Es difícil dividir la ficción de la realidad.- Cuando transitamos momentos muy difíciles, cuando vemos en nuestro alrededor, hechos y acontecimientos, que merecen un elogio, muchas veces pensamos que no es real, que solo es imaginación, y debemos tener la sutileza de no cambiarnos de bando.-
En una sociedad llena de prejuicios, de chismes baratos, y de historias amorosas que nunca existieron, nuestro cuidado debe ser mayor. Acaso nosotros mismos, no estaremos involucramos en una fantasía pasional, o nos verán, como el tonto de la película.-
Fulanita, lo mira a zutanito, pero éste no le dio ni la hora.- Que tonto, será maricón.- Ese respeto que tiene el chico de enfrente, con los ancianos, será un trauma de su niñez.- La nena..., cuenta la madre, está enamorada de un compañero de trabajo, pero que macana, el es casado, y se tienen que ver a escondidas.
Pobre mi niña, ya con quince años, y madre soltera.- Bueno la ayudaremos en lo que se pueda.-
Pero te das cuenta, le comenta una vecina a la otra, nuestra conocida en común, la viuda, ya tiene nuevo pretendiente, y el pobre finadito de su marido, sólo hace tres meses que se murió.-
En una cola de la panadería, se levanta el rumor, que la morocha de la otra cuadra, hace dos noches que no viene a dormir a su casa. Se habrá fugado con el “compañero”, o los padres al saber que era casado la echaron de la casa.-
No siempre son historias pasajeras, ni tan frívolas, hoy les voy a contar una que posiblemente no la saben. Lo chabacano, lo cursi, es una moneda corriente en estos días. Pero está también aquella vieja tradición de la galantería, del piropo, del ramo de flores.-
Lógicamente quedan pocos casos de estos, y se ven como bicho raro.-
En principio de siglo XX, el sombrero y el bastón, eran accesorios obligatorios, del hombre fino, del señor de bien, y de todo aquel, que mantenía los buenos modales, y las costumbres que les enseñaron sus ancestros.-
La dama, usaba su sombrero, y según la ocasión, era el color que debía lucir.- Sus faldas anchas y largas, guantes, cartera a tono y el exquisito aroma de un perfume francés.-
No siempre se encontraban el caballero con la dama, para cruzar una galantería, muchas veces la dama elegante, recibía un piropo, del que menos pensaba.-
Según historias de las abuelas, había una vez una dama muy coqueta, de finos modales, de vestido de fina seda, con sombrero de plumas, y guantes haciendo juego. Vivía en una casa céntrica de su pueblo, sola con su madre, una venerable anciana, de misa dominical y de doble apellido.-
La criada de la casa, era la responsable de la ropa y el peinado de esta gentil dama.- Cuando niña, había aprendido costura, educada en colegio católico, supo codearse con la crema de aquel entonces, como le solían llamar.-
Ya, pasando los cuarenta, su vida se concentraba en bordar, acompañar a su madre los domingos a misa, y revivir algunos momentos con el álbum de fotos de la familia.-
Su corazón destrozado por el tiempo, por algunas promesas que jamás se cumplieron, y de esa forma vio pasar el tiempo, y la oportunidad de contraer matrimonio.-
No olvidemos que en aquellos años, para cotejar una joven, había que prometer matrimonio, indicar la dote de sus padres, y expresar un interés duradero en el amor. Su casa tenía dos balcones de estilo colonial al frente, rejas con las iniciales de la familia, y una ubicación muy favorable, al estar a solo pocos metros de la esquina.-
Quien no conocía la dama de las rejas de estilo colonial.- Su figura elegante, bonita, cutis aterciopelado, y un cabello rizado, al mejor estilo, de las cortes de los reyes españoles.-
Un día, se encontraba ubicada en el balcón de su casa, sentada en un sillón de estilo inglés, bordando una ropa a su querida madre.-
Como mandado por el propio Satanás, pasó un joven apuesto, alto, de cutis morocho, ojos verdes, pero sus ropas no eran las que acostumbrada a ver, los domingos en misa.-
Pasa el joven, se detiene, la mira, pregunta si molesta, y la dama no expresa, ni una sola palabra.- Cuando se retira prudentemente el joven, la dama intenta observar el camino seguido por el extraño, pero enseguida se le pierde de vista.-
Cuenta este episodio a su madre, entre el té de la tarde y las galletitas de coco, y su madre con una sonrisa sobradora, le pide que si pasa nuevamente, lo salude, con la mejor educación, que ella había aprendido.-
Todos los días la dama, sale al balcón, pero el joven desconocido no aparece.-
Habían pasado dos semanas, y una tarde, de cielo gris plomizo, aparece su figura, recortada en el horizonte.- Nuevamente se para, la mira, y con una voz firme, pero muy dulce, le dice” eres una rosa, y tus pétalos harán cambiar el color del cielo”.- El joven se retira, y la dama, que nunca pensó recibir tal piropo, no lo pudo saludar, como le había indicado su madre.-
Con los ojos llenos de lágrimas, entró a la casa, y le vuelve a contar a su madre lo sucedido.- No te preocupes le indica su madre, tendrás esa oportunidad.-
Jamás había esperado con tantas ganas, el momento de sentarse al balcón.- Su criada, conocía esta historia, y le había preparado el mejor sombrero, para lucirlo, en el momento tan esperado. Ya desilusionada, no quería salir al balcón, porque el joven piropeador, no volvía a pasar.-
Una tarde, luego de largas esperas, vuelve el joven por el barrio.- Era una tarde de sol brillante, sin una nube, y la dama lucía su sombrero nuevo.-
Como una verdadera ceremonia, llega al balcón, se para junto a él, la mira, y le dice “hoy el sol, está celoso, porque la rosa de este balcón, brilla más que él”.- Se vuelve a retirar, sin mediar palabras, y un llanto desconsolado, se apodera de la casa de esta dama.-
Ni la madre, ni la criada, pudieron consolarla y se retira a su cuarto, donde a solas, se reprocha, lo tonta que he sido.- Pero a su vez, piensa, que la próxima vez, va ser ella la que salude al joven, apenas aparezca su imagen frente a su ventana.-
Pasan varios días, y una tarde lluviosa, nada apropiada para galanterías, el joven desconocido, vuelve a escena.-
Esta vez su cabello negro está cubierto por un sombrero pequeño, poco elegante, pero de buen paño.- Sus ojos verdes, hoy están más brillantes que otros días.-
La dama, esperaba detrás de la ventana, cubriéndose de la lluvia, pero con la mirada puesta en la visita tan deseada. Cuantos años, cuantas ilusiones, quería dejar en el olvido, y poner un rayo de luz, en sus días venideros.-
Al acercarse el joven al balcón, se abre la ventana, y recortada por la penumbra de la habitación, ahí estaba ella.- Se miran ambos en silencio, y nuevamente es él quien interrumpe el fogonazo de sus ojos, y le dice: “la lluvia llenará de gotas esta rosa, y no permitirá que nunca se marchite”.-
Toma su sombrero con la mano derecha, se inclina, y con un “adiós” se retira en silencio.-
Todo parecía esfumarse, donde encontrar al joven misterioso del piropo y de las rosas. Su vida, ya no sería la misma. Para que el sombrero nuevo, para que el peinado con rizos, si aquella ilusión se le fue entre las manos.-
Pasan los años, y como todos los domingos, concurre a misa, pero hoy va sola, su anciana madre había fallecido.- La vieja criada, muy achacosa, continúa a su lado, como custodiando el mejor tesoro.-
Algo inesperado iba a pasar.- El sacerdote en su sermón, había comentado, que Dios nos tiene reservado muchas sorpresas, y que el día menos esperado, una luz entrará en nuestras vidas.-
Al salir de la iglesia, y sin pensar en un encuentro, se acerca con paso firme, un joven.- Era él, aquella vieja ilusión y aquel secreto que guardó por tantos años.- Hoy no hubo piropos.- En su mano un poco temblorosa, llevaba una ramos de rosas.- Solamente miradas, y lágrimas hubo en sus rostros.- Se las entrega con mucho respeto, y se mezcla entre los feligreses que salían de misa.- Ella apresurada lo busca, corre, le parece que lo encontrará en todas partes, pero ya se había ido.-
Esa fue la última vez que la dama se encontró con el joven misterioso de las rosas.- Nunca se supo su nombre, ni de donde vino, y porque hacía la visita al balcón, que nunca más se abrió.-