasado dos semanas, y una tarde, de cielo gris plomizo, aparece su figura, recortada en el horizonte.- Nuevamente se para, la mira, y con una voz firme, pero muy dulce, le dice” eres una rosa, y tus pétalos harán cambiar el color del cielo”.- El joven se retira, y la dama, que nunca pensó recibir tal piropo, no lo pudo saludar, como le había indicado su madre.-
Con los ojos llenos de lágrimas, entró a la casa, y le vuelve a contar a su madre lo sucedido.- No te preocupes le indica su madre, tendrás esa oportunidad.-
Jamás había esperado con tantas ganas, el momento de sentarse al balcón.- Su criada, conocía esta historia, y le había preparado el mejor sombrero, para lucirlo, en el momento tan esperado. Ya desilusionada, no quería salir al balcón, porque el joven piropeador, no volvía a pasar.-
Una tarde, luego de largas esperas, vuelve el joven por el barrio.- Era una tarde de sol brillante, sin una nube, y la dama lucía su sombrero nuevo.-
Como una verdadera ceremonia, llega al balcón, se para junto a él, la mira, y le dice “hoy el sol, está celoso, porque la rosa de este balcón, brilla más que él”.- Se vuelve a retirar, sin mediar palabras, y un llanto desconsolado, se apodera de la casa de esta dama.-
Ni la madre, ni la criada, pudieron consolarla y se retira a su cuarto, donde a solas, se reprocha, lo tonta que he sido.- Pero a su vez, piensa, que la próxima vez, va ser ella la que salude al joven, apenas aparezca su imagen frente a su ventana.-
Pasan varios días, y una tarde lluviosa, nada apropiada para galanterías, el joven desconocido, vuelve a escena.-
Esta vez su cabello negro está cubierto por un sombrero pequeño, poco elegante, pero de buen paño.- Sus ojos verdes, hoy están más brillantes que otros días.-
La dama, esperaba detrás de la ventana, cubriéndose de la lluvia, pero con la mirada puesta en la visita tan deseada. Cuantos años, cuantas ilusiones, quería dejar en el olvido, y poner un rayo de luz, en sus días venideros.-
Al acercarse el joven al balcón, se abre la ventana, y recortada por la penumbra de la habitación, ahí estaba ella.- Se miran ambos en silencio, y nuevamente es él quien interrumpe el fogonazo de sus ojos, y le dice: “la lluvia llenará de gotas esta rosa, y no permitirá que nunca se marchite”.-
Toma su sombrero con la mano derecha, se inclina, y con un “adiós” se retira en silencio.-
Todo parecía esfumarse, donde encontrar al joven misterioso del piropo y de las rosas. Su vida, ya no sería la misma. Para que el sombrero nuevo, para que el peinado con rizos, si aquella ilusión se le fue entre las manos.-
Pasan los años, y como todos los domingos, concurre a misa, pero hoy va sola, su anciana madre había fallecido.- La vieja criada, muy achacosa, continúa a su lado, como custodiando el mejor tesoro.-
Algo inesperado iba a pasar.- El sacerdote en su sermón, había comentado, que Dios nos tiene reservado muchas sorpresas, y que el día menos esperado, una luz entrará en nuestras vidas.-
Al salir de la iglesia, y sin pensar en un encuentro, se acerca con paso firme, un joven.- Era él, aquella vieja ilusión y aquel secreto que guardó por tantos años.- Hoy no hubo piropos.- En su mano un poco temblorosa, llevaba una ramos de rosas.- Solamente miradas, y lágrimas hubo en sus rostros.- Se las entrega con mucho respeto, y se mezcla entre los feligreses que salían de misa.- Ella apresurada lo busca, corre, le parece que lo encontrará en todas partes, pero ya se había ido.-
Esa fue la última vez que la dama se encontró con el joven misterioso de las rosas.- Nunca se supo su nombre, ni de donde vino, y porque hacía la visita al balcón, que nunca más se abrió.-