Era un jugador compulsivo. Compraba lotería, jugaba chance, iba a los casinos a jugar en las máquinas tragamonedas y la ruleta. Apostaba a lo que fuera porque su sueño era ser multimillonario para hacer lo que se le diera la gana.
Siempre jugaba el mismo número en la lotería, no importaba cual fuera: departamental, nacional, internacional (porque hasta compraba por internet rifas de otros países). Ni un solo día dejó de jugar y apostar.
El destino es el que juega con nosotros y su sueño se cumplió. Una noche estaba viendo por la TV el sorteo de la lotería más grande del país y uno a uno salieron los dígitos de su número predilecto. Sólo faltaba la serie… y sí, también la seria. Eso lo convertía en el ganador de cien mil millones de pesos.
Saltó de alegría y gritó, fue lo último que hizo en su vida. Un infarto fulminante le truncó sus sueños.
Edgar Tarazona Angel