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No conocía la piedad ni la misericordia. El sobrevivir era todo su destino y propósito. Las favelas lo demandaban. El débil sucumbe.

Su madre, una prostituta, lo trajo a este mundo sin consultarlo. Su padre, un desconocido. Solo fue un descuido de su progenitora, en una noche en la cual el cliente ofreció mucho dinero por hacerlo sin protección.

Su madre, lo conservó, lo cual en ese entorno era todo un acto amoroso. Los golpes tempranos fue su educación.

Un noche, cuando tenía 11 años, su madre estaba atendiendo a un cliente cuando él, descuidadamente entro en la habitación. Vio a ese hombre obeso, peludo hasta el coxis, y con un olor tan nauseabundo que casi tuvo que contener el aire. Estaba sobre su madre y jadeaba como un animal en sus estertores.

Estaba acostumbrado a las calamidades humanas pero esto lo supero. Tomo un cuchillo y se lo introdujo quirúrgicamente en el abdomen del hombre, lo cual le causo la muerte inmediata.  

La sangre se esparció, como reguero de pólvora, sobre todo el lugar. Su madre reaccionó de inmediato. Despojó al obeso de su dinero y luego llamó a la policía. Dijo que fueron atacados por ladrones.  

Ese fue el primer crimen del niño y lamentablemente, no el único. Era el comienzo de un camino hacia el ocaso.

Luego paso a ser solado de la favela. Más tarde jefe de sección y finalmente, el líder de todo el lugar.

El niño ya estaba en sus treinta años. Su corazón era duro como la roca, incapaz de expresar o sentir nada. Solo el dinero, el sobrevivir, el no tener hambre, era su guía.

Esa noche conoció a Lucia. Una hermosa y morena mujer. Tenía 18 años. Vivía con su madre.

Estaba siendo acosada por 4 jóvenes. Algo común en ese lugar. Uno de ellos tenía la firme convicción de tener sexo con ella, quiera o no. Era el más determinado.

Estaba acorralada sobre la pared de una de esas callejuelas. El vio la escena  y algo extraño le ocurrió, sintió que debía intervenir y salvarla.  

Que tenía agallas, no cabe dudas. Tomo el cuchillo que tenía siempre apretado en su abdomen y los encaro. Los 4 jóvenes no se amedrentaron. La batalla estallo.  

Tres muertos y un herido. Luego se le acercó a Lucía y trato de consolarla. La miro fijamente. Indefensa y con esos grandes ojos negros, sintió algo parecido al amor, pero como jamás lo había experimentado, no puedo reconocerlo con certeza.  

Al cabo de dos semanas, la visito en su hogar. Su excusa era saber si estaba bien.

Un maravilloso milagro ocurrió en esa favela. Un despiadado hombre que no conocía la piedad ni el amor, de pronto comenzó a reconocerlo. Ese sentimiento estaba fuera de su control, él no lo podía evitar. Eso fue extraordinario.  

Poco a poco, la ira en su corazón fue dando paso a la ternura. No fue fácil. Ella lo ayudo.

Ahora viven en San Pablo, él trabaja en una tienda y ella cuida a sus tres hijos. Pero no solo eso, como su corazón había cambiado, todos los domingos, en la iglesia del lugar, ayuda a todos aquellos que quieran salir de la delincuencia.

 

“Los milagros no solo ocurren en la biblia”.   

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