Los seres humanos tenemos actitudes que, muchas veces, nos hacen dudar de nuestros sentimientos y emociones hacia el prójimo. Este es un ejemplo de lo crueles que podemos ser en cualquier etapa de la vida.
Sucedió en mi juventud; teníamos un amigo, vecino de barrio, que jugaba muy bien fútbol y era un gran bailarín; eso atraía a las chicas y, por supuesto, nos causaba envidia a la mayoría que ni jugábamos bien y no sabíamos llevar el compás en los bailes.
Dicen que nada es eterno en este mundo y un día nuestro compañero, practicando otro de sus deportes favoritos, bajaba una cuesta a toda velocidad en su bicicleta y se metió por detrás de una volqueta que frenó bruscamente. Quedó tendido en el pavimento y el conductor del pesado carro ni cuenta se dio. Por fortuna algún alma caritativa lo recogió y lo llevó al hospital más cercano.
Por la gravedad de las heridas los médicos no tuvieron más solución que amputarle ambas piernas a la altura de las rodillas. Desde entonces quedó con el sobrenombre de INCOMPLETO. Que crueldad.
Edgar Tarazona Angel