Se sentía sola, vacía, desilusionada del mundo y cercana al suicidio; la depresión la llenaba de horribles pensamientos macabros y, sin saber cómo… sucedió.
Estaba sentada en la mesa más escondida de una cafetería en el centro de la ciudad envuelta en sus lúgubres pensamientos cuando sus miradas se cruzaron y, cosas del destino, el flechazo de Cupido fue instantáneo, él se aproximo un poco tímido pero ella le hizo una invitación muda a que se sentara con un ademán de la mano. Entablaron esa charla eterna de dos desconocidos que quieren dejar de serlo y tres horas más tarde su depresión y todos sus males habían desaparecido, ya eran amantes.
El amanecer del otro día estaba pleno de alegres presagios, despertó dichosa y se extrañó de no ver a su amado a su lado, se puso la bata y salió a la sala donde descubrió que todo lo de valor había volado con su gran amor de pocas horas.